García Pintado valora el papel de la vanguardia artística en las revoluciones

  • Carmen Sigüenza.

Carmen Sigüenza.

Madrid, 22 sep.- Las revoluciones de Túnez o Egipto o el movimiento 15-M no han hablado de arte, de poesía o de cultura en general. Pero sí hubo unas vanguardias artísticas a principios del siglo XX que contribuyeron a la revolución y a la modernidad, como demuestra el libro "El cadáver del padre", de Ángel García Pintado.

Una obra del narrador, poeta, periodista y dramaturgo vallisoletano, que se publicó en 1982 y se convirtió en una obra canónica sobre las vanguardias, y que ahora se reedita con un nuevo prólogo, en una cuidada edición revisada y publicada por Libros de la Frontera.

Ángel García Pintado (Valladolid, 1940) es figura clave de la cultura de la Transición y del teatro de vanguardia en los ochenta, junto con nombres como José Ruibal, Ruiz Matilla, Francisco Nieva, Alfonso Sastre o Fernando Arrabal -este desde el exilio en París- que reivindicaban las nuevas corrientes europeas de vanguardias con Becket, Ionesco o Genet a la cabeza.

Y, desde esa búsqueda constante por una rebeldía estética, el escritor, exjefe de Cultura de la Agencia Efe y autor de una treintena de piezas dramáticas, entre ellas "El taxidermista" y "La sangre del tiempo", aborda este libro de radical vigencia y necesidad, como explica en la introducción el editor Jaime Pastor.

"La reedición de esta obra -dice- contribuye a desvelar una parte de la historia que ha quedado prácticamente ocultada a las nuevas generaciones, a la que ayudará a recordar a muchos de quienes en algún momento de sus vidas se incorporaron a la lucha política y cultural teniendo como referentes las vanguardias revolucionarias del primer tercio del siglo XX".

García Pintado, que también fue director de la revista satírica "Hermano Lobo" y redactor jefe de "Cuadernos para el diálogo", explica a Efe que escribió este libro por la necesidad de definir la vanguardia y los "ismos" vanguardistas históricos, que es de lo que se ocupa la primera mitad del libro.

Y en segundo lugar, para abordar la relación de esa vanguardia con la revolución rusa y la Rusia de Lenin, con los soviets.

Futurismo, expresionismo, dadaísmo, surrealismo o todos los ismos "que se negaron a cargar con el cadáver del padre" son analizados en este libro, que es todo un friso histórico por donde pasan arquitectos, pintores, escultores, poetas y, sobre todo, dramaturgos.

Una obra total, con artistas y políticos, que se lee de forma fascinante, como una novela, con títulos con sabor a greguería como "Vanguardia, tradición y crepúsculo", "La risa es un pavo real", "Trotski y los faroles calvos", "Lenin, la educación del salvaje", o "El evangelio según san Lukács", y con un final de "Revolución traicionada", con el realismo socialista de Stalin y sus consecuencias hasta hoy.

En este nuevo prólogo el autor escribe: "Dos hechos capitales han acaecido en las décadas transcurridas desde la primera publicación de 'El cadáver del padre. Artes de vanguardia y revolución': La caída del Muro de Berlín y el fallecimiento de Samuel Beckett".

"Feliz acontecimiento el primero -continúa-, funesto el segundo. Con el Muro se derrumba una sangrienta falacia, con la muerte biológica, que no literaria, del irlandés, la vanguardia despide a un paradigma... Dos símbolos -el Muro y Beckett- que bien podrían resumir la intención de mi libro", concluye.

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