Gran Bretaña vuelve a usar el cine como arma política como respuesta al Brexit

  • No es la primera vez que a lo largo de la historia el séptimo arte se usa como propaganda, aunque con calidad. Hollywood siempre fue un experto.
Cien frases de Churchill en las que predijo muchos de los problemas que vivimos hoy
Cien frases de Churchill en las que predijo muchos de los problemas que vivimos hoy

El plena crisis por el Brexit, Gran Bretaña vuelve a usar el cine como arma. No es una novedad. No serán ellos los que consientan que el día de Colón deje de existir o que el descubrimiento de América se lleve cual dolorosa carga. Somos los primeros en hacer bandera de nuestra leyenda negra, mientras otros países hacen lo contrario. Hasta los piratas son seres entrañables en manos de los ingleses. Ahora que la lejanía, el hartazgo y la desconexión entre Gran Bretaña y Europa es una realidad, los británicos vuelven a dejar claro lo importante que han sido ellos para la paz y la estabilidad en Europa. Y el cine como 'propaganda'.

No de otra manera hay que ver el estreno en las últimas fechas de filmes que reivindican la figura de este país en la supervivencia europea y en la lucha contra el fascismo. Dos filmes relacionados con Dunkerke, uno de ellos de Christopher Nolan, (duramente criticado por los franceses por edulcorar la historia dejándoles a un lado) y otro filme, 'Su mejor historia', de Lone Scherfig, en la que un equipo cinematográfico británico recibe el encargo de hacer una película patriótica para levantar la moral de las tropas durante la Segunda Guerra Mundial, han coincidido en las carteleras. Una historia pasada muy actual, pues como se ve, el cine sigue siendo usado como arma. 

Junto a ellas se han sucedido las películas sobre Churchill, toda una leyenda que ahora conviene reivindicar. Así lo hacen Churchill, de Jonathan Teplitzky, con todos sus defectos protagonizada por Brian Cox. La Reina Victoria y Abdul, de Stephen Frears, también acerca la corona a la gente, al igual que lo hizo en sus peores momentos con The Queen, por la que Helen Mirren logró el Oscar. Eso sin olvidar la efectiva serie 'La Corona', tan interesante como ensalzadora de la figura de la Reina, a la que solo Lady Di logró dejar al borde del K.O.... del que ya se ha repuesto. 

Emilio C. García Fernández, catedrático de Historia del Cine (Universidad Complutense de Madrid) tiene claro que nada de esto es casual. "Si la visión de Nolan sugiere que los británicos no necesitan a nadie para solucionar sus propios problemas y, es más, lo consiguen mucho mejor, quizá parte del público pueda pensar en que el Brexit viene a confirmar la realidad de la historia. Pero, hay que dejarlo claro, "es una ficción –parcial o completa- y hay que entenderla más allá de la realidad de los hechos".

El experto considera que "Gran Bretaña siempre ha apostado por su historia, por sus personajes. Ha construido un relato bien argumentado y sólido que ha validado su protagonismo. La Historia del Reino Unido se ha difundido en varios centenares de películas y además, en su mayoría, de calidad. Están orgullosos de su pasado y lo transmiten en multitud de películas yseries de televisión".

Luis Deltell doctor en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid considera que el cine tiene la capacidad de captar los sentimientos dominantes en una sociedad antes que la política. Por ello cree que en pleno Brexit surgen estos filmes, que no hablan de una victoria ni una derrota gloriosa, sino de mera resistencia. Considera, no obstante, que el cine ha hecho mucho por la igualdad de la mujer o los derechos de los homosexuales. 

No solo Gran Bretaña lo ha hecho. "El cine siempre se ha utilizado como arma política y de propaganda. Desde los primeros años del siglo XX hasta hoy nada es ocasional y todo tiene una intención". Así nos encontramos con cine estadounidense de propaganda -antibelicista- como son Sin novedad en el frente (1930), de Lewis Milestone, Senderos de gloria (1957), ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (1964) y La chaqueta metálica (1987), Johnny cogió su fusil (1971), de Dalton Trumbo...

Hollywood ha hecho documentales como Why we Fight? durante la II Guerra Mundial y dirigidos por figuras de prestigio como Frank Capra, Anatole Litvak y otros para consolidar su posición en el frente de batalla. También realizó otros como Let There be Light (1946), de John Ford, para hablar de los traumas de la guerra (por cierto, película que fue censurada por el gobierno estadounidense y no se distribuyó hasta los años 80).

La historia de EEUU no se entiende sin su cine, que la explica. Ahí están 'Los mejores años de nuestra vida (1945), de William Wyler, sobre cómo la sociedad estadounidense recibe y rechaza a los héroes que regresan a casa desde el frente de batalla; El cazador (1978), de Michael Cimino, sobre el desgarro emocional de unos amigos en el frente vietnamita; o Nacido el cuatro de julio (1989), de Oliver Stone, en la que se cuestiona la política estadounidense en el ámbito bélico.

Más allá de los norteamericanos, podemos encontrar ejemplos de cine propagandístico en la aportación de Leni Riefenstahl, especialmente en El triunfo de la voluntad (1934), y de cine político en las obras de Ken Loach y los hermanos Dardenne.

Ajenos a nuestro pasado

En cuanto a los productores, directores y guionistas españoles, estos siempre se han mantenido alejados de la riqueza argumental que ofrece nuestro pasado y sus protagonistas. Encontramos la denuncia social que hace Luis Buñuel en el documental Las Hurdes/Tierra sin pan (1932) y centrar la atención en las películas como Aurora de esperanza, de Antonio Sau, Nosotros somos así, de Valentín R. González, y Nuestro culpable, de Fernando Mignoni, producciones republicanas realizadas en 1937, además de otros muchos reportajes y documentales.

Durante el franquismo, y más allá de lo proporcionado por NO-DO, nos encontramos con Raza (1941), de José Luis Sáenz de Heredia, Rojo y negro (1942), de Carlos Arévalo, numerosas películas de exaltación y heroísmo en la línea de ¡A mí la Legión! (1942), de Juan de Orduña, y de regeneración como Balarrasa (1951), de José Antonio Nieves Conde, entre otras. El cine político durante este período se entremezcla con el cine social que proporcionan películas como ¡Bienvenido, Mr. Marshall! (1953), de Luis G. Berlanga, El pisito (1958), de Marco Ferreri, El verdugo (1963), de Luis G. Berlanga, o La caza (1966), de Carlos Saura.

Hay revisiones sociopolíticas con producciones como Soldados de Salamina (2003), de David Trueba, El lápiz del carpintero (2003), de Antón Reixa, Las trece rosas (2007), de Emilio Martínez-Lázaro, Pan negro (2010), de Agustí Villaronga, y los numerosos documentales que se realizan sobre revisiones históricas (el filme colectivo Hay motivo, 2004, sobre la política del gobierno del Partido Popular, puede ser un ejemplo).

Junto con esto, tenemos el terrorismo de ETA con las aportaciones de Imanol Uribe (La fuga de Segovia, 1981; Días contados, 1994); la intervención política del Estado (El Lobo, 2004, de Miguel Courtois; El negociador, 2014, de Borja Cobeaga); Lasa y Zabala (2014), de Pablo Malo, donde se combinan ambas actuaciones; y la reflexión político-social que hace Iñaki Arteta en sus películas documentales (Trece entre mil, 2005; El infierno vasco, 2008; 1980, 2014).

Hablar de la historia española supone señalar que algunos personajes han sido abordados por otras cinematografías (por ejemplo: La vida de Cristóbal Colón y su descubrimiento de América, 1916, Francia; El Cid, 1961, y Cristóbal Colón: el descubrimiento, 1992, Estados Unidos) mientras que en España cuesta mencionar Locura de amor (1948), de Juan de Orduña; El Dorado (1988), de Carlos Saura; El rey pasmado (1992), de Imanol Uribe; La reina Isabel en persona (2000), de Rafael Gordón; Juana la loca (2001), de Vicente Aranda; Los Borgia (2006), de Antonio Hernández; Lope (2010), de Andrucha Waddington; o También la lluvia (2010), de Iciar Bollaín.

En ocasiones se entra en momentos de nuestra historia como son El crimen de Cuenca (1979), de Pilar Miró; Dragón Rapide (1985), de Jaime Camino; Tierra y libertad (1995), de Ken Loach; Pim pam pum fuego (1975), de Pedro Olea; o Siete día de enero (1978), de Juan Antonio Bardem.

España no tiene cine político

Deltell considera que el cine español es paradójico. "Si fuéramos la primera potencia mundial del cine haríamos películas contra nosotros". Pone como ejemplo a un Almodóvar, al que le debemos mucho y al que se critica sin piedad, pero también pone el acento en una paradoja. Que la gente crea que el cine español solo habla de la Guerra Civil, "cuando estadísticamente es minoritario" y la percepción, de que todo el mundo del cine es de una ideología determinada, "lo cual no es cierto pero es el mensaje que se ha quedado tras las protestas de los actores".

Deltell afirma que el resto del cine europeo está más politizado que el español. Incluso, señala, las películas del descubrimiento de América las consideramos como ajenas. "Hay una anécdota curiosa, se considera que el cine español más taquillero fue durante la II República que es cuando se hizo el cine más conservador. Ahora solo se ven comedias". Sí, nos queda por aprender. Y si usamos el cine como arma... que no sea contra nosotros.

Mostrar comentarios