Republicanos en el gulag: un símbolo para Franco, un tabú para el PCE

  • Deportados a los campos de trabajo de la URSS, 185 republicanos españoles, desengañados y abandonados, sufrieron en los gulags un prolongado "secuestro político" que acabó convirtiéndose en un tabú para el Partido Comunista de España (PCE) y cuyo final fue usado como un símbolo por la propaganda franquista.

Javier de Miguel

León, 21 oct.- Deportados a los campos de trabajo de la URSS, 185 republicanos españoles, desengañados y abandonados, sufrieron en los gulags un prolongado "secuestro político" que acabó convirtiéndose en un tabú para el Partido Comunista de España (PCE) y cuyo final fue usado como un símbolo por la propaganda franquista.

Su historia ha sido recogida en el libro "Españoles en el gulag: Republicanos bajo el estalinismo" (Península), cuyo autor, el historiador Secundino Serrano, ha participado hoy en el Parador Nacional de San Marcos en un café de redacción de la Agencia Efe.

Se trataba de cursillistas de la Aviación, comunistas que planeaban desertar de la División Azul y marineros, a los que se unieron cincuenta republicanos más.

Estos últimos fueron detenidos por las tropas soviéticas, con el pretexto de que entre ellos había un quintacolumnista, cuando trataban de "tomar para la República" la embajada española en el Berlín liberado.

Serrano comenta que, en su inmensa mayoría, no fueron juzgados ni condenados.

Según expone, fueron arrestados, encarcelados y enviados a los gulags en un momento, iniciada la invasión nazi, en el que "ser extranjero en la URSS era prácticamente un delito".

En 1946, un ingeniero francés con el que compartieron cautiverio dio a conocer su historia en Europa occidental y los exiliados españoles promovieron una campaña mediática a la que se unió la prensa socialista, la anarquista y la conservadora.

"Los comunistas estuvieron totalmente en contra", apunta Serrano, incluso el dirigente del partido Antonio Mijé llegó a acusarles de "falangistas emboscados" y a criticar a la policía soviética por haber sido benevolente y no haberles fusilado, agrega.

Fue en 1948 cuando los presos republicanos coincidieron por primera vez con los de la División Azul, entablaron amistades y convivieron, un hecho que el PCE "confundió deliberadamente" para situarlos en el mismo bando, declara Serrano, quien admite que entre ellos sí compartían algo: "un anticomunismo visceral, por motivos obvios".

El periplo de los presos republicanos les condujo hasta el círculo polar ártico y al campo de Kok-Usek, en Karagandá (Kazajistán).

No alcanzaron la libertad hasta que, sencillamente, en 1953, Stalin murió. "Entonces, empezó una época de deshielo, de lucha por el poder y se quisieron quitar los campos de encima", resume Serrano.

Para el historiador, esa "persistencia de la represión" recae sobre el PCE, ya que algunos de ellos fueron trasladados a Odessa en 1948 convencidos de que iban a ser liberados, pero finalmente no se les permitió abandonar la URSS.

"El PCE tenía miedo de que se contara su historia tras la campaña de Francia. Era un tema tabú porque podía debilitar el papel del partido en la oposición", asegura.

Por su parte, el Gobierno español, que no mantenía relaciones oficiales con la URSS, negoció indirectamente con la Cruz Roja y las iglesias evangélicas alemanas para el regreso de los presos españoles, unos seiscientos en total, tras la muerte de Stalin.

El 2 de abril de 1954 llegó al puerto de Barcelona el navío Semiramis, en el que viajaban 286 liberados, 38 de ellos republicanos y el resto de divisionarios, que, según precisa Serrano, fueron recibidos por casi un millón de personas.

El régimen empleó a los republicanos, en plenas negociaciones para su admisión en la ONU, como el padre que acoge de nuevo en casa al "hijo pródigo". No era "tan fácil" explicar que el resto de los pasajeros habían combatido al servicio de Hitler, recalca.

"Para el franquismo fue tan incómodo que el recibimiento que estaba preparado en Madrid fue desactivado. Era una imagen que no se deseaba", entiende Serrano.

El autor añade que los republicanos se adaptaron a esa nueva España y que incluso el Gobierno se molestó en encontrarles trabajo.

De los 185 prisioneros republicanos, 27 perdieron la vida en Rusia. "A los siguientes barcos ya prácticamente no los recibió nadie", concluye el autor.

Mostrar comentarios