Israel Galván muestra en "La curva" por qué está cómodo en terrenos movedizos

  • Madrid.- Israel Galván, el más viejo de los bailaores jóvenes, según "san" Enrique Morente, es inusual en todo, siempre con aire de estarse yendo, pero sin decidirse a qué compás, por eso quiso hacer "La curva", una duda de alta tensión entre lo estático y lo sinuoso que estrena hoy en el Matadero.

Israel Galván muestra en "La curva" por qué está cómodo en terrenos movedizos
Israel Galván muestra en "La curva" por qué está cómodo en terrenos movedizos

Madrid.- Israel Galván, el más viejo de los bailaores jóvenes, según "san" Enrique Morente, es inusual en todo, siempre con aire de estarse yendo, pero sin decidirse a qué compás, por eso quiso hacer "La curva", una duda de alta tensión entre lo estático y lo sinuoso que estrena hoy en el Matadero.

"La curva", que oscila entre el referente de las caderas siempre en movimiento de Antonio Ruiz, "Antonio el Bailarín", y las hieráticas y solemnes de Vicente Escudero, vio su primera luz en Lausanne (Suiza) en diciembre del año pasado y Galván sólo la había vuelto a bailar antes de ahora en Las Palmas de Gran Canaria, a finales de abril.

En las Naves del Español en el Matadero, donde estará hasta el domingo, vuelve a acompañarse al piano por la compositora suiza instalada en Nueva York Sylvie Courvoisier, el cante jondo de la cantaora lebrijana Inés Bacán y el soniquete del palmero más cotizado de la actualidad, Bobote.

"Es un espectáculo muy abierto, no tiene un guión explícito. El nombre se lo he puesto porque 'La courbe' era un cabaret de París donde Escudero bailó en 1924 pero también hay una curva entre la pianista de jazz y la cantaora de flamenco. Me siento cómodo viviendo en el alabeo que producen las diferentes vivencias", detalla en una entrevista con Efe el artista (Sevilla, 1973).

Recién llegado de Canadá, donde ha bailado uno de sus títulos más reconocidos, "El final de este estado de cosas, Redux", explica que en "La curva" ha querido hacer un "encuentro" entre personalidades "tan diferentes" como las de Escudero y Antonio.

Pero también, precisa, un guiño al toreo y "a varias cosas más" al ritmo de música contemporánea, soleá, seguiriya, bulería, tonás, nana, sevillana y hasta de "Los ejes de mi carreta".

"Sólo lo puedo definir diciendo que me encuentro cómodo estando en un terreno desestabilizante, movedizo", un poco entre la bulería y la seguiriya, el silencio y el ruido, el quiero y el me niego.

"Para ser feliz, necesito tener algo de dificultad, de incomodidad", declara.

No es que se pase el tiempo "teniendo ocurrencias", sino que "le vienen al cuerpo" en los momentos de soledad.

"Cuando hago algo nuevo es porque lo necesito. Me siento vivo experimentando. Creo que esa es la única manera de que no me critiquen, de que no tenga yo que pasar por un consejo flamenco", apunta.

Se toma las libertades que considera al margen de la ortodoxia porque, se reafirma, no tiene que bailar para nadie "del máximo jurado flamenco" aunque todo lo que hace, reivindica, "suene a flamenco".

Un maestro de la ortodoxia que también pasó "lo suyo" en vida por explorar en otros caminos, Enrique Morente, se llevó, dice, "una chispa que sólo él encendía".

"Cuando él murió todos los flamencos nos quedamos 'atronaos'. Era la inspiración, la magia", subraya.

Galván, que ha firmado con sus pies montajes tan aclamados como "Arena", "Tábula Rasa" y "La Edad de Oro", todavía no tiene preparado nada de lo que hará en su debut en las "tablas" del Teatro Real, allá por diciembre de 2012.

"No paro de trabajar y cuando no trabajo, trabajo, así que dejo que las cosas vengan, pero es verdad que para crear necesito el contacto con el público", al que no "le perderá la cara" hasta dentro de mucho porque tiene contratos mucho más allá de 2012 por todo el mundo.

Concha Barrigós.

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