La compañía de Gades, fallecido hace 10 años, guarda el fuego de su ausencia

  • Concha Barrigós.

Concha Barrigós.

Madrid, 20 jul.- Hace diez años, Antonio Gades expiraba en Madrid con la pena de no poder bailar ni navegar más y con el anhelo de que una fundación cuidase de su legado. Esta noche, su compañía le ha dedicado "Fuego" y ha evidenciado que el deseo de su riguroso y libertario patrón fue un mandato que cumplen a conciencia.

En presencia de su viuda, Eugenia Eiriz, de su hija mayor, María Esteve, también presidenta de la fundación Antonio Gades, y del director del INAEM, Miguel Ángel Recio, la función ha comenzado con la lectura de un texto en el que recordaba que "tal día como hoy" moría el "irrepetible y revolucionario" coreógrafo y bailarín, nacido en Elda (Alicante) 67 años antes.

Además, señalaban, se cumplen veinticinco años del estreno de "Fuego", en Francia, una obra que nunca se había visto en España, y cuya programación es el homenaje que la fundación, la orquesta y el teatro de la Zarzuela han querido hacer al artista "global" que fue Gades.

A continuación se ha proyectado un vídeo con imágenes de su vida, fragmentos de sus bailes, entre ellos de la preparación de "Fuego", y de declaraciones suyas sobre el arte y el trabajo.

Este hombre "humilde y ajeno a toda vanidad", según el presidente cubano, Raúl Castro, y que "no era perfecto pero sí ejemplar", en palabras de la bailarina Alicia Alonso, se definía como "un trabajador del baile" que jamás apostató de "la ética por encima de la estética" que le inculcó su maestra, Pilar López, y que sublimó su ansia de libertad en su pasión por el mar y su defensa del comunismo.

Su hija, vestida de negro, como su viuda, ha asistido emocionada a la representación, última de las representaciones de esta producción programadas en la Zarzuela, y solo ha querido apuntar a Efe que estaba "muy contenta" de que el sueño de su padre se haya cumplido y de haber llegado hasta ahí.

"Fuego", la tercera y última de las creaciones conjuntas que firmaron Gades y Carlos Saura, fusiona canción popular y flamenco anunciando la revolución que sería "Fuenteovejuna".

Se estrenó el 26 de enero de 1989, en el Châtelet de París con tanto éxito que Gades, que hacía el papel de Carmelo, tuvo que repetir tres de los números, y estuvo de gira por Europa, Japón y Brasil.

Nunca se había visto en España, porque él quería un estreno con "importancia" y las giras con "Bodas de sangre" y, sobre todo, la preparación de "Fuenteovejuna" fueron aplazando el "evento" hasta que otras cosas, como su propia enfermedad, se cruzaron por medio.

Del estreno en el Châtelet parisino permanecen las luces de Dominique You, que es ahora el director artístico de la compañía, y el arte de Ángela Núñez "La Bronce", en el papel de la Hechicera, y de Miguel Ángel Rojas, en el del Espectro, y el de los cantaores Enrique Pantoja y Gabriel Cortés, y el del bailaor Jairo Rodríguez.

Mención aparte merece Stella Arauzo, que hizo el papel principal, Candela, en París y que ahora como directora de la compañía asume el papel de memoria viva de aquel montaje, con decorado y vestuario de Gerardo Vera, y "el deber" de preservar sus nueve escenas -ocho más el prólogo- tal y como era con la ayuda de las grabaciones de la época.

En "Fuego", por primera vez con orquesta además de músicos en el escenario, está "El amor brujo", el Rocío, una zambomba jerezana de la Navidad, el amor herido, los celos y el miedo de "Bodas de sangre" y la pasión de todo lo que hizo y los apuntes de lo que haría.

Lo esencial en el baile, decía, es lo que hay entre paso y paso, el silencio en el compás, el eco suspendido de un taconeo y en "Fuego" se percibe el empeño de este "transgresor" que se "estiró", terminó con los movimientos de "redondeo" y quitó "lo superfluo", por centrarse en la sobriedad, la elegancia y la claridad transparente de lo básico.

Comunista hasta la muerte y castrista hasta la muerte también, los restos de Gades reposan en Cuba porque dejó instrucciones, en una hoja con el membrete del hospital Gregorio Marañón, donde murió, para que sus cenizas fueran trasladadas a Cuba, "el puerto de su vida", y entregadas a su amigo Raúl Castro para que hiciera lo que creyera conveniente con ellas.

Están en Sierra Maestra, en el Mausoleo del II Frente Oriental Frank País, reposo de los combatientes caídos durante la revolución, en un nicho coronado por una escultura de un par de botines de baile, las herramientas de un trabajo en el que no quería ser mejor que los demás, sino mejor que él mismo.

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