La inagotable Angela Lansbury

  • Hace unos años pensó en retirarse, pero el veneno del teatro le volvió a picar. A sus 85 años, Angela Lansbury trabaja en Broadway y en Hollywood y quiere volver a la televisión. Hoy estrena 'Los pingüinos del Sr. Poper', su nueva colaboración en el cine infantil.
Angela Lansbury
Angela Lansbury
Raúl Arias
Fernando de Luis-Orueta

Hay quien dice que Angela Lansbury firmó un extraño pacto con el diablo: aparentar siempre vieja y permanecer así muchos años. Aunque este no deja de ser un chascarrillo, está basado en una buena dosis de realidad. Ya en 1978, a sus 53 años, parecía una enérgica señora mayor cuando arrastraba a David Niven a ritmo de tango en Muerte en el Nilo. Y más ajada todavía dos años después al incorporar a la sagaz Miss Marple en El espejo roto.

Fue ese papel el que inspiró otro que la perseguirá de por vida: la infalible y -reconozcámoslo- gafe J.B. Fletcher de Se ha escrito un crimen, tal vez la detective más famosa y más exitosa de la historia de la pequeña pantalla. La serie duró 12 temporadas en antena y le dio fama mundial, hasta el punto de oscurecer su larga carrera cinematográfica -que había arrancado como starlette de la Metro Goldwyn Mayer y que le puso tres veces a la puerta del Oscar- y, sobre todo, su reputación como primera dama de Broadway.

Porque es su carrera teatral la menos conocida y, sin embargo, la más impresionante: cinco premios Tony, cuatro de ellos como protagonista de musical, es decir, uno por cada obra que estrenó como primera actriz (Mame, Dear World, Gypsy y (Sweeney Todd). El quinto lo obtuvo hace poco más de dos años. A los 83.

Y es que Angela Lansbury sigue dando guerra sobre los escenarios y ante las cámaras, Cuando la CBS forzó la cancelación de Se ha escrito un crimen en 1996 (alteró su día tradicional de emisión, lo que le hizo estrellarse en audiencia), pensó que sería su retirada. Estaba cansada después de 12 años de un programa que exigía su presencia casi en cada secuencia y, lo que es peor, desilusionada por los tejemanejes de la industria.

Sólo aceptó poner voz en la versión animada de Anastasia junto a otra diva de Broadway, Bernadette Peters, y rodar cuatro telefilmes como J.B. Fletcher, que eran parte del acuerdo de cancelación de la serie. Sin embargo, Kander y Ebb, los autores de musicales como Cabaret o Chicago la convencieron para que protagonizara sobre los escenarios su nuevo proyecto, La visita, basado en la famosa obra de Dürrenmatt. Broadway celebró con alborozo el regreso de la gran dama, pero antes de que se llegara a hacer realidad, Lansbury enviudó.

Parecía que era el golpe definitivo. A los 78 años sintió que era el momento de tirar la toalla. Tras un par de colaboraciones testimoniales en televisión y aceptar la llamada de Emma Thompson para su película Nanny McPhee el mundo del espectáculo daba por seguro que eso sería todo.

Pero el viejo Broadway, el mismo que escribió su nombre con bombillas blancas y que le llevó a donde nadie más le había permitido llegar, volvió a lanzar su hechizo. Terrence McNally, el autor de moda de la pasada década, había escrito una obra para ella: Deuce, la historia de dos viejas tenistas que se reencuentran en un palco viendo un partido de tenis y, sin levantarse de sus asientos, remueven el pasado y se lo lanzan a la cara. Deuce, estrenada en 2007, inoculó en Angela Lansbury el veneno del teatro. Otra vez.

Y ya no se ha ido muy lejos. A la obra de McNally le siguió Blithe Spirit, el revival de una función escrita por Noël Coward en el que interpretaba a una estrafalaria pitonisa que le valió el quinto -y por ahora- último Tony.

Lansbury quiso entonces trasladar las representaciones a Londres, donde su madre también había interpretado la función antes de la Segunda Guerra Mundial. Sería, decía, su despedida de los escenarios. Pero las tentaciones de Broadway son muchas y difíciles de esquivar.

El montaje, claro, nunca llegó a Londres porque un viejo amigo la reclamó. Stephen Sondheim, el shakespeare del musical, había sido el primer compositor en darle una oportunidad con Anyone Can Whistle, quien bendijo que se metiera en los zapatos de la mítica Ethel Merman con Gypsy y quien escribió para ella el papel de Mrs. Lovett, la sangrienta panadera de Sweeney Todd. 28 años después de esa última colaboración, Sondheim y el director Trevor Nunn le propusieron volver a interpretar un musical.

Angela Lansbury tenía ya 84. El reto no era fácil: ocho funciones semanales de A Little Night Music, una de las grandes obras de los setenta, con un personaje secundario pero capital y teniendo que cantar. Aceptó, claro. Las críticas fueron sensacionales y a nadie le importó que tuviera que llevar un chivato por si su ya frágil memoria le jugaba una mala pasada.

Y no es el final de la historia: se rumorea que la próxima temporada protagonizará en Broadway junto a James Earl Jones The Best Man,de Gore Vidal. Y mientras llega ese momento es habitual verla participar en galas de homenaje a compañeros, conciertos benéficos y todo tipo de actos.Esa intensa actividad teatral le ha llevado, aunque por ahora sea de forma excepcional, a Hollywood para rodar junto a Jim Carrey Los pingüinos del señor Poper,en la que interpreta a una estirada galerista. Pese a que inicialmente rechazó el papel, el director estaba tan empeñado en tenerla en el reparto, que reescribió una y otra vez el personaje hasta lograr un sí.

Por ahora no hay siguiente película confirmada, aunque durante mucho tiempo se ha especulado con un proyecto en el que interpretaría a la hija -han leído bien- de la escultural Katherine Heigl. La joven actriz, sin embargo, se reitró hace unos meses lo que ha dejado a Adaline en el aire. Pero si no es esta, habrá otra. Total, Angela Lansbury sólo tiene 85 años.

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