"La nueva taxidermia" de Mercedes Cebrián o cómo crear vida "donde no la hay"

  • Madrid.- Una mujer dedicada en cuerpo y alma a la recreación de un pasado idealizado y otra que, cual ventrílocuo, utiliza muñecos para comunicarse con el mundo son los protagonistas de las dos historias que componen "La nueva taxidermia" (Mondadori), con la que la escritora Mercedes Cebrián vuelve a las librerías.

"La nueva taxidermia" de Mercedes Cebrián o cómo crear vida "donde no la hay"
"La nueva taxidermia" de Mercedes Cebrián o cómo crear vida "donde no la hay"

Madrid.- Una mujer dedicada en cuerpo y alma a la recreación de un pasado idealizado y otra que, cual ventrílocuo, utiliza muñecos para comunicarse con el mundo son los protagonistas de las dos historias que componen "La nueva taxidermia" (Mondadori), con la que la escritora Mercedes Cebrián vuelve a las librerías.

"Es la palabra taxidermia la que une a los dos personajes", explica en una entrevista con Efe la narradora y poeta española, una de las voces más originales y reconocidas del panorama literario actual.

Taxidermia no en el sentido de "cazar animales y disecarlos", aclara, sino en el de "intentar recuperar vida donde no la hay" o, al menos, "apariencia de vida".

Y así, en la primera de las dos novelas cortas o "nouvelles" que componen el libro, "Qué inmortal he sido", la narradora-protagonista pone todo su empeño en "disecar" un momento de su pasado reciente, una fiesta en una casa con una reforma de diseño a la que acudió cinco años antes.

En la segunda, "Voz de dar malas noticias", Belinda, propietaria de una tienda de productos delicatessen, esconde su voz tras la de tres muñecos a los que confía su relación con el mundo: Berta, una galerista hecha a sí misma; Juanjo, un tipo corriente que aprovecha cualquier ocasión para hablar del tiempo que vivió en Nueva York, y una réplica de Miuccia Prada.

Mercedes Cebrián, incluida en la llamada "Generación Nocilla", acuñada a raíz del libro de Agustín Fernández Mallo "Nocilla Dream", utiliza esas dos historias, sin "muchos datos vitales" ni "personajes muy realistas", como "un vehículo" para hablar de los temas que le interesan.

"Yo quería coquetear con el ensayo, pero me daba cuenta de que tenía que decidirme. Si estoy haciendo narrativa, debo generar historias divertidas de algún modo, no sólo ideas", señala.

Y así, con su peculiar sentido del humor, Cebrián reflexiona en "Qué inmortal he sido" sobre el pasado y los intentos por recuperarlo, ya sean personales, como los de la protagonista, o institucionales, como los organismos que recrean los modos de vida del pasado o las casas-museo.

"En realidad, la primera historia no difiere mucho del interés de Proust, aunque el resultado sea mucho más pobre", dice entre risas.

En la segunda, la autora de "El malestar al alcance de todos" reflexiona sobre la dificultad de "autogestionarse en el mundo" y "exponerse a los demás, hablando", ya que "si uno dice algo improcedente en un momento dado, se pueden estropear cosas sin saberlo la persona".

"La idea de Belinda es decir: 'Bueno, yo no me mojo. Estos muñecos son los que se mojan'", explica.

Con esta obra, Cebrián da el paso hacia la narración de mayor extensión, lo que, confiesa, le interesa ahora más. De hecho, sobre sus próximos proyectos, adelanta que le gustaría seguir con una novela "no muy larga sobre la amistad", además de volver a escribir poesía y dar ya el salto al ensayo.

Convencida de que se escribe en función de lo que se ha leído, se define más como "lectora de fragmentos, de textos más cortos, de diarios, de novela corta o relato", por lo que cree que su forma de escribir se asemeja a hacer "un puzzle", juntando las escena que ha ido creando previamente.

Entre sus lecturas, Cortázar y Borges, que considera casi como "la cartilla", "lecturas obligadas para alguien que escribe en castellano y que empieza a escribir narrativa", pero también representantes del panorama actual como los argentinos Damián Tabarovsky y César Aira y los españoles Pablo Gutiérrez y Elvira Navarro.

Tras años de ser catalogada como joven promesa o nueva propuesta de la literatura española, Cebrián está convencida de que "el tiempo empuja" y de que, al haber superado ya los 35 años, no se la puede incluir en "nueva".

"Me estoy quitando un poco de ser joven", bromea.

Emilia Pérez

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