La ópera londinense acierta con "Le Grand Macabre" de la Fura del Baus

  • Londres.- La English National Opera londinense ha acertado con su arriesgada apuesta de comenzar la temporada con la original y extravagante puesta en escena de "Le Grand Macabre", de György Ligeti, a cargo de La Fura dels Baus.

La ópera londinense acierta con "Le Grand Macabre" de la Fura del Baus
La ópera londinense acierta con "Le Grand Macabre" de la Fura del Baus

Londres.- La English National Opera londinense ha acertado con su arriesgada apuesta de comenzar la temporada con la original y extravagante puesta en escena de "Le Grand Macabre", de György Ligeti, a cargo de La Fura dels Baus.

A juzgar por la reacción del público, que llenaba totalmente el Coliseo londinense en su estreno británico la pasada noche, la "antiópera" del compositor húngaro, dirigida en esta ocasión desde el podio por Baldur Bröndimann y que viajará luego al Liceu barcelonés, va a ser todo un éxito.

La ópera de Ligeti (1923-2006), en línea con las danzas de la muerte medievales, aunque con un tono totalmente paródico, digno del más puro teatro del absurdo -el del "Ubu Roi", de Alfred Jarry- está basada en una obra teatral del escritor belga Michel de Ghelderode: "La ballade du Grand Macabre".

Presenta el final del mundo como una especie de número circense, con la muerte convertida en una especie de figura cómica, un charlatán abotargado y totalmente ridículo, rodeado de figuras igualmente risibles que se dedican a copular, a devorar manjares con glotonería, a emborracharse o a intercambiar obscenidades verbales.

Todo el espectáculo produce un efecto de anárquico collage entre pop y surrealista, punteado musicalmente por influencias jazzísticas y alusiones paródicas a otros compositores, desde Monteverdi hasta Wagner, pasando por Beethoven: la más clara de esas referencias es la que hace Ligeti a uno de los pasajes más famosos de la sinfonía "Eroica", de Beethoven.

La música es deliberadamente grotesca por momentos, con claras disonancias y un empleo de los más variados instrumentos de percusión, a los que se suman cláxones de coche, timbres o sartenes, que producen sonidos salvajes en fuerte contraste con el acendrado lirismo de otros pasajes.

Una de las fuentes de inspiración de Ligeti fue el mundo de Hieronymus Bosch, el Bosco, cuyas obras maestras "El Jardín de las Delicias" y "El Triunfo de la Muerte" el músico húngaro pudo admirar durante una visita al madrileño museo del Prado en 1961.

Y en efecto, el mundo de Ghelderode, y por derivación el de Ligeti, tiene mucho de El Bosco, pero también de su compatriota Pieter Brueghel y, dando un gran salto en el tiempo, de ese otro gran pintor belga fascinado por el carnaval y los esqueletos que es James Ensor.

Pero Ligeti da la vuelta al personaje de la muerte y todo lo que representa en términos de ansiedad para crear lo que él mismo califica de un "apocalipsis cómico, alienado": es en resumen un triunfo de la vida sobre ese fantoche que es el Gran Macabro.

A la brillantez del espectáculo contribuye en gran medida el montaje de la Fura del Baus: Alex Ollé y Valentina Carrasco con sus colaboradores Alfons Flores, que ha creado el decorado, Franc Aleu, diseñador de los vídeos, Lluc Castells, a cargo del decorado, y Peter van Praet (luminotecnia).

Como explicaron a Efe Ollé y Carrasco, su interpretación de la obra de Ligeti no habla tanto del fin del mundo, sino del miedo visceral e irracional a que suceda.

Inspirándose también directamente en el mundo de Brueghel y de El Bosco, los dos directores escénicos han situado la acción en torno a una gigantesca muñeca.

La representación comienza con un vídeo en el que aparece una mujer devorando hamburguesas, televisión y prensa con titulares alarmistas y a la que de pronto le entra un ataque de pánico.

Sigue un fundido encadenado con la apertura del telón y la aparición en el escenario de la muñeca, en la que se ha convertido la mujer del vídeo.

De todos los orificios de ese cuerpo colosal, vagina incluida, saldrán o en ellos entrarán los distintos personajes: parejas que copulan enloquecidas, una especie de Jantipa de insaciable voracidad sexual, el Gran Macabro, el ridículo príncipe Go-Go, con su voz atiplada, y sus dos ministros payasos.

A la redondez de este espectáculo total contribuye en fortísima medida el extravagante decorado, con las fantásticas proyecciones de vídeo que avejentan de pronto la cara de la muñeca o la transforman toda ella en esqueleto conforme va girando sobre su eje para mostrarnos de pronto su enorme trasero.

Los personajes suben y bajan por el cuerpo de la muñeca, aparecen de pronto suspendidos en el aire, o bailan como Michael Jackson en una especie de discoteca en que se convierte de pronto el interior del cuerpo una vez retirados los intestinos por un hilarante comando de la policía secreta.

Los cantantes -actores - entre ellos, el tenor Wolfgang Ablinger Sperrhacke, los bajos Pavlo Hunka y Frode Olsen, el contratenor Andrew Watts, la mezzosoprano Susan Bickley o la soprano Susanna Andersson, sólo pueden calificarse de excelentes en su doble faceta interpretativa, y bajo la dirección del maestro Brönimann, la música de Ligeti resulta en todo momento electrizante.

Joaquín Rábago

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