La poesía del jazz

  • Alfredo Valenzuela.

Alfredo Valenzuela.

Sevilla, 30 nov.- Los primeros conciertos de jazz en España se celebraron en 1919 en Madrid y Barcelona y, más que de oír, dieron que hablar, y también dieron para escribir a juzgar por la antología "Fruta extraña. Casi un siglo de poesía española del jazz", que reúne versos dedicados a esta música por 126 poetas.

El profesor de la Universidad de Sevilla Juan Ignacio Guijarro ha recopilado, para la Fundación José Manuel Lara, esta antología que se abre con el poema "Elegía del viejo Madrid", del poeta que institucionalizó la bohemia, Emilio Carrere, y se cierra con el titulado "Beat Generation", del joven poeta Rodrigo Olay.

Los versos de Carrere se quejan amargamente ante el Madrid perdido por el triunfo del "jazz-band" y lamenta que la habanera se trueque en "fox" y hasta que los flamencos se desplacen en taxi, de modo que es de los pocos que no aceptan los nuevos ritmos y los combaten.

Otro caso es un soneto de Blas de Otero que, escrito en 1967, con el horizonte de Vietnam, interpreta el jazz como parte de la influencia imperialista y también lo rechaza, pero la inmensa mayoría de los 126 poetas escriben cautivados por la música negra que, a poco que avanzó el siglo, conquistó el mundo y se mezcló con cualquier ritmo.

Como ejemplo, Guijarro ha puesto la devoción por el jazz de Gabriel Celaya -"no es lo que podría esperarse de un poeta social y comprometido de su época", ha señalado- quien dedicó al jazz casi un libro entero y en esta antología está representado con varias composiciones.

El poeta Joan Margarit, según el antólogo, es el que escribe de jazz en casi todos sus libros "con una profundidad muy personal" y es quien aporta más poemas, cinco, y tiene un hijo músico que es músico de jazz y su profesión de arquitecto le inclina a los temas urbanos, también a los ritmos de la ciudad.

De García Lorca ha dicho Guijarro que tal vez fuese el único poeta de su generación que escuchó jazz en un club de Harlem, el "Paradise", como refleja en "Poeta en Nueva York", mientras que Jorge Guillén, en el poema "Los negros" evoca una canción de Louis Amstrong y una cita a Faulkner escrita durante su exilio en Estados Unidos, en la época del liderazgo de Martin Luther King.

De la novedad que supuso el jazz es prueba que en algunos versos, como en los del poeta bohemio sevillano y aristócrata apócrifo Rafael Lasso de la Vega, se le denomina música "de cabaret", palabra que en los años veinte, según Guijaro, se convirtió en un "término paraguas" para designar nuevas corrientes musicales y dancísticas.

El raro poeta Fonollosa denuncia en otro poema cómo los blancos tratan de apropiarse de la música de los negros y Félix Grande, amante del flamenco, establece en sus versos un paralelismo entre una música y otra, fraguadas ambas en ambientes de marginación, mientras que los versos de Francisco Brines, según Guijarro, tienen un aire melancólico.

Luis Alberto de Cuenca, que ha escrito canciones para "La Orquesta Mondragón" y para Loquillo, describe las canciones de Dinah Washington como "un grito (o un susurro) de angustia y soledad", mientras que Eduardo Jordá toma el clásico "Bird" para el poema que dedica a otro clásico, Charlie Parker.

"Fruta extraña" ha tomado su título de un poema con el que el profesor blanco Abel Meeropol denunció, con el pseudónimo de Lewis Allan, en un poema los linchamientos de negros en algunos estados del Sur, lo que hizo con esa imagen poética, la "fruta extraña" que colgaba de los árboles del Sur: "Cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña".

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