Las consecuencias del caso NoW para Cameron

  • Análisis: El futuro político del primer ministro británico puede estar en peligro. La polémica de las escuchas ilegales del tabloide puede dañar la imagen del político y dirigente británico.
Cameron lamenta haber fichado al exdirector de "News of the World"
Cameron lamenta haber fichado al exdirector de "News of the World"
Michael Goldfarb, Londres (Reino Unido) | GlobalPost

A comienzos de la semana pasada el panorama se le presentaba muy oscuro al primer ministro británico David Cameron.

El escándalo de las escuchas telefónicas de News of The World se había llevado por delante al jefe de la Policía, Sir Paul Stephenson, y al jefe de la unidad de antiterrorismo, John Yates. Ambos tuvieron que dimitir por la deficiente actuación de Scotland Yard en las investigaciones de los pinchazos.

Rupert Murdoch había viajado a Londres para declarar en el interrogatorio de un subcomité del Parlamento británico que estudia el asunto.

Y sobrevolando por encima de todo ello estaba la sospecha de que el escándalo había sido silenciado y poco investigado porque el director de News of the World en la época en la que el tabloide actuaba sin freno era Andy Coulson, jefe de prensa hasta el pasado enero de David Cameron.

Mientras tanto, Cameron estaba de viaje en África en una misión comercial de cuatro días. Una decisión, como mínimo, poco acertada. Cuando se cuestionaba abiertamente su capacidad de decisión, dejar el país hacía parecer al primer ministro aún más desconectado de la realidad.

Las preguntas sobre la relación de Cameron con el escándalo son importantes. ¿Cómo entró en contacto con Coulson? ¿Lo hizo para ganarse el favor de Rupert Murdoch? ¿Cuánta influencia tenían Murdoch y su consejera delegada Rebekah Brooks (a su vez también ex directora de News of the World) sobre Cameron?

Pero más allá de todo eso, ¿por qué contrató a Coulson en primer lugar, cuando acababa de dimitir como director del periódico más vendido de Gran Bretaña?

Sean cuales sean los méritos de Coulson, Cameron es un político profesional cuyo único trabajo "corriente" ha sido como relaciones públicas de una empresa de televisión durante una breve etapa. Debería de haberse preguntado qué le podría parecer a la gente el hecho de que contratase al director de un periódico conocido por su sensacionalismo.

De hecho, no necesitaba hacer la pregunta. Coulson era una mercancía muy deteriorada.

Una parte importante de la respuesta puede estar en esta frase, que circulaba entre los ejecutivos de la prensa poco después de que Cameron saliese elegido líder del Partido Conservador: "Soy el heredero de Blair". Entre las muchas cosas que Cameron imitó del ex primer ministro laborista figura su nombramiento de su jefe de prensa. Blair contrató en su día a Alistair Campbell, un hábil ex director de tabloides. Coulson siguió sus pasos.

La razón por la que Blair y Cameron contrataron a directivos de los tabloides es obvia, según explica el ex director de periódicos Roy Greenslade. Cameron y Blair, según él, "carecen del toque popular".

Tanto Blair como Cameron proceden de familias bien posicionadas, y acudieron a escuelas privadas antes de estudiar en Oxford. No hablan el lenguaje de la calle. Y para llegar a la mayoría de los votantes resulta práctico tener a alguien que maneje el lenguaje de los tabloides para llevar los temas de comunicación.

Además, dice Greenslade, así "sienten que tienen acceso al núcleo próximo a los directores. Si hay una tormenta, saben a qué personas tienen que llamar".

La semana pasada, cuando Cameron comparació en la Cámara de los Comunes para explicar de nuevo su relación con Coulson, se enfrentó a un auténtico momento de crisis. A punto estuvo de superar a Blair en sus notables ejercicios verbales. A medida que avanzaba la guerra en Irak, el ex primer ministro británico se hizo famoso por sus largas sesiones de preguntas y respuestas ante la prensa, el Parlamento y comités especiales que analizaron dosieres sospechosos, la manipulación de datos del espionaje y la muerte de David Kelly. Y lo hizo sin pestañear ni perder la calma. Nadie logró ponerle la mano encima a Blair.

Lo mismo ocurrió hace unos días con Cameron. Durante dos horas y media, el primer ministro contestó 136 preguntas planteadas por los diputados. Se mostró firme y relajado. Incluso a mitad de la sesión sonrió y citó a Margaret Thatcher, que en su última intervención en la cámara dijo "Estoy disfrutando esto".

Resulta difícil imaginar a los recientes presidentes de EEUU ser capaces de presentarse ante el Congreso y responder durante dos horas y media a preguntas desconocidas, y mucho menos "disfrutar" de ello.

El presidente Obama seguramente adoptaría el papel de profesor serio de Derecho y al cabo de media hora el Congreso se rendiría por puro aburrimiento. Bill Clinton podría haber aguantado (al fin y al cabo estudió en Oxford), pero tiene su genio y a la octava pregunta sobre Monica Lewinsky habría estallado.

Esa no es la manera de funcionar de Cameron. Se le puede repetir la misma pregunta, cuestionar su honestidad, mofarse de sus respuestas, pero ni se sonroja ni pestañea. Simplemente sigue adelante, con todas las válvulas sincronizadas.

La actuación de Cameron parece haber rebajado presión a la crisis. Al igual que Blair, no cuenta con la confianza de las bases de su partido, que le creen demasiado dispuesto a renunciar a algunos principios por ocupar el centro político. Después del debate en el Parlamento, se reunió con algunos diputados conservadores, certificando que pese a la dura sesión todavía cuenta con el apoyo de los suyos.

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