La presidencia y la espada dejan sin premio a los toreros en Bilbao

  • La negativa de la presidencia a atender una mayoritaria petición de oreja y, sobre todo, los constantes fallos con la espada dejaron sin premios tangibles a los tres toreros que hoy actuaron en la séptima de las Corridas Generales de Bilbao.

Paco Aguado

Bilbao, 22 ago.- La negativa de la presidencia a atender una mayoritaria petición de oreja y, sobre todo, los constantes fallos con la espada dejaron sin premios tangibles a los tres toreros que hoy actuaron en la séptima de las Corridas Generales de Bilbao.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Jandilla, de muy desigual cuajo y volumen, pero todos muy seriamente armados con largos y astifinos pitones. En cuanto a juego, resultaron descastados los dos primeros, manejable y noble el sexto, y ásperos, inciertos y a la defensiva el resto.

Juan José Padilla: estocada tendida y desprendida (palmas); y estocada (gran ovación tras petición de oreja y dos avisos).

Miguel Ángel Perera: estocada trasera (ovación); y bajonazo (vuelta al ruedo tras aviso y muy fuerte petición de oreja).

Iván Fandiño: tres pinchazos, estocada tendida y desprendida, y descabello (silencio tras aviso); y dos pinchazos y estocada trasera (ovación tras aviso).

Buen tercio de varas de Rafael Agudo con el cuarto, turno en el que saludó en banderillas Miguel Martín.

Con tarde fresca, la plaza de Vista Alegre se cubrió en dos tercios de su aforo en el séptimo festejo de abono de las Corridas Generales.

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ESFUERZOS SIN RECOMPENSA

Fue una tarde desabrida en su nudo y en su desenlace. Con un fresco otoñal calando en los tendidos y con varios ásperos y peligrosos toros de Jandilla poniendo a prueba el valor y los reflejos de los toreros, el ambiente no fue precisamente de fiesta en el día central de las fiestas de Bilbao.

Aun más, pudo ser incluso tarde de drama, pues Juan José Padilla sufrió hasta dos aparatosas volteretas de las que salió milagrosamente indemne, igual que Fandiño se libró por los pelos de resultar herido ante las peligrosas coladas de su primero.

Padilla concretó poco ante el que abrió plaza, rajado pero manejable, con el que no terminó de entregarse. Pero el cuarto, aparentemente flojo en los primeros tercios, y que incluso llegó a derrumbarse en el inicio del trasteo, se fue creciendo ante el liviano muleteo del torero de Jerez.

Mediada la pelea, el toro ya era otro muy distinto, venido arriba y apretando en cada arrancada hasta que alcanzó a Padilla con un certero pitonazo en el muslo derecho, aunque sin llegar a herirle.

Continuó con pundonor el jerezano ante los buidos pitones, intentando volver a tomar las riendas de la situación, pero en otro descuido, ahora sí, el toro se lo echó a los lomos y lo zarandeó secamente en el suelo, desde donde se libró de milagro de un serio percance.

Sin afligirse, Padilla se tiró a matar por derecho para lograr una buena estocada de la que el astado se amorcilló hasta dar tiempo a que sonaran dos avisos que enfriaron los deseos del público de premiar su esfuerzo.

Pero el gran alarde de valor de la tarde lo hizo Miguel Ángel Perera con el quinto, un toro violento y cornalón que salió aparentemente descoordinado de movimientos y que fue incluso protestado

Poco picado por ello, el de Jandilla comenzó a soltar constantes y duros tornillazos a la muleta de Perera desde el primer instante, que fueron respondidos por el extremeño con total firmeza de plantas y un seco y paciente valor para aguantarlos sin dar un paso atrás.

Más de la mitad del trasteo empleó Perera en atemperar tanta violencia, hasta que, pase a pase, logró meter en el engaño a un toro que siempre amagó con cogerle pero que no tuvo más opción que rendirse a la autoridad del matador, que saboreó su victoria alardeando a centímetros de sus serias defensas.

Sólo el feo bajonazo con que el de Badajoz remató su esfuerzo fue el asidero del presidente -con el que Perera mantiene un largo pleito en esta plaza- para negarle la oreja que se le pidió por absoluta mayoría.

El final de la corrida resultó menos crispado gracias a la nobleza, sin calidad, del sexto, un toro que compensó a Iván Fandiño de los malos tragos que, en varias amargas coladas, le hizo pasar el peligroso e incierto tercero.

Se movió mucho y repitió sus simplonas embestidas ese último toro, de pelo burraco, mientras el torero vasco le llevó en líneas paralelas y sin hacerle emplearse de más tras el engaño.

Pero fue ya mediada la obra cuando Fandiño, más entregado que el de Jandilla, le llevó más sometido, con la mano más baja, en una excelente tanda de naturales que luego se quedó en nada tras dos pinchazos que bajaron el ambiente a la misma temperatura de la fría tarde bilbaína.

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