Agresión sexual (o no) en Gran Hermano: Telecinco siempre pierde

  • La concursante no ha denunciado y podría volver a la casa este jueves. 
Los protagonistas de la agresión.
Los protagonistas de la agresión.
Telecinco

El programa Gran Hermano Revolution ha expulsado a uno de sus concursantes por una supuesta agresión sexual a otra de las participantes en el 'reality' y se han puesto los hechos en conocimiento de la Guardia Civil, aunque el cuerpo armado español ya ha anunciado que no se investigarán. Una historia capaz de provocar notable desasosiego en un país en el que cada año se denuncian más de mil agresiones sexuales.

Ante unas sospechas tan hirientes para la sociedad, la buena praxis parece aconsejar la suspensión del programa hasta que se resuelva el incidente, dada su gravedad. Es evidente que no ha sido así y no parece que vaya a serlo. De hecho, son la expulsión y salida temporal las únicas medidas que han tomado la dirección de Gran Hermano. Una laxitud que para algunos no indicaría más que una estrategia posiblemente intencionada para alzar en lo posible la audiencia del programa. Un planteamiento difícil de comprar y que solo puede entenderse desde la maledicencia: no se puede creer que nadie sea capaz de tal ruindad por el 'share'. Lo peor es que, tanto en un caso como en otro, la cadena tiene difícil justificación como demuestran las citas, sentencias y adagios que a lo largo de la historia nos han llegado. Aunque de un lado o de otro, parece que la cadena siempre pierde. 

Si fuera mentira…

El pasaje evangélico lo deja claro: “No mintáis, no practiquéis lo que odiáis! (…) Pues no hay nada escondido que no será revelado y no hay nada oculto que quedará sin ser descubierto”. O en su versión popular: “Antes se coge a un mentiroso que a un cojo”. Porque la Guardia Civil no forma parte del programa. Su investigación será, como en todos los demás casos, concienzuda y tenaz. Y si todo fuera un montaje, lo acabarían sabiendo. Por eso resulta increíble aferrarse a esta tesis. Tenía razón Sófocles cuando, en una frase que se le atribuye, afirmó que “la mentira nunca vive hasta llegar a vieja”. Y cuando el fin le alcance, si es que ha sido mentira, se vera cuánta razón tuvo Albert Camus cuando dijo que “la verdad, como la luz, ciega. La mentira, por el contrario, es un bello crepúsculo que realza cada objeto”.

Según la dirección del programa, la concursante que supuestamente ha sido víctima de la agresión -que no presentará denuncia, según han advertido las agencias de noticias-, ha abandonado la casa de forma momentánea, pudiendo reingresar durante el programa de este jueves. A esta vuelta, se le sumaría el inicio de las investigaciones por parte de la Guardia Civil, con su consiguiente cacareo en tertulias y redes sociales y un desvelamiento por etapas de todo lo sucedido. Lo dijo el maestro Gonzalo Torrente Ballester: “Una buena mentira hay que contarla por etapas, como toda narración bien compuesta”. 

“Y después de todo, ¿qué es una mentira?”, se pregunta Lord Byron, para responderse a continuación: “Nada más que la verdad con máscara”. Quizá esta, mejor que ninguna otra cita, podría describir, de demostrarse, que todo ha sido un montaje, la verdadera naturaleza del televisivo engaño, pues a una verdad que desangra la conciencia de la sociedad, que hiende un filo hasta sus más hondos principios, como es la agresión sexual, se le habría puesto una máscara con la que perpetrar un vodevil vergonzoso. Y si todo resultó ser un montaje, se dará cumplimiento, como en tantas otras ocasiones, a aquellas endecasílabos de Félix María de Samaniego: “¡Cuántas veces resulta de un engaño/contra el engañador el mayor daño!”. Por eso mismo, no se puede creer que la cadena esté en este juego.

Si fuera verdad…

Por tanto, sucede que a muchos nos resulta impensable que una cadena de televisión pueda fingir una agresión sexual para lograr subir la audiencia. Entonces, todo sería verdad -o habría una sospecha de que podría serlo- y un tipo podría haber agredido sexualmente a una mujer, en una casa ¡repleta de cámaras! En ese caso, aún cuando quedarían descargados los responsables de la marca del engaño y la mentira, no lograrían desembarazarse del signo que deja la tibieza ante un mal tan evidente.

Tibieza por no haber suspendido de manera inmediata el programaPorque, si es verdad, de manera consciente o inconsciente, premeditada o no, la productora y la cadena de televisión se habrán aprovechado de un delito, de maldad especialmente permeable. Y lo dejó dicho y escrito Cicerón: “La sola idea de que una cosa cruel pueda ser útil es ya de por sí inmoral”.

Alfred de Musset, excelso poeta del romanticismo francés, escribió que “el mal existe, pero no sin el bien, como la sombra existe pero no sin la luz”. Porque es precisamente cuando el bien -asistir a quien está en peligro o suspender un programa- deja de ‘hacerse’, cuando el mal -una agresión sexual, una actitud tibia frente a ella- campa a sus anchas, porque de una omisión o de una media acción no surge nunca una respuesta al mal, sino más mal. Y ya alertó el padre de la historia, Heródoto: “No intentes curar el mal por medio del mal”.

Lo cierto es que no es tan complicado. Tolstoi, con esa gravedad tan propia, lo afirmó con sencillez: “No hagáis el mal y no existirá”. Y actuar con recato ante un mal tan evidente, puede que no sea hacer el mal, pero sí es ser su cómplice. Se le atribuye una frase al neoplatónico Plutarco que condensa lo que implica la tibieza: “La omisión del bien no es menos reprensible que la comisión del mal” y, como si continuara con esta cita, Einstein la completó con un aviso: “El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad”. A fin de cuentas, tuvo razón Burke cuando escribió que “para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada”.

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