Lama de Góngora, sin espada, renueva la ilusión de Sevilla

  • El novillero local Lama de Góngora, que falló con la espada tras dos buenas faenas, renovó la ilusión que el año pasado pusieron en él los aficionados de Sevilla, en la novillada que abrió hoy la Feria de Abril.

Paco Aguado

Sevilla, 10 abr.- El novillero local Lama de Góngora, que falló con la espada tras dos buenas faenas, renovó la ilusión que el año pasado pusieron en él los aficionados de Sevilla, en la novillada que abrió hoy la Feria de Abril.

FICHA DEL FESTEJO: Cuatro novillos de Juan Pedro Domecq (el quinto como sobrero) y dos de Parladé (1º y 6º), de escaso remate y feas hechuras y de juego deslucido y descastado en general.

Gonzalo Caballero: estocada delantera (ovación); tendida desprendida (silencio).

Sebastián Ritter: estocada baja (silencio); cinco pinchazos y seis descabellos (silencio tras aviso).

Lama de Góngora: tres pinchazos y bajonazo (ovación); cuatro pinchazos y dos descabellos (ovación tras aviso).

Gonzalo Caballero fue atendido en la enfermería de una conmoción tras ser volteado por su primero.

Saludaron en el sexto, por sus pares de banderillas, Antonio Osuna y Antonio Ronquilo y, por la brega, Cándido Ruiz. También destacaron con el capote los banderilleros Miguel Martín y Rafael González.

La plaza registró dos tercios de entrada.

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LOS NOVILLEROS, POR ENCIMA

Varios pinchazos y golpes de descabello dejaron sin trofeos, al menos uno en cada novillo, al sevillano Lama de Góngora, después de dos meritorios y artísticos trasteos en la novillada que abrió la serie continuada de festejos de la Feria de Abril de Sevilla.

Aunque le correspondieron los dos únicos novillos con ciertas opciones del deslucido y feo encierro de los dos hierros de Juan Pedro Domecq, Lama contribuyó mucho en mejorar las condiciones de ambos haciéndoles un toreo templado, asentado y cargado de buen gusto, en dos faenas de perfecta medida y estructura.

El novel sevillano, que vistió el traje con el que fue premiado por triunfar en el certamen de novilladas sin picadores celebrado en esta misma plaza el pasado año, renovó así las ilusiones que puso en él una afición que busca relevos para ese concepto "sevillano" del toreo con que siempre ha vibrado especialmente.

Con un primer novillo noble pero muy escaso de fuerzas y con un sexto serio y reservón, Lama abrió sus actuaciones yéndose a recibirlos a la puerta de chiqueros, prolongando ese saludo con dos largas de rodillas más en el último.

Aunque luego no pudo lucir demasiado con el capote, con la muleta sí que ofreció una gran dimensión. En sus dos trasteos hubo firmeza, temple y criterio, sacando muletazos templados, mecidos sobre todo los naturales a su primero y con gran mérito y recorrido los del segundo.

Ambas faenas, acompañadas además por la música, le hubieran valido dos seguros trofeos de no haber fallado con la espada reiteradamente. Pero, con orejas o sin ellas, la actuación de Lama de Góngora no pasó desapercibida para los buenos catadores de la afición sevillana.

Al madrileño Gonzalo Caballero le correspondieron dos novillos muy deslucidos, sin raza ni fuerzas, venidos abajo y afligidos a las primeras de cambio. Con ambos estuvo el de Torrejón asentado y solvente, demostrando haber adquirido el oficio que le faltaba justo hace un año, cuando debutó con picadores en esta misma plaza y feria.

Ese oficio no fue óbice para que Caballero se llevara una fuerte paliza del primero de la tarde, una vez que arriesgó en exceso al rematar la faena por bernadinas. Tras estoquearlo, pasó a la enfermería visiblemente conmocionado, pero aún tuvo arrestos para salir de nuevo al ruedo y recibir al cuarto a portagayola y con el capote a la espalda.

También por encima de su lote estuvo el colombiano Sebastián Ritter, sólo que en su caso tuvo que enfrentarse al lote de más complejidad y peligro.

Ritter se empleó con ambos con gran quietud, apoyada en un valor seco y frío que le hizo aguantar impávido las violentas dudas en las embestidas de los dos enemigos, e incluso algún feo pitonazo. Aun así, parte del público no terminó de valorar en su verdadera medida tal despliegue de sinceridad del novillero de Medellín.

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