Las pinturas de Carducho para El Paular, reunidas tras casi dos siglos

  • Las 52 pinturas de la serie que Vicente Carducho realizó para el claustro del Monasterio de Santa María del Paular han vuelto a reunirse en su ubicación original, después de casi dos siglos de dispersión.

Mila Trenas

Rascafría (Madrid), 28 jul.- Las 52 pinturas de la serie que Vicente Carducho realizó para el claustro del Monasterio de Santa María del Paular han vuelto a reunirse en su ubicación original, después de casi dos siglos de dispersión.

Los más de 40 metros de galerías del claustro se han enriquecido con las pinturas en las que Carducho (Florencia,1576-Madrid,1638) narró la historia de la orden de los Cartujo.

La ministra de Cultura Ángeles González Sinde ha presentado la recuperación de la serie en un acto en el que recordó que las 52 obras que se conservan en la actualidad han sido recuperadas y restauradas bajo la dirección del Museo del Prado, propietario de las mismas.

Otras dos pinturas de la misma serie desaparecieron en Tortosa durante la Guerra Civil española.

La reintegración de las obras ha sido posible gracias a la implicación de la Dirección General de Bellas Artes, que ha gestionado la rehabilitación del claustro gótico del Monasterio, con más de treinta proyectos, para su nuevo uso como sede permanente de la serie.

Las obras fueron creadas por Carducho para este espacio, en el que permanecieron durante más de dos siglos hasta aproximadamente 1835 en que tanto la Cartuja como las pinturas fueron afectadas por la desamortización de Mendizábal.

Ni el prior Juan Baeza, que en 1626 hizo el encargó, ni Carducho "podían imaginar que el mayor ciclo pictórico fuese extirpado y diseminado. Ahora, tras dos siglos, culmina con un final feliz. Lo que se sacó de los muros regresa a ellos", afirmó la ministra.

El Monasterio, que ha recibido también la devolución de la "Última cena" de Eugenio Orozco procedente del Museo Cerralbo, pertenece al Estado desde 1876, y en 2014 concluirá el convenio de cesión a la orden benedictina, firmado en 1954 y renovado en 1984.

González Sinde señaló que el Ministerio está trabajando en una propuesta de gestión integral del conjunto que se presentará próximamente.

Sobre la inversión realizada, que desde 1996 asciende a 11.461.884 euros a los que se suman los 770.000 euros que ha costado la restauración de las pinturas, consideró que "está a la altura de la magnitud del proyecto".

Las pinturas de Carducho no son solo una obra de arte "sino una fuente de pensamiento religioso", según González-Sinde, quien deseó que la devolución de las obras ayude a los que viven en el Monasterio a sus fines de meditación y reflexión. "El claustro recibe aquello que nunca debía haberse ido, su tesoro".

El Prado inició en el año 2000 el proceso de recuperación de la serie pictórica más completa y ambiciosa jamás realizada sobre la orden de los cartujos.

En la larga restauración realizada se han recuperado también los formatos originales de los lienzos, rematados en arco de medio punto para poder adaptarse a la arquería gótica del Claustro.

"El rey Felipe IV autorizó a Carducho, pintor de cámara, a realizar esta serie, la más importante tanto por número de obras como por la intensidad de lo que se le pide al artista. El prior Juan Baeza trazó las historias que Carducho debía pintar", recordó la jefa de conservación de Pintura Española del Prado, Leticia Ruiz.

Consciente de la importancia del proyecto, el artista hizo numerosos estudios, dibujos y bocetos preparatorios a color, "cuyo grueso fue adquirido hace pocos años por el Museo del Louvre.

Carducho "era el gran relator de la pintura española del siglo XVII. Fue el único que hizo tres cuadros de batallas para el Salón de Reinos y sin embargo no se podía ver reunida en ningún sitio su obra", señaló Leticia Ruiz.

Consideró, además, que el trabajo realizado ha sido uno de los más emocionantes que ha hecho. "Hemos recuperado no solo la serie para el Monasterio, sino que la historia del arte ha recuperado a Carducho como pintor".

El artista concibió las grandes telas como pintura mural. Los lienzos, de 3,45 x 3,15 m, fueron colocados sin bastidor sobre los muros. A lo largo del tiempo, las humedades y la luz solar perjudicaron la estabilidad de las obras, aunque fue en el proceso desamortizador cuando comenzó su deterioro más notorio.

A partir de 1835, los lienzos se arrancaron de los muros para su trasladado al convento madrileño de la Trinidad, donde pasaron a formar parte del Museo Nacional de Pintura y Escultura, que abrió sus puertas en 1838.

El Museo de la Trinidad cerró en 1892 y sus fondos pasaron al Museo del Prado. Las grandes dimensiones de los cuadros imposibilitaban su exhibición y almacenamiento, por lo que se distribuyeron por diferentes museos e instituciones españolas.

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