Este lunes, Madrid se teñía de rojo y amarillo para celebrar con los chicos de la Selección de baloncesto su victoria en el Mundial de Baloncesto, celebrado en China. Los jugadores de Sergio Scariolo se hicieron con el oro por segunda vez en la historia y había que festejarlo como se merece después de la gesta conseguida.
Los campeones tenían preparada una fiesta en las calles de la capital pero, antes, tocaba cumplir con el protocolo, lo que suponía llevar el trofeo a la Moncloa para presentarlo ante el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y después pusieron rumbo al Palacio de la Zarzuela para visitar a los Reyes Felipe y Letizia.
Los soberanos, en sus cinco años de reinado, ya han recibido a varias generaciones de deportistas españoles que han ganado importantes premios, algo que les encanta compartir con ellos. Y casi siempre suelen tener algún detalle con ellos, sobre todo la Reina, a través de su estilismo. Este lunes lo volvió a tener.
Letizia se puso un vestido muy acorde con el momento, ya que era de color rojo, el color nacional y, además, su favorito. La historia de amor de la Reina con esta tonalidad viene de lejos, pues incluso antes de casarse ya hizo su presentación en sociedad vestida con un espléndido traje rojo de Lorenzo Caprile en la boda de Federico y Mery de Dinamarca, uno de sus mejores looks hasta la fecha.
Así, este lunes repitió con el rojo con un vestido de los más habituales en ella: corte midi, falda evasé y entallado de la parte superior. Era una creación de Carolina Herrera hecho a medida que combinó con unos salones rojos detalonados. Al estar dentro de Palacio, prescindió de bolso o cartera.
Como siempre, Felipe y Letizia estuvieron muy cercanos y cariñosos con los campeones, los cuales apenas habían dormido para regresar de China y poder celebrar en España la victoria. Posaron con todos y con el trofeo y les agradecieron su esfuerzo para traerlo para acá. Así, mostraron de nuevo su compromiso con el deporte español, una de las grandes pasiones de don Felipe, que llegó a ser abanderado de la delegación española en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992.
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