Dublín: la ciudad de las pintas de cerveza, la lluvia y los escritores

  • La literatura es vecina ilustre de Dublín. Stoker, Shaw, Joyce, Wilde y Swift pasearon por sus calles en busca de la inspiración que ha dado lugar a grandes obras de la literatura irlandesa y universal. Décadas, siglos después, la cuidad sigue acogiéndolos en su seno sin dejar que caigan en el olvido más allá de sus obras.

En el ambiente dublinés flotan tres olores o sensaciones que definen la ciudad. El primero y más característico, esa lluvia calabobos contra la que un paraguas nada puede hacer. El segundo, ese tufillo a Guinness y Jameson que lo invade todo cada vez que uno de los cientos de pubs que pueblan la cuidad abre sus puertas. El último, y mucho más cultural, ese olor a tinta y papel que evoca la época en la que James Joyce, Oscar Wilde y Bram Stoker buscaban inspiración es sus calles. Porque Dublín es la ciudad de la lluvia, de las pintas de cerveza y de los escritores.

De estos últimos se puede hablar largo y tendido, porque en Dublín los escritores de renombre son legión. El turista 2013quizá los oriundos están más acostumbrados a convivir día a día con la literatura con mayúsculas2013 no puede evitar dejarse atrapar por una ciudad que inspiró a autores como Joyce, Wilde, Shaw, Stoker, Yeats y tantos otros. Algunos cuentan con sus propias casas museo, como los tres primeros mencionados, el resto tienen todos un hueco en el Museo de los Escritores de Dublín.

Tras una entrada más bien austera, en un edificio de cuatro plantas de ladrillo y situado al lado de una iglesia se esconden tesoros literarios y un repaso a conciencia de la historia de la literatura de Dublín y, por extensión, de Irlanda. En vitrinas prohibidas para las cámaras fotográficas pasan una detrás de otra la vida y obra de autores irlandeses de renombre. Retratos, cartas manuscritas, objetos personales, primeras ediciones2026 Todo para recorrer la historia de la literatura irlandesa, pero también universal. Por que Los viajes de Gulliver, Ulises, La importancia de llamarse Ernesto y tantas otras son obras que trascienden las fronteras de la isla.

Dublín cuida su historia literaria con museos, placas conmemorativas, conferencias y tours pensados en torno a títulos como Drácula. Pero, sobre todo, idolatra a James Joyce. El autor de Dublineses es toda una institución en la ciudad. Incluso tiene su propio día. En realidad, es el de uno de sus personajes más célebres, Leopold Bloom. El protagonista de Ulises vive su periplo por la ciudad un 16 de junio y ese día, desde 1954, son muchos los dublineses que se animan a rememorar el contenido de esas páginas escritas por Joyce en 1922. Comen y cenan lo que él y visitan los lugares que se mencionan en la novela en el llamado Bloomsday.

Joyce, Wilde, Yeats, Swift2026 todos ellos presentes y con un hueco en el corazón de una ciudad donde la literatura es un habitante más. Pero hay mucho más, otros desconocidos para el gran público que son también merecedores de la atención de cualquier visitante que presuma de bibliófilo. Imprescindible resulta la visita a la histórica biblioteca del Trinity College cuyos muros plagados de viejas estanterías y tomos polvorientos y raídos por el tiempo se encuentra uno de los tesoros de la ciudad, el libro de Kells.

Una de las mejores opciones es pasear y dejarse llevar por las calles y los parques, como el de Merrion Square. En este reducto verde en medio de la ciudad situado frente a la casa donde vivió Oscar Wilde se encuentra una sugerente estatua del autor de El retrato de Dorian Gray. Recostado en una piedra y con su característica melena ondeada por el viento. Simbólico, se entiende.

Rras el castillo, otra sorpresa. Donde estaba la laguna que dio nombre a la cuidad se levanta un edificio cuya apariencia no deja entrever lo que se esconde tras sus puertas de cristal. Al otro lado de estas, en sus salas de exposiciones, un recorrido por la historia de libro y ejemplares con siglos en sus páginas del Corán y la Biblia. Una colección privada legada por el estadounidense Chester Beatty, un gran amante de los libros y la cultura que dedicó su vida a coleccionar tesoros impresos y decidió que su herencia reposase en Dublín, cuidad de escritores.

M. J. Arias
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