Ledesma resucita a Silver Kane, el autor del Oeste, con La Dama y el recuerdo

  • Madrid.- El franquismo le acusó de rojo y pornógrafo por "Sombras viejas", que ganó el premio Internacional de Novela, y eso llevó a González Ledesma a escribir bajo el pseudónimo de Silver Kane para firmar más de 400 novelas del Oeste entre los años 50 y 70. Ahora, a sus 83 años, vuelve con "La Dama y el recuerdo".

Ledesma resucita a Silver Kane, el autor del Oeste, con La Dama y el recuerdo
Ledesma resucita a Silver Kane, el autor del Oeste, con La Dama y el recuerdo

Madrid.- El franquismo le acusó de rojo y pornógrafo por "Sombras viejas", que ganó el premio Internacional de Novela, y eso llevó a González Ledesma a escribir bajo el pseudónimo de Silver Kane para firmar más de 400 novelas del Oeste entre los años 50 y 70. Ahora, a sus 83 años, vuelve con "La Dama y el recuerdo".

Un homenaje con el que el escritor barcelonés Francisco González Ledesma, abogado, guionista, periodista e icono de la novela negra, regresa al salvaje Oeste de pistoleros, damas de saloon, indios, cementerios, caballos y sheriff, en una Kansas donde "el sentido de la Justicia se mezcla con la crueldad", como reconoció hoy el autor durante la presentación de "La Dama y el recuerdo" (Planeta).

Una experiencia y regreso a un género que le ha devuelto "juventud" y "emoción" a González Ledesma, curtido en la dura posguerra, con el hambre en las calles de una Barcelona, dice, en la que "imperaba la solidaridad", característica que no ha abandonado a este hombre, bonachón y humilde, que asegura que con esta nueva novela, solo quiere "entretener y que la gente se lo pase bien".

"Escribir estas novelas me dio dinero -apunta-. Se vendían muy bien porque no había televisión. Eran baratas y a la gente le entretenían desde la primera página. Éramos tres los que estábamos: Manuel Lafuente Estefania, Corin Tellado, con sus novelas de amor, y yo, con las novelas del Oeste, de las que vendí 60.000 ejemplares al mes".

Ledesma cobró por su primera novela 150 pesetas, que le pagaron a plazos.

Tiempos grises en los que González Ledesma no había visitado el Oeste y solo se podía alimentar para sus guiones con películas, como "La Diligencia", "Duelo a sol", "Solo ante el peligro" o "Camino de Santa Fe", entre otras. Luego le traerían todo el material de fuera, que traducía con ayuda.

Pasado el tiempo, y ya en Democracia, sí pudo visitar el Oeste americano y las tribus indias de las que tanto habló en sus libros de quiosco y pipas, con "ingenuidad, rapidez y entusiasmo", los tres ingredientes que asegura que le hacían falta para escribir hasta las seis o siete de la madrugada sus novelas, ya que por el día estudiaba y trabaja; primero de abogado, luego de periodista.

"Novelas con todos los tópicos del Oeste mezclados con situaciones dramáticas, relata el autor y añade: "pero las grandes verdades de la vida también son ingenuas, la muerte y la vida son las dos grandes ingenuidades, no?", espeta.

Cuando González Ledesma pudo escribir con su verdadero nombre, tras la muerte del dictador, publicó novelas como "Los Napoleones" (1977) o "Expediente Barcelona", primera de sus intrigas protagonizadas por el inspector Méndez y finalista del Premio Ciutat de Valéncia, en 1983. Y con su inspector Méndez se hizo también con el Premio Planeta en 1984 y su "Crónica sentimental en rojo".

Desde entonces este prolífico escritor no ha parado y también se ha llevado el premio Hammett o el Mytère. Reconocimientos, todos ellos, a su labor como autor de novela policiaca.

"La novela policíaca ahora tiene un éxito increíble -sostiene-, y es que tiene la cualidad de atrapar porque tiene un enigma que resolver y después, contiene análisis social".

Sin embargo, Stieg Larsson y su saga "Milenium" no le gusta. "La novela negra tiene que tener una lógica verdadera, y en esa novela hay cosas que son imposibles, y otras cosas que no entiendo por mentalidad".

González Ledesma, que ejerció años como abogado, algunas veces defendiendo a escritores y sus derechos de autor, dice que dejó la profesión porque lo pasaba mal defendiendo, de vez en cuando, injusticias. De ahí se puede deducir que este autor prefiere volver a instaurar el imperio de la ley en el Viejo Oeste, entre polvo y cárceles atestadas de ladrones a la espera de una posible horca.

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