Littell regresa a una Chechenia en reconstrucción bajo el despótico Kadirov

  • Barcelona.- El escritor Jonathan Littell, autor de "Las benévolas", regresa en su última obra a Chechenia, la república rusa del Cáucaso más castigada por la guerra adonde acudió en varias ocasiones como miembro de una ONG humanitaria y que ahora encuentra en reconstrucción, bajo la despótica dirección de Ramzan Kadirov.

Barcelona.- El escritor Jonathan Littell, autor de "Las benévolas", regresa en su última obra a Chechenia, la república rusa del Cáucaso más castigada por la guerra adonde acudió en varias ocasiones como miembro de una ONG humanitaria y que ahora encuentra en reconstrucción, bajo la despótica dirección de Ramzan Kadirov.

Littell, nacido en Nueva York en 1967 y residente en Barcelona, viajó en abril de 2009 a la república caucásica, donde durante dos semanas pudo reunirse con activistas por los derechos humanos, ex guerrilleros independentistas, muftís y representantes de la administración de Kadirov.

El resultado de su viaje es "Chechenia, año III" (RBA), un documentado relato periodístico sobre la Chechenia actual, que destila un sentimiento agridulce, pues la acelerada reconstrucción del país contrasta con la lacra de la corrupción, los abusos del poder, las arbitrariedades y la radicalización islamista.

En 120 páginas, Littell retrata con toques de ironía la desconcertante personalidad del joven caudillo checheno, Ramzan Kadirov, hijo del muftí Ajmad-Jadzhi Kadirov, a quien el Kremlin propulsó hacia el año 2000 como nuevo hombre fuerte de la pequeña república para hacer frente a los secesionistas.

Ramzan Kadirov conserva la fidelidad prorrusa de su padre y adora a Vladímir Putin, el hombre que le entregó las riendas de Chechenia cuando su padre saltó por los aires en 2004 en un atentado perpetrado por la guerrilla.

Kadirov hijo tomó el mando de un territorio arrasado tras la guerra que lanzó el ejército ruso entre 1994 y 1996 sobre esta república secesionista y, sobre todo, tras la nueva invasión rusa, esta vez exitosa, llevada a cabo en 1999, según recuerda Littell.

Tras varios años de operaciones "antiterroristas" contra los rebeldes emboscados en las montañas del Cáucaso, las tropas rusas, que han sido objeto de innumerables denuncias por torturas y otras violaciones de los derechos humanos, han ido cediendo el timón de Chechenia a Kadirov.

Littell reconoce que los índices de violencia sistemática contra la población se han reducido en los últimos tiempos, pero todavía se registran asesinatos de presuntos independentistas o ataques contra las familias de jóvenes que deciden "irse al bosque" y unirse a la resistencia antirrusa, cada vez más vinculada al islamismo radical.

Kadirov ha adoptado la táctica de abrir sus puertas a ex jefes y milicianos independentistas con ganas de bajar de las montañas o de regresar de la diáspora, una política con la que se está ganando cierta reputación de reconciliador, aunque sigue mostrándose implacable con quienes no abandonan la resistencia.

Ramzan Kadirov, alerta Littell, se siente cada vez más impune para extorsionar, monopolizar todos los negocios que funcionan en Chechenia, hacer obscena ostentación de sus riquezas, rendirse un indisimulado culto a la personalidad, favorecer a los miembros de su clan, recortar libertades cívicas a las mujeres en nombre de un islam tradicionalista y perseguir sin escrúpulos a quienes se atreven a discutirle públicamente alguna decisión.

La paradoja que pone de relieve Littell es que la Rusia de Putin, al concederle un poder casi ilimitado a Ramzan Kadirov, está viendo cómo Chechenia vuelve a escapar a su control, con unas autoridades chechenas que, aunque juran fidelidad a Moscú, gobiernan a sus anchas este estratégico rincón del norte del Cáucaso.

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