Los años americanos de José Guerrero, en la Casa de las Alhajas

  • Mila Trenas.

Mila Trenas.

Madrid, 29 ene.- Con motivo de la celebración del centenario de su nacimiento José Guerrero regresa a la Casa de las Alhajas, sede de la Fundación Montemadrid, donde ya se expuso su obra en 1980 en una gran antológica dedicada al artista granadino.

Después de varios años, este espacio vuelve a abrirse a las exposiciones de arte y lo hace con uno de los grandes artistas del siglo XX del que se exhiben obras realizadas en los años americanos del pintor, gran número de ellas no expuestas anteriormente en España.

Organizada con la colaboración de Acción Cultural Española y el Patronato de la Alhambra y el Generalife, donde se mostró anteriormente con gran éxito, "The Presence of Black" exhibe 80 piezas entre lienzos, grabados, murales y dibujos, reflejo de los años americanos del artista.

Estos años fueron "los que más determinantemente marcarían su camino", afirmó la comisaria Yolanda Romero, directora del Centro José Guerrero de Granada, para quien esos años americanos, de 1950 a 1966, "han sido los más importantes y sin embargo no nos habíamos metido todavía en ellos. Su obra es muy conocida en España pero no esta etapa, por lo que va a aportar muchas novedades".

Recordó que Guerrero se consideraba un "exiliado cultural", que abandonó en España en busca de lo que no encontraba en nuestro país ni en Europa "introduciéndose en Nueva York, capital indiscutible de la cultura en los años 50".

En el Atelier 17 aprendió las técnicas del grabado e inició sus primeras experiencias abstractas en el ámbito de la abstracción biomórfica, "un paso intermedio en el que aparecen todavía figuras reconocibles", y al que se dedica la primera parte de la exposición con obras como "Black Cries", pintado con motivo del nacimiento de su hija Lisa; "Ocultos", "Signos", "Ascendentes", "Black Followers" y "Signo".

Momento importante fue la organización en 1954 de una exposición junto a Joan Miró. "El público se fijo en su trabajo e ingresó en la galería de Betty Parsons, en la que estaban artistas como Rothko o Pollock", recordó Romero.

Una de las novedades de la exposición es la que muestra a un Guerrero muralista que pretende integrar en la pintura los nuevos materiales que la industria de la construcción proporcionaba. Su amigo Mark Rothko fue uno de los que le convenció para que abandonara este camino.

La obra de Guerrero evolucionó hacia el expresionismo abstracto con obras en las que el pintor muestra signos claros de cambio, gracias al uso de colores provocativos, sumados a formas dramáticas, en los que el negro tiene notable protagonismo.

"A partir de 1958 dio un paso más en su inmersión en la escena artística neoyorquina al comprar el Gugghenheim varias obras suyas, participar en una exposición comisariada por Rosenberg y organizar su tercera exposición en la galería Betty Parsons, en la que reivindicó el negro como algo español", según la comisaria.

Ese año también fue de crisis y Guerrero empezó a ir sesiones con un psicoanalista "que le permitieron encontrarse a sí mismo. A partir de 1958 comienza a recuperar lentamente su mirada española, se encontró con lo popular desde Nueva York".

Su obra va cambiando de lenguaje, empiezan a aparecer lugares de su infancia en obras como "Albaicín" o "Sacromonte". Es un momento en que domina la memoria revisada que culmina en el año 65, en su vuelta durante tres años a España.

Con motivo del 30 aniversario de la muerte de García Lorca hizo un viaje por Andalucía. Fruto del mismo fueron numerosos dibujos recopilados en un cuaderno que por primera vez se puede ver en la exposición, así como "La Brecha de Víznar (1966), una de sus obras más influyentes, y otras piezas con evocaciones lorquianas como "A la muerte de Sánchez Megías" o "Antojos negros con amarillos".

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