Los secretos de ‘La Peste’: exámenes de historia, ratas actrices, velas a gogó...

  • La segunda temporada de la serie de Movistar+ ya está en marcha y las tramas empezarán unos años después de la primera entrega. 
La Peste
La Peste

La primera imagen que ve Mateo (Pablo Molinero) cuando llega a Sevilla en la serie ‘La Peste’ es la misma que ve Pepe Domínguez, director de arte de la ficción, desde su ventana cuando se levanta. Este sevillano ha visto ya la serie de mayor éxito de Movistar+ en más de una ocasión, pero eso no evita que este fin de semana haya quedado con unos amigos para darse otro “atracón”.

Hablamos con él de los secretos de ‘La Peste’, de esas horas de estudio y deberes sobre la Sevilla del siglo XVI, de esas velas que eran medidas al milímetro en cada plano para que no se notara si había algún corte, de esas ratas que tienen en sus bigotes más rodajes que el propio Pepe y de esa segunda parte que acaba de anunciar Movistar+ y de la que ya se están empezando a escribir los guiones.

“Es el trabajo para el que más he tenido que estudiar”, confiesa. Pero lo hacía con gusto porque rebuscaba en la historia de su ciudad, Sevilla, de la que se declara enamorado. La idea de que ‘La Peste’ se podía convertir en una realidad rondaba por su cabeza y la del creador, Alberto Rodríguez, desde hace tiempo. “De hecho, cuando yo empecé a trabajar, Alberto estaba acabando los últimos flecos del rodaje de la película El hombre de las mil caras”. Ambos se conocen desde que coincidieron en el rodaje de ‘After’.

Durante la entrevista no puede evitar hablar de rodaje de la película en lugar de grabación de la serie. Es normal que se confunda más allá de su experiencia profesional. Toda la crítica asegura que ‘La Peste’ es mucho más que una serie. Su presupuesto lo avala: 10 millones de euros.

El primer reto al que se enfrentaron fue reflejar una parte de la Sevilla del siglo XVI que ni en la historia está documentada: el pueblo. “De esa época había mucha información, pero solo de lo que es la alta sociedad de la vida cotidiana. De hecho, en la pintura no se refleja casi nunca hasta que llega Murillo con las escenas costumbristas con niños”, asegura.

Noños
 

Horas de estudios para no ser 'cazados'

Su mejor aliado para esta tarea ha sido en todo momento Pedro Álvarez, asesor histórico de la ficción. Le citaron en un bar de Sevilla para contarle el proyecto hace ahora dos años. Desde ese momento buceó para evitar fallos históricos no sólo en objetos o vestuario o localizaciones, sino también en comportamientos que hoy no se nos pasa ni por la cabeza: “En esa época un funcionario tenía que estar presente para saber si una joven era virgen para poder ejercer la prostitución”.

Los deberes de Paco León

Pepe y Pedro han buceado en libros y manuscritos, buscado exposiciones, visitado museos, conversado con los responsables de las casas palacios… Pedro, el profe, se ha encargado de poner ‘deberes’ a los actores y creadores “y son todos muy buenos alumnos”, asegura. A Paco León se lo encontró en una exposición en Sevilla “que era justo la que le iba a recomendar”. Pero no ha sido el único. “A Patricia López (Teresa) le recomendé bibliografía sobre la mentalidad de la mujer y su situación social y a Manuel Solo (Celso) solo le mandaba información y artículos de la Santa Inquisición y la historia y los inquisidores mayores”.

El convento convertido en ciudad

De las localizaciones ninguno olvida el convento de la Concepción en Carmona. “Es de época y todavía conserva el cenobio, la parte donde vivían las monjas”. Lo utilizaron para recrear las calles más humildes y fue donde las ratas salvajes se convirtieron en protagonistas. En una serie que se llama ‘La peste’ y que está ambientada en el siglo XVI no podían faltar. “Hablamos de una época en la que cada diez años alguna enfermedad producía numerosas bajas en la ciudad, sobretodo en las clases bajas porque los de la aristocracia huía”.

La Peste
 

Ratas domésticas con horas de rodaje

Las ratas eran el medio de transmisión de las enfermedades y para grabar esas escenas se ‘ficharon’ roedores domesticados “que te pueden hacer hasta un café”, bromea Pepe. “Son ratas que tienen más horas de película que yo”, continúa. Pero no fueron los únicos roedores... “Para recrear las callejuelas llenas de barro y porquería no queríamos utilizar la arena que se usa en otras tantas películas de la época, sino que creamos barro con mantillo, picadura de árboles, litros y litros de agua para conseguir fango y fruta y verdura podrida”.

Cada día se esparcían dos metros cúbicos de fruta y verdura para atrezzar ese barro, lo que llamó la atención de ratas salvajes de la zona. “En el rodaje estaban las ratas actrices, las digitales (que son las que golpean) y las salvajes”, recuerda. 

Velas  que multiplican por cinco el presupuesto

Pero probablemente lo que más le sorprendió a Domínguez fue cuando Pau Estévez, director de fotografía, le dijo que la iluminación de la serie iba a ser con velas. “No me lo creí”. Sólo así la ficción consigue esa oscuridad “fascinante”. Eso sí, el presupuesto en velas “lo disparó. Creo que se multiplicó por cinco”. La ceniza y carbonilla que desprendían ayudaban a conseguir una atmósfera donde hasta los actores al entrar se mimetizaban con solo el olor a vela.

Y como era de esperar, el equipo se convirtió en un experto en velas. Se buscaron las más adecuadas para iluminar más, menos, contaminar más, menos… y siempre pasando por los ojos de Pedro para que no desentonaran con la época. “El sebo era de lo más utilizado en la época por el pueblo, junto al aceite, pero no lo usamos porque era el más complicado de controlar”.

Velas
 

Se compró cera pura de abeja e incluso se creó una lámpara que “si tardábamos mucho tiempo en grabar acababa siendo una bola de fuego”, recuerda. “Cuando se grababa en un edificio de Patrimonio la vela era de cera natural “porque provocaba menos residuos”. En total manejaban hasta 15 tipos de velas y cada una de ellas era medida para evitar que en una misma escena apareciera más alta o baja por si había cortes.

Profesiones olvidadas salen del paro

Y así el mismo esmero con el resto de objetos. De hecho, gracias a la serie hay profesiones casi olvidadas que se han convertido en centro de atención. Tanto en Sevilla como en localidades colindantes se ha buscado debajo de las piedras a las 70 personas que han estado trabajando como hace años lo hacían herreros, alfareros, trabajadores del textil, mimbre,  barro, fuego, o enea.

Tanto Pepe Domínguez como Pedro Álvarez se imaginaban que la serie iba a tener éxito, pero cuando este se confirma “es una gozada”. De los dos, el segundo confiesa que ha visto la serie completa ya unas siete veces. Los dos están ya trabajando en la nueva temporada, de la que ya hay guiones, y se están buscando localizaciones. Sólo adelantan que las tramas sucederán unos años después de lo que hemos visto en la primera temporada.

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