María Pagés, el sentido de la ética desde el baile

  • Roberto Jiménez.

Roberto Jiménez.

Valladolid, 3 oct.- La misma pasión que derrocha en los escenarios, el arrebato con que desentraña el misterio del flamenco en giros y movimientos, acompañan ahora sus palabras cuando se expresa María Pagés: habla como baila, con la misma pasmosa naturalidad con que espera, esta tarde, el estreno de "Yo, Carmen".

"Estoy muy tranquila, no se si es bueno o no. En Valladolid me siento muy arropada", explica en una entrevista con Efe antes del estreno absoluto de su nuevo proyecto para abrir la temporada del 150 aniversario del Gran Teatro Calderón de la Barca, el escenario de referencia en Valladolid, inaugurado el 28 de septiembre de 1864.

La cercanía y familiaridad que dispensa en el trato, herencia mediterránea de aquel marino ibicenco de apellido Pagés que un buen día desembarco en Sevilla, conjuga esta bailarina con la chispa y la viveza de quien abrió los ojos en el barrio de Triana, cuna de flamencos y toreros de tronío.

"Mi madre decidió que cada uno de sus hijos naciera en distinto lugar para repartir por igual la advocación a la Esperanza Macarena, en el barrio de San Gil, y a Nuestra Señora de la Esperanza, en Triana", ha explicado esta mujer que no distingue entre la persona y el arte cuando se trata de defender el sentido de la ética hasta sus últimas consecuencias.

Así ocurre con "Yo, Carmen", que el 13 de octubre llevará a Singapur, y que es el resultado de más de dos años de trabajo, "muchos más" desde que comenzó a intuir la posibilidad de desalojar de sí el demonio interior de la célebre cigarrera que Prosper Mérimée, primero con su novela, y el compositor Georges Bizet, en 1875 con la ópera cómica del mismo nombre, elevaron a rango de mito.

"Yo, Carmen", con la fuerza del pronombre que antecede al nombre propio, no es ni una versión ni tampoco una revisión, sino una réplica al relato de Mérimée y Bizet, un contrapunto desde el lado femenino: la mujer como sujeto y no como objeto "de las pasiones masculinas" con que fue concebido.

"Todos lo pensamos, pero aún no hemos logrado que la mujer tenga un papel equilibrado y equiparado respecto al hombre en la sociedad y en el mundo de hoy", ha analizado Pagés, bética hasta la médula pero criada en el barrio de Nervión, junto al estadio sevillista, una paradoja a la que atribuye, en clave de ironía, el origen de su condición "tolerante y de solidaridad".

Apasionada, entregada, comprometida y reivindicativa, Pagés no entiende que la mitad de los analfabetos en el mundo sean niñas, "futuras mujeres a las que va acostar mucho jugar un papel justo y digno, es alarmante", ha insistido acerca de una situación de indefensión y propensión a la desigualdad y el maltrato.

A sus 51 años de edad, 25 de ellos con compañía propia, solo pierde el pie cuando levita en el escenario, convencida como está de que no solo baila por vocación y necesidad: "tengo muy clara mi responsabilidad de transmitir bien y ser útil con lo que hago", ya que de lo contrario "carecería de sentido para mí".

En esta filosofía se inserta su decisión de abrir al público los ensayos, en ocasiones como un enfoque didáctico para alumnos de danza y en otras para estimular y apoyar a necesitados como las mujeres maltratadas.

"Me crié en un teatro y los frecuenté desde niña, algo que ahora no es tan habitual porque ese tipo de aprendizaje está más secuestrado, enfocado de otra manera por otra forma de vida: no hay un acceso tan fácil ni a esa enseñanza ni tampoco al proceso creativo", ha constatado.

Iconoclasta, a contraestilo, antidiva, Pagés toma notas cuanto ve, conversa y entrevista a viejos artistas cuando viaja, habla con escritores, investiga, se documenta e incorpora el resultado a todos sus proyectos, como los versos de poetisas de diversas generaciones y territorios que ha sumado a "Yo, Carmen".

Al igual que solía hacer el genial bailarín Vicente Escudero, plasma sus ideas, "antes de que se conviertan en humo", en dibujos donde esboza coreografías, atisbos de genialidad que pasa por el tamiz del flamenco como una casa común que acoge por igual el arte y la cultura "vengan de donde vengan".

Antes de concluir, María Pagés ha opinado sobre la tauromaquia, que ha frecuentado en sus espectáculos: "el toreo es un arte y, por desgracia, no siempre bien expresado; de ahí viene el lío".

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