"Más apellidos vascos" llega a la cartelera teatral para repetir taquillazo

  • Carlos Mínguez.

Carlos Mínguez.

Madrid, 17 dic.- Casi diez millones de espectadores -"la ha visto todo el mundo"- y una recaudación de 56 millones de euros han convertido a "Ocho apellidos vascos" en la película más vista y taquillera del cine español, un récord histórico que su "hermana" teatral, "Más apellidos vascos", aspira repetir.

"La esencia de la película está en la obra de teatro, pero la obra de teatro no es la película". Quien así se expresa es Gonzalo Salazar-Simpson, director de Lazona, la productora que está en el origen de tan insólito "taquillazo" del cine patrio, alguien que no tiene la más mínima duda sobre el carácter terapéutico de la risa.

A Salazar-Simpson no le gusta hablar de versión -"no, no lo es", insiste una y otra vez en una entrevista con Efe- porque en la obra "ni están los actores de la película -Dani Rovira, Clara Lago, Karra Elejalde y Carmen Machi- ni es la misma trama argumental, aunque sea también una comedia romántica".

"Más apellidos vascos", que ya tiene fecha de estreno, el 15 de enero en el madrileño Teatro Marquina, comenzó a ser una aventura teatral en mayo pasado, cuando la historia de amor entre un joven sevillano y una joven vasca y abertzale había hecho ya partirse de risa a media España. "Nos dimos cuenta de que podía tener continuidad en el teatro", destaca el productor.

Y dicho y hecho. Se encargó un texto en el que aún continúan trabajando Diego San José -junto a Borja Cobeaga artífices de la historia para el cine-, Roberto Santiago y Pablo Almárcegui, se contrató al director de escena Gabriel Olivares y, después de barajar muchos nombres y de tener muy claro que el reparto no sería el de la película, se fichó a Leo Rivera, Rebeca Valls, Cecilia Solaguren y Carlos Heredia.

Un madrileño, una valenciana, una vasca y un catalán curtidos en las tablas y en la comedia, aunque sus nombres aún no resulten familiares para el gran público. Cuatro actores para protagonizar las historias que a ritmo trepidante se suceden en "Más apellidos vascos", una comedia repleta de guiños a la película y que provocará, seguro, las mismas carcajadas.

"La clave de la mezcla de actores en la película -argumenta el director de escena - son sus edades, no que fueran más o menos conocidos. Dos eran jóvenes y dos mayores. En la obra hemos repetido ese esquema. La notoriedad es algo medianamente relativo".

Sobre la trama argumental insiste en que no se parece en nada a la de la película. "La obra tiene un punto de vista completamente diferente. Son ocho escenas más una columna vertebral que las une, una historia de amor. Va a gustar mucho", augura Gabriel Olivares.

Ni Olivares ni Salazar-Simpson adelantan más detalles sobre el texto. "Cada escena es un viaje diferente. Es una especie de 'Love Actually' (la película dirigida por Richard Curtis) versión 'Ocho apellidos vascos'", dice el primero. "No tiene nada que ver (con la película), pero tiene algo que ver", bromea el segundo.

"Si hubiésemos trasladado la historia del cine al teatro, sería decepcionante. Sería como dar 'garrafón', algo ya visto. La obra tiene personalidad propia, no es una copia de lo anterior", advierte Gonzalo Salazar-Simpson, para quien el espectador es sabio: "No está para que le tomes el pelo, contándole la misma historia de diferentes maneras".

Olivares habla de una función "llena de juego", de sorpresas, que "esconde huevos de pascua que son guiños a la película", y señala que no es necesario haberla visto antes "para disfrutar de la obra" y con su "humor regional".

Salazar-Simpson cree que la película ha sido muy terapéutica. "Tuvo -afirma- mucho de ruptura, de desmitificación, permitiéndonos a todos darnos cuenta de que ciertas cosas que antes no nos atrevíamos a tocar, si se tocan de una manera tierna y en un tono concreto, se pueden tocar; y además gusta que sea así".

"El humor -continúa- es siempre un síntoma de buena salud. La risa de 'Ocho apellidos vascos' es muy higiénica. No estábamos acostumbrados a reírnos de ciertas cosas y hemos descubierto que no pasa nada. Eso explica su éxito".

Tanto el productor como el director confían en que la gente salga del teatro sin comparar lo que ha visto sobre el escenario con lo que vio en el cine, "porque es diferente", aunque reconocen que es difícil. Y esperan que, al menos, se ría igual, "o más". "Lo único que pretendemos es hacer feliz a la gente feliz", apostillan uno y otro.

Y ninguno de los dos quiere hablar de éxito, aunque sueñan con ello. "Nunca -coinciden- está garantizado. Ni siquiera en este caso, por la notoriedad de la película". "El espectador -insiste Salazar Simpson- no acepta que le den gato por liebre".

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