"Mitaya" de Victorino Martín, protagonista de la última de abono en Santander

  • El sexto toro de Victoriano Martín lidiado hoy en la Corrida de la Prensa de Santander (norte) regaló largas y humilladas embestidas que su matador, Luis Bolívar, no aprovechó, en tarde con una única oreja para Fernando Robleño y los diestros por debajo de los toros.

Juan Antonio Sandoval

Santander (España), 26 jul.- El sexto toro de Victoriano Martín lidiado hoy en la Corrida de la Prensa de Santander (norte) regaló largas y humilladas embestidas que su matador, Luis Bolívar, no aprovechó, en tarde con una única oreja para Fernando Robleño y los diestros por debajo de los toros.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Victorino Martín, de presentación correcta salvo el muy cornicorto segundo. En líneas generales, no fueron aprovechados por la terna.

Fue sobresaliente el sexto, de preciosas hechuras y con viaje dulce, largo y profundo por ambos pitones; el primero, repetidor y noble sólo por el derecho; el segundo, encastado y planteando problemas; el tercero, cuesta arriba y con complicada movilidad; el cuarto tomó tres varas y se le dieron muletazos de uno en uno; el quinto deslizó cuando se le echaron las telas adelante.

Fernando Robleño: estocada arriba perdiendo la muleta que tira sin puntilla (oreja); y estocada caída (ovación).

Javier Castaño: estocada tendida y descabello (ovación); y pinchazo en una banderilla, estocada atravesada que "hace guardia" y cuatro descabellos (silencio tras aviso).

Luis Bolívar: espadazo infame más allá de los bajos, pinchazo, otro sartenazo, dos pinchazos más y dos descabellos (silencio tras aviso); y dos pinchazos y media a capón (silencio).

En cuadrillas, se desmonteraron Ángel Otero, Juan Cantora, David Adalid y Fernando Sánchez.

La plaza tuvo tres cuartos de entrada.

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"MITAYA", O LA MELANCOLÍA DE LAS EMBESTIDAS HUÉRFANAS

Se cumplió la tradición santanderina, por partida doble. Victorino cerró la Feria de Santiago y el último toro del ciclo, de nombre 'Mitaya', resultó sobresaliente. Le correspondió a Luis Bolívar, y esta vez se hizo cierto el aserto belmontino de "Dios te libre de un toro bravo".

Cinqueño, cárdeno, de lomos rectos, manos cortas. Un dije. Todo en él fue sedoso. Desde el inicio de la lidia colocó la cara muy abajo, siguiendo los vuelos del capote de su matador. Cobró dos varas cumplidoras. Y en la muleta, fue sensacional. Fijo, pronto, dejando estar y siempre hacia adelante, tomando y persiguiendo el engaño con clase descomunal, como si hubiera nacido para ello.

Durante una serie, y otra, y otra más. No se aburría, a pesar de que Bolívar se limitó a presentarle la muleta retrasada y a perder pasos cuando no era necesario.

Toro de lío gordo. Y, al final, embestidas huérfanas, como de inclusa, pero que quedan en la memoria de los buenos aficionados y que permitirán la entrada de "Mitaya" en el cielo de los toros bravos. Como aquel otro "victorino", "Bombero" de nombre, al que sí cuajó Luis Bolívar en esta misma plaza, el sábado 29 de julio de 2006.

Ni siquiera una muerte rápida tuvo "Mitaya", que hubo de echar su anatomía hacia adelante en los dos pinchazos y la media estocada a capón que le han pasaportado a la nada eterna o a la gloria infinita, sabe Dios.

Ya en el tercero, Bolívar dio un mitin. Ni siquiera con medios pases y escondido detrás de la mata fue capaz de evitar que el toro le desbordara por completo. Cierto es que, aunque con movilidad, sacaba la cara por arriba, pero no se comía a nadie. Con la espada, el caleño le hirió con dos sartenazos indecorosos, entre pinchazos varios.

Fernando Robleño le cortó una oreja al buen primero, repetidor y noble, sobre todo por el pitón derecho. Mucho movimiento de pies, sumando derechazos y derechazos sin relieve alguno, además de no querer ni verlo por el izquierdo. El cuarto toro quedó sin ver, de tanto que jugó al unipase con él.

Otro toro potable fue el quinto, que Javier Castaño sólo empujó hacia adelante en dos series diestras. Se echó en falta firmeza, mando y mano más baja. Empezó a muletear bien al encastado segundo, que planteó problemas y miraba mucho, pero todo se acabó diluyendo en una labor intrascendente.

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