Morille, Salamanca, escaparate de dulces divinos para mantener los conventos

  • Justino Sanchón.

Justino Sanchón.

Salamanca, 7 dic.- Sus caras son inaccesibles e invisibles, pero sus manos se convierten, a lo largo del año y de forma especial durante las fechas navideñas, en amasadoras de dulces, pastas que hacen mirar hacia arriba para dar gracias por este don divino.

Son las monjas de siete conventos de clausura de Salamanca y otros cuatro de Extremadura y Zamora las que han llevado a un municipio de Salamanca, Morille (a veinte kilómetros de la capital), sus preciados dones para dar contenido a la II Feria de los Dulces de las Monjas.

Desde hoy y hasta mañana, medio centenar de vecinas del pueblo, ataviadas con trajes negros y mandiles blancos, convierten a Morille en una extensión de los once cenobios de clausura y venden, de forma voluntaria, los dulces de las monjas.

De las Jerónimas de Garrovillas (Extremadura) se pueden comprar las sultanas o el turrón de la abuela; de las Dueñas de Zamora, los alfajores; de las Benedictinas de Alba de Tornes (Salamanca), las almendras garrapiñadas; y del Convento de la Pasión de San Felices de los Gallegos (Salamanca), los 'bocaditos' de Santa Rita.

Las Madres Clarisas de Cantalapiedra (Salamanca) han llevado sus las 'glorias'; Porta Coeli de El Zarzoso (Salamanca), las obleas; las Clarisas de Ciudad Rodrigo (Salamanca), los 'bollitos de San Francisco'; las Carmelitas Descalzas de Peñaranda (Salamanca), las 'varas de San José'; y las Dominicas de Salamanca, los amarguillos; además de las pastas de las Clarisas de Zafra y Montijo (Badajoz).

La madre abadesa del convento de las Franciscanas de la Tercera Orden, en El Cabaco (Salamanca), ha explicado a Efe que en verano o en Navidad aumenta la producción de sus obleas, mantecadas o perrunillas.

Además de mostrar su lamento por la falta de vocaciones (ahora hay diez monjas), la abadesa, que prefiere no dar a conocer su nombre, ha añadido que en los últimos tiempos ya se han incorporado medios técnicos "como los hornos, batidoras eléctricas o laminadoras" para facilitar el trabajo de pasteleras.

Aunque no puede fijar el origen de las recetas, recuerda que se mantienen "desde hace siglos, pues se han ido pasando de unas hermanas a otras", el tiempo que lleva esta orden en el convento de Nuestra Señora de Porta Coeli, del siglo XV.

Otro de los conventos de clausura que han aportado sus exquisiteces a la II Feria de los dulces de las monjas es el de las Madres Benedictinas de Alba de Tormes, cuya superiora, que también desea ocultar su nombre, ha explicado a Efe que su especialidad son las almendras garrapiñadas.

Ella sí es capaz de fechar el origen de la receta para hacer este dulce, en 1835, y desde entonces "se siguen haciendo de forma tradicional", ha añadido con un acento asturiano del que dice sentirse orgullosa.

Después de quejarse también por la falta de vocaciones, pues en este monasterio conviven trece religiosas, la superiora ha relatado su receta: "Nuestro secreto está en la cocción de las almendras y en su elección, de forma muy artesanal".

Así, ha indicado que las almendras -"tienen que ser enteras"- son cocidas con azúcar y poco agua -"para que no se peguen"- en tres ocasiones, "siempre muy despacio", para posteriormente dejarlas enfriar y ofrecerlas como su dulce más típico.

Y las almendras que no están enteras "se aprovechan para hacer amarguillos", otro de sus dulces típicos

"La gente nos pide muchos productos. Aunque se no fían mucho de las monjas, sí lo hacen de sus dulces", ha concluido con una sonora carcajada. EFE

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