Muñoz Molina, gran novelista y un hombre comprometido con su tiempo

  • Ana Mendoza.

Ana Mendoza.

Madrid, 5 jun.- Antonio Muñoz Molina, galardonado hoy con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, hace años que se consolidó como uno de los grandes novelistas en lengua española, pero es también un intelectual comprometido con su tiempo, defensor de la tolerancia y muy crítico con la corrupción política.

Que Muñoz Molina (Úbeda, Jaén, 1956) no se dedica sólo a la ficción, aunque a ella entregue sus mayores esfuerzos como creador, lo demuestran los artículos periodísticos que ha ido publicando a lo largo de su vida y, en especial, su último libro, "Todo lo que era sólido", un ensayo en el que reflexiona sobre las causas de la crisis que padece España.

Y un ensayo que este escritor se planteó como un ejercicio de defensa de todo aquello que es fundamental para la sociedad española y que no debería perderse, como la sanidad y la educación públicas, la legalidad democrática y las libertades públicas.

Muy crítico con los fanatismos y los totalitarismos, Muñoz Molina ha sabido reflejar en su obra "la libertad del individuo en la sociedad" y le ha dado voz en algunas de sus novelas a "los oprimidos, los desplazados y los perseguidos", como le reconoció el jurado del Premio Jerusalén, que le concedieron el pasado enero.

El escritor recibió presiones para que rechazara el galardón por organizaciones propalestinas y algunos intelectuales, pero él decidió acudir a Jerusalén a recogerlo por considerar "profundamente injusto" boicotear a un país con una sociedad "abierta y tan plural" como la israelí y en la que hay "posiciones de defensa de los derechos de los palestinos", afirmaba en una entrevista con Efe.

Su visión sobre los totalitarismos del siglo XX quedó patente en su novela "Sefarad", publicada por Alfaguara en 2000 y reeditada en 2009 por Seix Barral, el sello que en los últimos años ha publicado a este gran escritor.

En "Sefarad", una obra maestra en opinión de críticos españoles y extranjeros, Muñoz Molina traza el mapa de todos los exilios posibles y rescata la vida de víctimas del holocausto nazi y del estalinismo, en un intento de contrarrestar "la gran injusticia que supone olvidar a quienes perdieron la humanidad" a causa de esos sistemas.

Esa preocupación suya por los totalitarismos le ha llevado en más de una ocasión a decir que ningún país está libre de que se repitan tragedias como la del holocausto nazi. La democracia tiene que ser enseñada a diario, y "la barbarie puede suceder en cualquier momento", según el escritor, que vive entre Nueva York y Madrid.

Perteneciente a una familia de campesinos, Muñoz Molina estudió Historia del Arte en la Universidad de Granada y, en sus primeros tiempos, alternó su trabajo como funcionario en esta ciudad con sus artículos en prensa que reuniría en los libros "El Robinsón urbano" y "Diario del Nautilus".

En 1986 obtuvo el Premio Ícaro de Literatura a los nuevos creadores por su primera novela, "Beatus ille".

Luego iría firmando otras muchas que lo irían consagrando como escritor, entre ellas "El invierno en Lisboa" (Premios Nacional de Narrativa y la Crítica), "El jinete polaco" (Premios Planeta y Nacional de Narrativa) o "Plenilunio" (Premios Fémina a la mejor novela extranjera y de los lectores de Crisol).

Así como la ya citada "Sefarad", "Ventanas de Manhattan" o "La noche de los tiempos" (Premio Mediterráneo 2012 a la mejor novela extranjera), ambientada en los primeros día de la guerra civil española.

Con su obra traducida a más de veinte idiomas, Muñoz Molina, académico de la Lengua desde 1995, ha disfrutado desde muy pronto del fervor del público y de la crítica, pero él suele decir que ser escritor "no tiene nada de excepcional".

"La literatura es un alimento tan sencillo como el pan y el agua, y un exceso de intelectualización la convierte en algo horrendo", le dijo en otra ocasión a Efe este escritor que, por muy sólida que sea su carrera, se sigue considerando "un principiante" cada vez que comienza una novela.

Y prefiere no tener demasiadas seguridades en ese "extraño oficio" que es el de la literatura y en el que la maestría, "si llega, tiene mucho de hallazgo y de azar".

Cada vez que termina un libro tiene "la sensación de haber escapado, y de haberlo escrito para corregir o incluso desmentir el anterior", afirmaba en 2009 en unas jornadas organizadas por la Fundación Santillana.

A sus 57 años, Muñoz Molina se ha convertido hoy en el escritor más joven en ganar el Premio Príncipe de Asturias, y lo ha merecido, según el jurado, por "la hondura y brillantez con que ha narrado fragmentos relevantes de la historia de su país, episodios cruciales del mundo contemporáneo y aspectos significativos de su experiencia personal".

Y lo ha ganado también por asumir "admirablemente" la condición del intelectual comprometido con su tiempo.

A esta última faceta pertenecen, por ejemplo, las críticas que durante años formuló contra el terrorismo de ETA, o las que dedica con cierta frecuencia a la clase política, "cuyo desprestigio a nadie se debe más que a ella" y "cuyo interés está en perpetuarse, en aumentar su poder y su riqueza, y en servir a sus amos, que son los dueños del dinero, los que mandan de verdad", dijo a Efe cuando se publicó "Todo lo que era sólido". EFE.

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