El "grito de guerra" de la Semana de Arte Moderno de Brasil cumple 90 años

  • La ruptura con el academicismo en las artes plásticas o la sustitución del endecasílabo por el verso libre fueron algunas de las banderas de la Semana de Arte Moderno, un evento cultural celebrado en Sao Paulo y del que este lunes se cumplen 90 años, que propició la renovación cultural del modernismo brasileño.

Marta Berard

Sao Paulo, 12 feb.- La ruptura con el academicismo en las artes plásticas o la sustitución del endecasílabo por el verso libre fueron algunas de las banderas de la Semana de Arte Moderno, un evento cultural celebrado en Sao Paulo y del que este lunes se cumplen 90 años, que propició la renovación cultural del modernismo brasileño.

"Fue un grito de guerra", dijo a Efe el profesor y decorador asistente del Museo de Arte de Sao Paulo (MASP), Denis Molino, para ilustrar el significado que tuvo la Semana como revulsivo en el mundo cultural brasileño.

La Semana de Arte Moderno fue un acontecimiento que se celebró las noches del 13, 15 y 17 de febrero de 1922 en el magnífico Teatro Municipal de Sao Paulo, convertido en el escenario de conferencias, recitales de música y poemas.

En ella participó un grupo de artistas que se rebelaban contra las formas acabadas y el canon estético del siglo XIX imperante en el arte de Brasil.

Quedan para el recuerdo de aquel vibrante acontecimiento los silbidos y abucheos con los que fueron recibidas algunas de las conferencias y la osadía del compositor Heitor Villa-Lobos, quien se plantó en escena en chancletas.

Molino explicó que la Semana fue un evento "paulista" porque en ese momento la ciudad "tiene esa apertura y es mucho más espontánea" que Río de Janeiro, por aquel entonces capital brasileña y donde estaba la Academia de Bellas Artes, guardián de la técnica, del apego a la norma, de la obra bien definida y de contornos acabados.

"La idea de transformación radical es más propicia a Sao Paulo", dijo Molino, quien agregó que desde allí fue ganando espacio en Brasil.

La importancia de Sao Paulo como crisol brasileño fue recientemente reconocida por la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, que el pasado 25 de enero recibió la medalla de honor de la ciudad y pronunció un discurso en el que dijo que la urbe ha sido el motor del progreso económico del país y la cuna del modernismo cultural.

La Semana está considerada como la semilla de la que brotó el modernismo brasileño, aunque sus principales exponentes, Mario y Oswald de Andrade, Anita Malfatti, Menotti del Picchia, Tarsila do Amaral, Emiliano Di Cavalcantti o Manuel Bandeira, ya habían escrito varios capítulos rupturistas en la década anterior, que servirían para narrar la novela del cambio cultural.

Inspirados en un espíritu iconoclasta, los modernistas brasileños beben de las vanguardias europeas como el dadaísmo, el futurismo y el cubismo, pero con una reescritura tropical, en búsqueda de un relato propiamente brasileño y de la construcción de identidad.

Molino, quien también imparte cursos de Historia del Arte en el MASP, explicó que mientras en Europa ya se había producido un proceso de "destrucción del orden", Brasil tenía esa necesidad de ahondar en la originalidad, la libertad artística, la ruptura del canon.

En su opinión, ese movimiento, que se manifestó en disciplinas artísticas como la pintura o la música, tuvo especial impacto en la literatura, donde se produjo el divorcio de la escuela poética del Parnaso, basada en la estructura métrica y la belleza formal, que gozaba de amplia influencia en los poetas brasileños.

En los primeros compases del modernismo brasileño, que se articularon en torno al Manifiesto Antropófago, escrito por Oswald de Andrade, en 1928 en el primer número de la "Revista de Antropofagia", la propuesta es fagocitar la cultura externa, pero vestirla de elementos nacionales.

Las pinturas de Tarsila, autora del célebre "Abaporu", por ejemplo, remiten al cubismo pero con un discurso autóctono, con colores tropicales y la temática de fondo del interior rural brasileño, según Molino.

Para el experto, la Semana de Arte Moderno y el modernismo tuvieron su impacto hasta la década de los 60, pero a partir de los 70 se pulveriza el mensaje de ese periodo de euforia, que, en palabras de Mario de Andrade, constituyó "la mayor orgía intelectual que la historia artística registró".

Mostrar comentarios