Néstor Basterretxea o la "valoración de la abstracción"

  • La "valoración de la abstracción" fue para Néstor Basterretxea, el creador vizcaíno fallecido hoy a los 90 años en Hondarribia (Guipúzcoa), una constante en su trayectoria artística que le llevó a mantenerse activo, sobre todo en el campo de la pintura, hasta el último momento.

San Sebastián, 12 jul.- La "valoración de la abstracción" fue para Néstor Basterretxea, el creador vizcaíno fallecido hoy a los 90 años en Hondarribia (Guipúzcoa), una constante en su trayectoria artística que le llevó a mantenerse activo, sobre todo en el campo de la pintura, hasta el último momento.

"Estoy haciendo unos dibujos monocromos, de ritmos abstractos, pero después me traiciono, los recorto y es un monte, o son paisajes; si yo no pusiera el término paisajes nadie diría que lo son, pero sí, ahí sigo, en la valoración de la abstracción", declaró en una entrevista, concedida a Efe con motivo de su exposición antológica celebrada en 2013 en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.

Coetáneo de los dos grandes escultores vascos, Jorge Oteiza y Eduardo Chillida, e íntimo amigo del primero con el que sin embargo mantuvo desencuentros, Basterretxea siempre defendió la, a su juicio, principal característica del arte vasco: "una fortaleza casi muscular" de "obras hechas para que duren".

Una esencia que nutrió gran parte de su obra. "Lo vasco me ha servido mucho. La fórmula es mantenerte en las raíces y abrirte al mundo, naturalmente", citaba el artista.

Testigos mudos de esta visión son algunas de sus creaciones, como la escultura que preside el Parlamento Vasco y que representa un árbol de siete ramas, o la Paloma de la Paz, de siete metros de alto por nueve de ancho.

Esta sirvió entre mayo de 1995 y los primeros meses de 1996 como punto de reunión para reivindicar la liberación del industrial José María Aldaya y del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara.

Tal vez por este motivo, las nuevas expresiones artísticas que están "de moda" suponían para él solo "gestos", obras que "duran poco" y que están "bien como ejercicios", pero que, en su opinión, tenían "que ver más con la poética".

Daba por bueno, no obstante, que se siguieran produciendo "progresos" en el arte, de la misma forma que Jorge Oteiza, Eduardo Chillida, Remigio Mendiburu y él mismo, entre otros, buscaron "invalidar" lo anterior con el grupo Gaur.

En su faceta personal, Basterretxea no ocultaba que le resultó "imposible" ser amigo de Chillida, a quien, según confesó, no cuestiona como escultor, sino como "persona".

"Él tenía una cosa difícil de soportar, la superioridad sobre todos los demás, y era vejatorio para nosotros. Él no podía soportar que no fuera el primero del grupo, cuando el primero para mí y otros era Oteiza", señalaba.

A pesar de militar en el partido independentista Eusko Alkartasuna y figurar en sus listas más de una vez, el polifacético artista no se considera un "hombre político" porque, según decía, él tenía amigos de "todos los lados".

"La gente más seria y más consecuente es la gente de la calle. El político es especialista en el arte de lo posible. Ahí puede haber técnicas y tácticas brillantes, pero al espectador normal le indigna esa facilidad de pactar con los peores enemigos", comentaba.

A pesar de la debilidad que padecía en los últimos meses, Basterretxea siguió entregado al arte hasta el final, a las hojas en blanco donde hacía los dibujos con los que iniciaba cada proyecto, sin "miedo" y sin "pavor" porque, según decía, en ese espacio "está el mundo entero, esperando a ver cómo lo entiendes, cómo inventas ángulos de visión nuevos".

Trabajaba todos los días, a veces de noche, como "una defensa contra la idea de la muerte", que le ha sorprendido hoy en su caserío de Hondarribia donde residía desde hace más de 30 años.

"Siempre he sido una persona ganada por el drama de la muerte y cuando ves que te falta poco, tienes que tener fuerza para que eso no te venza", explicaba.

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