Pablo Picasso concilia heterodoxia y vanguardia al servicio de la tauromaquia

  • Valladolid.- Gran parte de la obra gráfica de Pablo Picasso, determinada tanto por la heterodoxia como la vanguardia desde una amplia variedad de técnicas y estilos, la dedicó a expresar ideas, sentimientos o aficiones como la tauromaquia, objeto ésta de la exposición "Sangre y Arena" inaugurada hoy en Valladolid.

Pablo Picasso concilia heterodoxia y vanguardia al servicio de la tauromaquia
Pablo Picasso concilia heterodoxia y vanguardia al servicio de la tauromaquia

Valladolid.- Gran parte de la obra gráfica de Pablo Picasso, determinada tanto por la heterodoxia como la vanguardia desde una amplia variedad de técnicas y estilos, la dedicó a expresar ideas, sentimientos o aficiones como la tauromaquia, objeto ésta de la exposición "Sangre y Arena" inaugurada hoy en Valladolid.

La precoz proximidad al rito taurómaco, desde su Málaga natal donde su padre le llevaba a los toros, incubó en su genio artístico un ansia interpretativa que principalmente alivió en el grabado y la cerámica, pero con el sello de "una heterodoxia personal" que plasmó en "iconografía, estilos y técnicas".

Lo ha explicado así este mediodía, durante la apertura de "Sangre y Arena", Lourdes Moreno, directora de la Fundación Picasso-Casa Natal, dependiente del Ayuntamiento de Málaga y único lugar donde se ha podido ver, durante la pasada primavera, la colección de grabados y cerámicas ahora expuestos en Valladolid hasta el 18 de octubre.

Cerca de noventa cerámicas en platos y de grabados en versión de litografía, aguada y linóleo, entre otras, conforman esta exposición cuyo lema remite por una parte al célebre libro del mismo título firmado en 1908 por Vicente Blasco Ibáñez, y por otra a la delgada línea que separa la vida de la muerte en la fiesta de los toros.

En esa dualidad entre el ser o no ser, la gloria y el fracaso, la tragedia y el júbilo, inscribe Picasso su particular visión de la lidia y especialmente su interpretación del toro, al que se acerca desde el naturalismo hasta el esquematismo, y que dibuja dentro del coso y en el campo, de cuerpo entero o sólo sus cabezas.

Refleja así sus obsesiones, sus gustos y pasiones dentro de un territorio donde, lejos de juzgar el rito con sus reglas y actores -ya que apenas menudean espadas, picadores y banderilleros- trata de desentrañar el simbolismo del toro como animal mítico, totémico y de gran potencia sexual.

Surgen así cabezas que evocan al minotauro cretense, testas que se humillan ante una mujer desnuda, astados de gran trapío con desmesurados órganos sexuales y reses en comunión con toreros para oficiar un rito, una danza grácil y en apariencia ingrávida, pero que se desliza entre la belleza y la muerte.

Estas series de litografías, que de forma incompleta adquirió la Fundación Picasso en 1996, están fechadas entre 1945 y 1946, y prácticamente no han salido de la casa natal, al menos en su integridad.

El artista malagueño se inscribe así, aunque dentro de otra línea, en la tradición de pintores españoles que han dedicado una parte representativa de su obra a la tauromaquia, básicamente iniciada en el siglo XVIII con Francisco de Goya y continuada en el XIX y XX con Mariano Fortuny, Ignacio Zuloaga, José Gutiérrez Solana y Daniel Vázquez Díaz, entre otros.

"Sin la fiesta de los toros, nunca hubiéramos disfrutado plenamente de algunos artistas", ha destacado en este sentido el alcalde de Valladolid, Francisco Javier León de la Riva, quien ha recordado cómo el toro "se encuentra de forma permanente en la obra de Picasso".

La exposición "Sangre y Arena", promovida desde el Ayuntamiento de Valladolid, incluye también varios libros ilustrados por el artista malagueño, aunque ajenos al análisis y más centrados en el texto literario, caso de una edición parisina de la novela "Carmen", de Prosper Mérimée.

Picasso ilustró también en 1929 una edición de la tauromaquia de Pepe-Hillo, pero su primera aproximación data de 1890, cuando con apenas nueve años de edad dibujó un quite de dos peones en auxilio de su matador, que se conserva en el Museo Picasso de Barcelona.

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