Pepe Moral certifica su buen momento en la feria de San Miguel de Sevilla

  • La terna se marchó de vació en un festejo de ritmo decreciente, el primero de la feria de San Miguel de Sevilla, que se vio sentenciado por el mal juego de los toros lidiados y en el que el diestro palaciego Pepe Moral enseñó su excelente concepto ante el ejemplar de mejores posibilidades.

Álvaro R. del Moral

Sevilla, 27 sep.- La terna se marchó de vació en un festejo de ritmo decreciente, el primero de la feria de San Miguel de Sevilla, que se vio sentenciado por el mal juego de los toros lidiados y en el que el diestro palaciego Pepe Moral enseñó su excelente concepto ante el ejemplar de mejores posibilidades.

FICHA DEL FESTEJO.- Seis toros de la casa Matilla, el primero marcado con el hierro de Olga Jiménez y el resto con el de Hermanos García Jiménez. Dentro del fondo soso, manso y rajado del conjunto, el primero ofreció ciertas dosis de nobleza a pesar de su escaso fondo. El resto resultaron muy deslucidos.

Pepe Moral, ovación y silencio.

Juan del Álamo, palmas y silencio.

David Galván, palmas y silencio tras aviso.

Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Francisco Rivera "Paquirri" al cumplirse ayer el trigésimo aniversario de su cogida mortal en Pozoblanco.

La plaza registró un tercio de entrada en tarde nublada.

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UN PÉSIMO ENCIERRO

La actitud y la aptitud de la terna de jóvenes paladines quedó fuera de toda duda. Pero los esfuerzos de los matadores que deberían encarnar el relevo natural del estancado escalafón mayor se estrellaron con las escasísimas posibilidades que ofreció el pésimo encierro enviado por los Matilla.

A pesar de todo, dentro de la oscuridad hubo algunas luces. La más fulgurante la encendió el diestro palaciego Pepe Moral, que certificó su excelente momento con la única faena compacta y resuelta con planteamiento, nudo y desenlace. Se la instrumentó al toro que rompió plaza que, a la postre, fue el único que ofreció algunas posibilidades de lucimiento dentro del decepcionante envío de los campos de Salamanca.

En cualquier caso, la papeleta no fue fácil. Para construir ese valioso trasteo era necesario asentar las zapatillas, tirar del toro con temple milimétrico y, en definitiva, gozar de ese estado de gracia que ha revelado el ancho futuro del torero de Los Palacios. Moral sabía que no podía dejar pasar la oportunidad y fue desgranando lo mejor de sí mismo desde que se abrió de capote.

El torero cuajó un puñado de capotazos hondos, macizos y muy bien dibujados. Comprobó algún extraño por el pitón izquierdo y abrochó los lances con dos medias verónicas de frente que acabaron siendo resueltas como chicuelinas. Había sido toda una declaración de intenciones.

Pero lo mejor estaba por llegar. Después de brindar al escaso público, Moral tomó la muleta para desgranar un trasteo de excelente trazo, firme planteamiento y excelente sentido de la expresión que no llegó más al tendido en su primera fase por el escaso fuelle del enemigo.

Una serie diestra redonda y rotunda fue el preludio de la fase más intensa de su labor. Cuando se echó la muleta a la mano izquierda terminó por reventar definitivamente la faena. Hundido, encajado y reunido con el toro, Pepe Moral enseñó un toreo tan bello como macizo que exprimió todos los bríos del soso y noble animal. Aún quedaba un angustioso y sincero arrimón que extrajo la última gasolina que le quedaba al toro.

La espada se empeñó en aguar la fiesta y lo que iba camino de un triunfo incontestable se quedó en una sincera ovación. Desgraciadamente, el diestro palaciego no iba a tener opciones con el manso y rajado cuarto. La faena tuvo un eco mucho más sordo y se acabó diluyendo cuando el animal, manso y sin entrega, renunció a la pelea y se rajó por completo. Esta vez no había nada que hacer.

Sus jóvenes compañeros de terna se mostraron muy por encima de sus respectivos lotes aunque Juan del Álamo enseñó algunos vicios y feos muñecazos que deslucen el trazo de sus muletazos. Sobraron algunos tirones con el segundo de la tarde, un animal que amagó por entregarse en la muleta en un espejismo que duro una sola serie. Como todos, acabó rajado.

Volvió a entregarse a tope con el quinto, tirando de él con autoridad y espatarrado. Pero el toro, al sentirse podido, echó el freno y busco la huida. A éste lo mató fatal.

El gaditano David Galván enseñó otros progresos pero sobre todo ofreció un toreo lleno de matices, de toques delicados, de trazo minucioso y ritmo musical.

No tuvo suerte con sus toros pero los registros revelados demandan verlo con otro tipo de ganado. Galván tiene calidad y capacidad de resolver aunque el tercero sólo le permitió enseñar chispazos de virtuoso y el sexto demostrar autoridad. EFE

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