Perera repite puerta grande y se proclama triunfador absoluto de la feria

  • El diestro extremeño Miguel Ángel Perera, que le cortó las dos orejas al sexto toro de una descastada corrida de Adolfo Martín, se proclamó hoy triunfador absoluto de San Isidro al salir a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas por segunda tarde consecutiva.

Paco Aguado

Madrid, 3 jun.- El diestro extremeño Miguel Ángel Perera, que le cortó las dos orejas al sexto toro de una descastada corrida de Adolfo Martín, se proclamó hoy triunfador absoluto de San Isidro al salir a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas por segunda tarde consecutiva.

FICHA DE LA CORRIDA:

Seis toros de Adolfo Martín, muy desiguales de presentación y de defensas, y de juego deslucido y muy descastado en su conjunto, aunque con algunos ejemplares manejables.

Antonio Ferrera: pinchazo y estocada atravesada (silencio); dos pinchazos y estocada caída (silencio).

Diego Urdiales: estocada honda delantera (silencio); pinchazo hondo y estocada corta (palmas tras aviso).

Miguel Ángel Perera: estocada trasera (ovación); estocada (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta Grande.

La plaza casi se llenó en la vigésimo sexta corrida de la feria de San Isidro.

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TOREO ROTUNDO, TRIUNFO REDONDO

Miguel Ángel Perera rompió ayer definitivamente la feria de San Isidro con una nueva demostración de toreo rotundo. Y si en su primera actuación, la del 23 de mayo, salió a hombros hacia la calle de Alcalá con tres orejas de los toros de Victoriano del Río, hoy lo hizo con otras dos igual de valiosas, arrancadas al sexto toro de un descastado encierro de Adolfo Martín.

Por tanto, han sido cinco trofeos los que se ha llevado Perera, y concedidos unánimemente, para avalar esas dos puertas grandes consecutivas que le convierten en triunfador absoluto del abono madrileño de 2014.

La corrida de hoy, de uno de los hierros "toristas" mejor considerados por la afición, fue, además, una apuesta personal del propio Perera, que acabó ganándola al enlotar al único de los "adolfos" que se empleó con un mínimo de celo y por abajo en los engaños.

Porque los cinco toros anteriores habían dado un juego muy deslucido por su acusada falta de casta, con mucha querencia hacia las tablas ya desde la salida y ninguna entrega ni recorrido en sus sosas embestidas de mansos.

En cambio, este sexto, el de mayor cuajo y volumen de la corrida, aunque pareció afligirse también en los primeros tercios, acabó aceptando las exigencias de Perera, que le planteó la pelea con la muleta presentada y movida muy por abajo desde la primera serie de derechazos.

A partir de ahí, aun a regañadientes, el de Adolfo Martín no tuvo más remedio que rendirse a la férrera determinación de Perera por sacarle a pulso pases de largo trazo por ambas manos, sobre todo con la izquierda.

Y que además ligó mientras el toro aguantó el fuelle, que fue lo suficiente para que Perera redondeara el trasteo que terminó de consagrarle esta temporada y que remató de una gran estocada.

Antes, el torero de Badajoz no había tenido mayores opciones con el terciado y desrazado tercero, con el que acabó insistiendo sin éxito en la distancia corta.

Pero, además de nuevo triunfo rotundo del extremeño, en tarde de toros descastados destacó la pureza del toreo de Diego Urdiales, que le instrumentó al quinto, noble pero de muy escaso fondo bravo, varios de los naturales de mayor calidad, temple y hondura de la feria.

Citando siempre con el pecho por delante, moviendo la muleta con rítmico compás, acompañando los viajes con la cintura y pasándose muy cerca de la faja las sosas embestidas, el torero riojano sacó oro de donde sólo había hojalata, por mucho que parte del público le pidiera una ligazón de los pases imposible a todas luces por la descastada condición del toro. Dos pinchazos le negaron un posible trofeo.

El primero de Urdiales, un toro muy flojo y afligido por su falta total de raza, fue otro de los más deslucidos "adolfos" junto a un cuarto mansón y de constante querencia a tablas al que Antonio Ferrera movió y medianamente aprovechó con oficio.

Se lució el también diestro extremeño en un quite por chicuelinas y en un variado y adornado tercio de banderillas, justo hasta que el toro perdió su simplona movilidad.

Pero peor se lo puso el primero, que barbeó tablas como varios de sus hermanos antes de desarrollar peligro con sus reacias y siempre refrenadas arrancadas a los cites de un cauteloso Ferrera.

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