Peter Sellars funde para Madrid las "perfectas""Iolanta" y "Perséfone"

  • Concha Barrigós.

Concha Barrigós.

Madrid, 29 dic.- Madrid es la ciudad idónea para el estreno mundial del experimento de sumar en una sola función "Iolanta", de Tchaicovsky, y "Perséfone", de Stravinsky, según su director escénico, el vanguardista Peter Sellars, que quiere embriagar al Real con "el aroma y la magia" de dos piezas "perfectas".

El estadounidense (Pensilvania, 1957) explica a Efe, mientras "endereza" un peinado que fusiona al "wilson" de "Náufrago" y al cómic de Fido Dido, que acaricia este proyecto desde hace 20 años y que sólo ha sido posible gracias al impulso del intendente del Real, Gerard Mortier, que creyó en que esa "fusión" era posible y deseable.

"Ha sido un largo sueño y llega ahora al lugar perfecto, Madrid, con esa Cibeles que es también una mujer que regresa al mundo. Además, el nuevo coro del Real es espectacular y es el que se necesita para 'Perséfone'", que se estrenará con "Iolanta" el próximo 14 de enero con dirección musical de Teodor Currentzis.

Está "emocionado" de ver una detrás de otra a Iolanta, un caso de "negación colectiva" protagonizado por la hija del rey a la que todos hacen creer que no está ciega, y a Perséfone, la compasiva que baja a los infiernos, porque, sostiene, hay "muchos paralelismos entre ellas: el coro femenino, las flores, las fragancias. Una puede oler el aroma de la otra", sostiene.

"Dicen que Tchaicovsky (1840-1893) estaba pasado de moda pero su música era la del futuro, el principio del simbolismo y de la edad de plata rusa, muy espiritual, a la vez que de una extraña oscuridad y políticamente peligroso, como Stravinsky".

Este último (1882-1971) asistió con 10 años al estreno de la Sexta sinfonía, la Patética, que dirigió en San Petersburgo el propio Tchaikovsky y aquel "fogonazo de dolor" le dejó un poso que 30 años después, a raíz de un encargo de Dhiagilev para recuperar "La bella durmiente", acabaría obsesionándole.

"Perséfone", dice, reproduce las texturas de las cuerdas, los coros femeninos, los vientos y los ritmos de "Iolanta" y del Tchaicovsky tardío, "con una fragilidad, femeneidad y delicadeza" muy parecidas.

"Oyes a Tchaicovsky en 'Perséfone'. Es una hora de ternura, de música perfumada, de melodías muy lejos del cálculo científico que se atribuye a Stravinsky. Es maravillosa y una oportunidad única de sorprender al público. Es el tiempo -remacha- para esta música y para la renovación colectiva de la vida pública que sugiere".

Sellars, el mismo que puso a "Don Giovanni" en Harlem o "Las bodas de Fígaro" en un "penthouse" de la Trump Tower, ha querido introducir la danza camboyana en esta producción porque estos bailarines tienen su propia historia de "regreso de entre los muertos, de resurrección" ya que son los descendientes de una generación masacrada por el regimen de Pol Pot.

El estadounidense tiene "enamorado" al Real porque de su boca sólo salen alabanzas aunque haya que repetir una y otra vez en alguna parte: "yo no me enfado nunca, no tengo tiempo para eso. Es un error. La vida es maravillosa y más aún la gente", explica.

El director, que acaba de estrenar en Los Ángeles "Orango", cree que la diferencia entre el teatro y la ópera es que esta última "es más ritual, no es para sorprender, sino para enseñar y profundizar, sabiendo de antemano lo que va a pasar, por eso es una experiencia colectiva en la que lo importante es cómo es de bonita, cómo llega".

Sellars, que sólo había estado en España en 1999, dirigiendo para el Festival de Otoño "Historia de un soldado", cree que el "gran proyecto" del futuro es "cómo compartir el mundo; cómo compartir el aire y el agua en el resto del siglo y poner una semilla de un poco de amor en el corazón".

El artista volverá en julio al Real para dirigir "Ainadamar", primera ópera del compositor argentino Osvaldo Golijov, que retrata el enorme impacto que la muerte de Federico García Lorca tuvo en su amiga y mentora, la actriz Margarita Xirgu.

"Estoy encantado y feliz con todos mis proyectos. No puedo pedir más", confiesa mientras juega de nuevo con su pelo y sus inseparables collares de colores.

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