El hombre y su derecho a la moda

  • Celia Sierra.

Celia Sierra.

Madrid, 25 sep.- Vestir de fucsia, con estampado de lunares o en traje y sin calcetines es una de las conquistas recientes del armario del hombre, un universo en el que hasta hace poco reinaba el clásico traje gris y que en las últimas décadas ha explorado -y conquistado- los inescrutables caminos de la moda.

La prueba más palpable de este cambio de tendencia se puede recorrer en el Museo del Traje, que desde este viernes dedica su primera exposición, "Man in progress", a las dos últimas décadas del vestir masculino, en colaboración con la revista GQ.

La edición española, orientada al hombre, nació hace justo dos décadas junto a otras ediciones, dirigido a un emergente consumidor masculino que comenzaba a preocuparse por su imagen. El "metrosexual" había nacido.

"Los términos nacen como una necesidad para referirse a nuevas realidades", cuenta Marta Blanco, comisaria de la muestra junto a José Luis Diez, editor y especialista en moda de hombre.

Y este término, ahora quizá trasnochado, refleja el cambio que ha experimentado la masculinidad en los últimos años. "El hombre ha ido ganando en derechos para manifestar sus emociones", explica Diez, y la moda ha sido uno de los ámbitos fundamentales, contrariamente a aquellos que todavía lo consideran un ámbito superficial y frívolo.

Entre las prendas expuestas, hasta el dos de noviembre, se encuentran piezas icónicas como el esmoquin de lunares con que Messi recogió el Balón de Oro, el traje que Tom Ford diseñó para Daniel Craig en su papel de "007" o los zapatos de Ferragamo manchados de pintura, utilizados por Warhol en su día a día.

Mención aparte merecen el sombrero amarillo chillón que Stephen Jones confeccionó para Boy George, un par de "manolos" de hombre en rosa capote, o el chandal-traje de torero de Jeremy Scott para Adidas.

"Man in progress" también recoge elementos menos reconocibles pero igual de importantes en la reciente historia de la moda de hombre como uno de los primeros trajes-falda de Jean Paul Gaultier, un sastre en rojo carmesí de Paul Smith -uno de los primeros en subir el color a la pasarela-, o un mono de encaje transparente ideado por Gianni Versace.

Aunque la exposición recorre las dos últimas décadas de moda masculina, el verdadero cambio de tendencia llegó en la década de los setenta, impulsado por las revoluciones sociales, el auge del individualismo y la aparición de figuras como David Bowey o Iggy Pop, detalla Juan Gutiérrez, conservador del Museo del Traje.

Ellos, fueron los primeros en romper el molde, subirse al escenario con ropa de mujer, vestir sin complejos y abrazar el surgir de nuevos diseñadores que "a machete", comenzaron a cambiar el soso y tradicional vestir masculino.

Esta "flexibilidad por la extravagancia" saltó del redil artístico intelectual al deporte en los noventa, porque ya no eran solo músicos, sino que se sumaron los deportistas, el "doblemente macho", que tenían una imagen pública.

Michael Jordan o David Beckham se convirtieron en prescriptores de tendencias y consiguieron lo impensable, que muchos hombres dijeran: "si él puede llevar un pendiente o ponerse unas mechas, por qué no puedo yo", aclara Gutiérrez.

Ahora, las presiones "aparentemente" han desaparecido y el "todo vale" se ha instalado en la calle, los armarios de hombre y mujer han consolidado un "acercamiento recíproco", y la moda cada vez es más "unisex".

La última sala de "Man in Progress" dibuja justo en el momento actual, en el que conviven diseños inspirados en la sastrería inglesa, pero revisitados con una mirada transgresora con piel de cocodrilo, a manos de Roberto Etxeberría, junto con el extravagante e incomodo diseño en pelo rojo de Sibling, que convierte al hombre en un pompóm andante.

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