Por qué se dice que José Tomás es un torero de leyenda

  • José Tomás reaparece esta tarde en la plaza de Valencia tras 15 meses de convacencia por una cornada en Aguascalientes (México) que a punto estuvo de costarle la vida. Te contamos por qué el torero de Galapagar es una leyenda viva del toreo.
Israel Cuchillo

No hacía falta esperar al primer parte médico. El reguero de sangre que fue dejando José Tomás por el callejón de la plaza de toros de Aguascalientes camino del hule decía que el de Galapagar se estaba muriendo. El Payo, uno de los dos matadores mexicanos que hizo el paseíllo con Tomás aquella tarde, recordaría mucho tiempo después que al regresar de la enfermería (“cuando lo llevábamos se iba quedando blanco, blanco, perdía el color”) se apoyó en las tablas de la barrera “esperando a que en cualquier momento anunciaran su muerte por megafonía”.

Pero no solo no murió sino que hoy, justo quince meses después de aquel angustioso 23 de abril de 2010, Tomás vuelve a embutir sus femorales rotas en un traje de luces para hacer el paseíllo en Valencia.

El toreo, hundido en la indiferencia y la crisis económica, vuelve a brillar como segundo espectáculo de masas en España, aunque solo sea por un día. Esto ya solo es capaz de conseguirlo José Tomás, el último torero de leyenda. Te contamos por qué.

Un aprendizaje a sangre y fuego

José Tomás aprendió a controlar los trastos de torear y su mente al lado de Antonio Corbacho, un banderillero retirado de la sierra de Madrid que aplica sus conocimientos de filosofía oriental al toreo. En los entrenamientos casi inhumanos de Corbacho, Tomás se acostumbró a despreciar su instinto de conservación. Tanto, que más de una tarde se dejó coger por los toros para devolverle tanto sufrimiento a su mentor. Hoy no se hablan y mantienen una curiosa relación de amor-odio.

Las cornadas

Los toros han calado a José Tomás en más de 15 ocasiones. Las cornadas más graves las ha sufrido en México: la última de Aguascalientes (2010) y la sufrida en Jalisco en 1996, cuando sufrió dos paros cardiacos y tuvo que recibir varias transfusiones de sangre.

Una capacidad de sufrimiento sobrehumana

Es muy difícil encontrar una fotografía de José Tomás en la que muestre un rictus de dolor. Ni herido:

En Linares (año 2000) un toro le sacó un testículo al entrar a matar. En vez de marcharse a la enfermería, Tomás se lió una toalla alrededor de una pierna para sujetar el testículo que le colgaba fuera del escroto y dio la vuelta al ruedo con la oreja que le cortó a ese toro.

En Badajoz (2002) su primer toro lo corneó en la axila derecha. No pasó a la enfermería hasta que mató a su segundo, es decir, más de una hora después.

En Madrid (2010) un toro le taladró la pierna derecha por tres sitios pero aguantó en el ruedo hasta matarlo. Al llegar a las tablas, donde le esperaba su mozo de espadas, dijo:“Misión cumplida”. Recogió las dos orejas que el público pidió para él y se marchó a la enfermería sonriendo y saludando. 

Dos meses después, en el Puerto de Santa María, el primer toro de la tarde lo hirió en el glúteo y una axila. Aguantó toda la corrida (más de dos horas) con las dos cornadas y solo al final del festejo pasó a la enfermería.

Rebeldía con causa

A diferencia de casi todos sus compañeros, José Tomás nunca ha transigido con el stablishment del toreo.

Cuando era novillero se exilió voluntariamente en México para huir de la práctica habitual de pagar por torear.

A partir del año 2000 se negó a ser televisado si las televisiones no negociaban directamente con él, y no a través del empresario que organizaba los festejos. Aquella decisión le costó quedarse fuera de varias ferias importantes y mucho dinero. En 2001 se dejó televisar en dos ocasiones y desde entonces nunca más ha permitido que se emitan sus corridas.

Reaparición con un apoderado hippy.En un mundo tan apolillado y rancio como es el toreo, Tomás eligió para sus asuntos de despacho a un filósofo, escritor y músico catalán: Salvador Boix, un ‘intruso’ en el endogámico y elitista planeta de los toros.

Nada más conocer la concesión de la Medalla a las Bellas Artes a Francisco Rivera Ordóñez, Tomás devolvió la suya, concedida en 2008. Consideraba que el hijo de Paquirri no había hecho méritos para recibir tal galardón.

Silencio y misterio

José Tomás no habla con los medios de comunicación desde el año 2000. Solo ha concedido entrevistas puntuales a José Ramón de la Morena y Almudena Grandes en 'El País Semanal' y a algunos canales de televisión mexicanos. Su desprecio hacia casi toda la prensa taurina es absoluta. Ese silencio en los medios de comunicación le ha generado, además de antipatías furibundas, un halo de misterio que ayuda a alimentar el mito. Las cuatro temporadas que estuvo retirado (2003-2006) contribuyeron también a crear hambre de Tomás entre los aficionados. Durante su ausencia se hablaba casi tanto de él como de los toreros que se encontraban en activo.

Su toreo

Sin la sangre, el misterio ni la rebeldía José Tomás quizá no hubiera sido una leyenda pero sí un torero de época, porque por encima de cualquier cosa Tomás es uno de los mejores toreros de todos los tiempos. En los años 1997, 98 y 99 disfrutó de tres temporadas esplendorosas en las que no hubo cabida para nada más que para el buen toreo. Entonces no era un torero (tan) incómodo para el sistema, se dejaba televisar, atendía a los medios de comunicación y los toros lo herían con una frecuencia razonable. Esos fueron, sin duda, sus mejores años, aunque la leyenda empezó a coger velocidad tras su retirada en 2002.

Pero la leyenda José Tomás comenzó aquí, un 27 de mayo de 1997 en la plaza de Las Ventas de Madrid. No hubo morbo ni misterio, solo toreo.

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