Portugal: 40 años de democracia y progreso empañados por la crisis

  • En 40 años de democracia, Portugal ha experimentado un cambio radical, ha pasado de ser un país sin libertades y aislado económicamente a convertirse en un Estado moderno e integrado en la UE, pero brutalmente azotado por la crisis.

Antonio Torres del Cerro

Lisboa, 21 abr.- En 40 años de democracia, Portugal ha experimentado un cambio radical, ha pasado de ser un país sin libertades y aislado económicamente a convertirse en un Estado moderno e integrado en la UE, pero brutalmente azotado por la crisis.

El 25 de abril de 1974, cuando se inició el proceso de transición democrática tras casi 50 años de dictadura, una cuarta parte de la población portuguesa era analfabeta y el país tenía una de las mayores tasas de mortalidad infantil de Occidente (60 óbitos por cada 1.000).

Cuarenta años y dieciocho gobiernos constitucionales después, el salto fue "extraordinario e inimaginable en tan poco tiempo", explica a EFE Artur Santos Silva, el secretario de Estado del Tesoro en uno de los gabinetes provisionales pos revolución (1975-1976) y vicegobernador del Banco de Portugal (1977-1978).

Tanto la sanidad como la educación públicas fueron, según él, los grandes logros tras el 25 de abril: la tasa de mortalidad de bebés de menos de 1 año es de 3,4 cada 1.000, mejor que la media de la OCDE, y la de analfabetismo ronda el 5 %, según los últimos datos.

"La oferta del sistema de sanidad pública registró una transformación completísima para el bienestar de todos nosotros", incidió Santos Silva (1941), actual presidente de la Fundación cultural y científica Gulbenkian, una de las principales del país, y considerado una de las voces más respetadas en Portugal.

Sin embargo, el último lustro de recortes ha ensombrecido los avances sanitarios y educativos por los aumentos del copago en las consultas o las urgencias -se duplicó en ambos casos-, por la subida en las matrículas universitarias o la disminución de becas.

En paralelo al desempleo, que rozó el pasado año el 18 %, el riesgo de pobreza se ha situado en el 18,7 % de la población: unos dos millones de portugueses viven con 4.904 euros anuales, es decir, poco más de 400 euros al mes.

"Un país que no pone el combate a la pobreza en el centro de sus prioridades no está a la altura de su pueblo", según el líder de la oposición, el socialista António José Seguro, cuyo discurso está salpicado de críticas a la política social del Ejecutivo.

También el sistema de pensiones, otro de los triunfos tras el 25 de abril, ha estado cuestionado por los sucesivos recortes aplicados por el Gobierno para reducir el gasto público y cumplir con las metas exigidas por la llamada troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional).

Esos recortes tendrán que seguir porque "tenemos un sistema que no es sustentable", justifica Pedro Passos Coelho, primer ministro luso desde junio de 2011, un mes después de que el país firmase su rescate tras la dimisión del Gabinete del socialista José Sócrates.

A todo esto se añade el galopante proceso de envejecimiento en Portugal, donde se prevé que en las próximas décadas haya 307 ancianos por cada 100 jóvenes, una proporción que ejercerá presión sobre los sistemas de salud y de la seguridad social.

Se trata, en definitiva, de la degradación de los servicios públicos básicos, a la que se une además "la falta de solidaridad de Europa", según Artur Santos Silva, quien es también el actual presidente, sin funciones ejecutivas, del Consejo de Administración del banco BPI, uno de los mayores del país.

"Las políticas económicas en Europa solo fueron austeridad, austeridad, austeridad", critica.

A su juicio, Portugal -que recibió 80.900 millones de euros en fondos estructurales y de cohesión desde su integración en la UE en 1986 hasta 2011- pagó muy caro errores del pasado.

Haber creado una moneda común en países con una competitividad externa diferente, la inexistencia de una supervisión cuidada de las políticas macroeconómicas y las posteriores prisas en corregir desequilibrios presupuestarios condujeron al país a la depresión en la que se sumió desde 2011.

Una de las consecuencias más nocivas en el presente es el alto desempleo, pero también la emigración.

Según cálculos del Gobierno luso, tanto en 2013 como en 2012 abandonaron el país entre 100.000 y 120.000 portugueses (en torno al 0,1 % de una población total de 10,5 millones).

Muchos fueron universitarios de instituciones públicas, altamente formados, de los que el país no se aprovecha pese a que el Estado luso gasta en cada alumno unos 8.000 euros anuales, según la OCDE.

Aunque la recesión haya ensombrecido algunos progresos, muchos reivindican lo logrado durante los 40 años de democracia que siguieron a la larga dictadura iniciada por António de Oliveira Salazar en 1926 y proseguida por Marcello Caetano (1968-1974).

Y los logros no solo se reflejan en indicadores como la salud, la educación, las infraestructuras o las telecomunicaciones. "El gran éxito estructural es la gran abertura a los otros y la gran cohesión social", sentenció Santos Silva.

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