La quiebra de Forever 21 y el aviso para Zara y H&M: el 'low cost' se muere

Forever 21
Forever 21

Este lunes saltaba una noticia que pocos esperaban en el sector textil. La cadena estadounidense Forever 21 se declaraba en bancarrota y anunciaba el cierre de hasta 350 tiendas del total de 800 que tenía en todo el mundo, entre ellas 178 de las más de 500 que hay en Estados Unidos.

Según el comunicado enviado por la marca y firmado por su vicepresidenta, Linda Chang, esta declaración de quiebra permite asegurar el futuro de la compañía, "reorganizar el negocio y reposicionar Forever 21". De este modo, la mala situación que atraviesa la marca californiana se suma a la de la británica Topshop o la sueca H&M, que atraviesan unos años de pérdidas. O, sin ir más lejos, el caso de Mango, firma española que sigue acumulando resultados negativos a pesar de haber cerrado muchas de las tiendas que abrió en la época del 'boom' económico.

¿Responde esta situación únicamente al contexto económico? Cierto es que la desaceleración a nivel global está afectando al consumo -de hecho, el textil marcó en España el año pasado uno de sus peores ejercicios-. Pero a todo esto hay que sumar un problema intrínseco al sector de la moda.  

Un conjunto de síntomas delatan que el modelo actual se está agotando y auguran algo que, tarde o temprano, sucederá: el 'low cost' se muere. La moda rápida que ha dominado el sector textil en la última década -colecciones que cambian cada pocos días, precios bajos, tendencias de usar y tirar...- tiene los días contados y las marcas que operan en este mercado están ya sufriendo las consecuencias de algo que parece imparable: el cambio de mentalidad del consumidor, especialmente de las nuevas generaciones.

Sostenibilidad, explotación y la explosión del 'e-commerce'

Inditex cerró el pasado año con un beneficio de 3.444 millones de euros, un 2% más que el año anterior, y unas ventas que crecieron un 3%, superando los 26.000 millones. El mercado reaccionó con caídas a unas cuentas que, objetivamente, no son malas. Pero se esperaba más de la 'gran Zara'. La compañía gallega creció menos de lo esperado y los inversores temen que se estanque.

La firma ya ha admitido que tiene todas sus esperanzas puestas en Asia, la única región donde marcas de este tipo todavía tienen bastante margen de crecimiento, porque el mercado occidental ya está saturado. Y es que, en la última década, el 'low cost' se ha multiplicado y han surgido firmas prácticamente de debajo de las piedras. El hecho de que los consumidores no tuvieran tanto dinero para gastar por la crisis hizo que estas marcas se apoderaran del mercado al ofrecer ropa de tendencia a precios irrisorios. Sin embargo, el grave daño para el medioambiente que causa este modelo de negocio ha terminado por volverse en su contra. 

El sector textil es el segundo más contaminante del mundo, solo por detrás del petrolero, debido al ritmo ingente de producción llevado a cabo en estos años. Dicho ritmo ha provocado emisiones de gases contaminantes que superan los límites permitidos y vertidos de materiales tóxicos en ríos. Por otra parte, el 'low cost' está íntimamente ligado a la explotación laboral. El caso de la tragedia del edificio Rana Plaza en Bangladesh -en la que murieron más de 1.000 personas que trabajaban hacinadas en fábricas textiles por salarios míseros- puso de manifiesto la realidad que hay detrás de los precios bajos en las tiendas.

Toda esta cadena de sucesos ha terminado por repercutir en el sector, ahora que parece que los consumidores han dicho basta. Su mentalidad ha cambiado: ahora conocen las consecuencias del modelo para el medioambiente y los efectos del calentamiento global. Y los jóvenes son quienes están más preocupados por el problema.

La llamada 'generación Z' o los 'centennials', que no concibe este tipo de consumismo desaforado, ha dado la espalda al 'low cost'. Prefiere opciones más ecológicas, como la ropa de segunda mano o la que está fabricada bajo parámetros sostenibles por marcas que así lo garantizan. Los jóvenes ya no necesitan comprar ropa cada mes, sino que apuestan por reutilizarla y si, tienen que gastar dinero, prefieren invertirlo en prendas más caras pero que duren más. 

Por lo tanto, en esta nueva ecuación, la moda rápida no encuentra su lugar. Esto ha obligado a las marcas a ponerse las pilas y lanzar programas sostenibles en su cadena de negocio. Ahora fabrican con mejor calidad y utilizan fibras respetuosas con el medioambiente, pero es difícil librase del estigma por contribuir al calentamiento global y a la explotación laboral.

Por otro lado, una de las causas que ha provocado la caída de Forever 21 es el auge del comercio electrónico. Cada vez menos clientes van a las tiendas y cuando lo hacen es, a menudo, para ver las prendas que luego encargarán por Internet. Por lo tanto, las marcas que no se adapten a esta nueva forma de compra no van a sobrevivir. Los clientes quieren comprar desde casa pero no  esperar mucho para recibir sus pedidos, lo que exige un esfuerzo en la logística que no todas las empresas pueden hacer. 

Por ello, la revolución que se ha gestado en el sector en apenas un par de años ha cogido a contrapié a muchas de las marcas. Una situación que puede ir a más si estas marcas no cambian su concepto de negocio y apuestan por el menos es más en lugar del más por menos. Porque la gente ya no quiere pagar menos... quiere pagar mejor.

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