Redescubriendo las meriendas en el campo

  • Verduras fresquísimas, pasta hecha en casa, vinos locales y una única mesa blanca al aire libre para compartir. Así siete jóvenes profesionales y apasionados de gastronomía ponen otra vez de moda las meriendas en el campo.
Alessia Cisternino

Los Cavolfiori a merenda (una expresión italiana que se utiliza para referirse a algo o a alguien tan fuera de lugar como unas coliflores para merendar) se llaman Luca, Livia, Alberto, Elisa, Federico, Daniela y Yukari y tienen desde los 23 hasta los 32 años. Lo que les une, a parte de la joven edad, es la pasión por la buena comida y, como ellos mismos admiten, “un poco de inconsciencia”. Sí, porque en estos tiempos de crisis cuando conformarse con lo que uno tiene parece la única alternativa, hay quien no se rinde e inventa su propio trabajo,arriesgándose además con algo que desde hace mucho parecía pasado de moda: las meriendas en el campo.

“Este proyecto es hijo de siete padres: hemos tardado nueve meses en delinearlo así como es ahora” explica Daniela, una de las “coliflores”. “Siete cabezas producen un montón de ideas, pero llegar a la idea inicial no ha sido tan difícil: nos conocimos en la Università di Scienze Gastronomiche, donde uno de los principios fundamentales es ir a visitar a todos los productores y tener una experiencia directa conlos productos y la comida. Lo que queríamos era extender esta posibilidad a la gente normal, a todos los que tengan algo de curiosidad hacia la comida. Hemos escogido una mesa blanca como símbolo fuerte de este relación entre personas, territorio, productos y productores. Luego cada uno de nosotros ha elegido un áreade la que ocuparse y al final hemos realizadonuestra primera gira por Italia en verano de 2009.

El primer paso, como para cada merienda en el campo que se respete, es elegir un lugar ideal. Normalmente, se escogen las granjas que destacan por su maravilloso entorno y sobre todo que producen in loco todo lo que luego se servirá en la mesa. “Nuestra cocina no es una cocina tradicional, sino de territorio. Buscamos siempre productos biológicos y biodinámicos y nuestros menús hablan exclusivamente del lugar en el que nos encontramos. Utilizamos agua del grifo, cortes de carne inusuales y reciclamos nuestros propios desechos y los aceites. Nos gustaría demostrar que una gastronomía de alta calidad más sostenible es posible”, sigue Daniela.

Las meriendas, que suelen ser el sábado y el domingo, se estructuran en tres momentos: un aperitivo en el que se introducen a los anfitriones, es decir a los dueños y a los trabajadores de la granja; luego se visita la granja o se deja a los huéspedes que lo hagan solos y finalmente, coincidiendo con la puesta del sol, se disfruta de una merienda a base de productos típicos, verduras recogidas el mismo día en el que se consumen y vinos locales. La mesa, única para setenta personas al máximo, se suele colocar en el lugar que más simboliza el entorno donde se produce lo que se está comiendo como un campo o un viñedo, aunque, dice Daniela, “nos ha pasado también de colocar la mesa en el medio de playa”.

El menú, como es obvio, cambia según la estación del año y el lugar e incide en el precio, que de todas formas no supera los 55 euros por persona. El servicio es de alto nivel y a la vez familiar, es decir que los huéspedes a parte de compartir la misma mesa, también se sirven su propia comida de una fuentede cristal. Algo que podría crear momentos embarazosos entre personas que no se conocen y que sin embargo, debido también al esfuerzo de los anfitriones que intentan hacerque el atmósfera sea cálida y acogedora, acaba con enriquecer a las personas más que si se hubieran sentados exclusivamente con sus acompañantes.

“Nuestros eventos acaban antes de una cena normal para permitir a las personas de charlar un poco más, de disfrutar de la comida y, si quieren, de dar un paseo bajo las estrellas” explica Daniela. “Hay mezcla y curiosidad y ganas de una experiencia un poco diferente: quien se apunta a una de nuestras meriendas no busca nunca sólo la comida”.

Redescubrir algo tan antiguo como las meriendas en el campo y reinterpretarlo a la luz de conceptos que por necesidad se han tenido que poner muy de moda como biológico, local y sostenible. Todo esto sin renunciar a los manteles blancos, a la cubertería más elegante y pronto quizás también a un poco de música y de teatro. Clara señal de que el proyecto Cavolfiori a merenda viaja sobre ruedas y, por qué no, rumbo al extranjero. Un ejemplo de idea sencilla y bien hechaque triunfa, incluso en tiempos de crisis.

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