Rodrigo Fresán: “La realidad está sobrevalorada”

  • El escritor argentino acaba de publicar "El fondo del cielo", una novela que homenajea la mejor ciencia ficción y en la que vuelve a los escenarios más recurrentes de su particular universo.
Antonio Martínez Ron
Antonio Martínez Ron

La última novela de Rodrigo Fresán es un ajuste de cuentas con sus obsesiones. Por “El fondo del cielo” (Mondadori, 2009) desfilan los astronautas, las explosiones nucleares en el desierto y los personajes que hablan desde otros mundos. Y aunque “no es una novela de ciencia ficción”, como advierte el propio autor en los agradecimientos, sus páginas son un auténtico homenaje al género y a referentes tan claros como Kurt Vonnegut, Arthur C. Clarke o Philip K. Dick.

Los adictos al universo Fresán aman sus novelas por la misma razón que aman las buenas historias. Como todas sus obras, “El fondo del cielo” está lleno de “agujeros negros” por los que se cuela la imaginación del lector y en las que tan pronto se topa con un teniente que dice ser el auténtico George Clooney, el lamento de un alienígena consumido por la culpa o un cuadro de Rothko que contiene la explicación del universo.

Hablamos con él por teléfono, con numerosas interferencias. Él está en Barcelona y nosotros en Madrid, aunque a veces se le escucha como si hablara desde el planeta Trafalmador y nosotros tomáramos notas desde la Tierra.

Pregunta: ¿Era usted uno de esos niños que leían revistas como Astounding Magazine, Amazing Stories…?

Respuesta: No leía exactamente esas revistas por una cuestión cronológica, pero leía las equivalentes en Argentina, como “Nueva dimensión”, creo que se llamaba… Y leía básicamente la colección Minotauro de libros de ciencia ficción, donde conocí por primera vez a Bradbury, Sturgeon, a Ballard, a Vonnegut, a Phillip K. Dick…

P: ¿Cayó atrapado desde muy pequeño?

R: Caí cuando tenía nueve o diez años, una edad a la que es fácil caer en la ciencia ficción, porque digamos que uno básicamente está pensando en el futuro.

P: ¿Acaso cuando uno se hace adulto ya no es tan interesante?

R: No, no es que sea menos interesante, es que cada vez te queda menos futuro por delante (risas).

P. Tengo la sensación de que aquella fiebre que hubo por la ciencia ficción en los años 60 y 70 se ha apagado un poco, ¿ya no nos interesa el futuro?

R: No es que no nos interese, sino que el futuro dejó de estar donde estaba, es decir, delante, y pasó a estar en el presente, a formar parte de nuestra cotidianeidad. El grado de evolución que han tenido los teléfonos o el ordenador, por ejemplo, era un tema recurrente de la ciencia ficción… También es cierto que a esta falta de interés también ha contribuido un poco la frustración o el desgano de la carrera espacial, la idea de que el espacio exterior es demasiado exterior, o que no nos incluye.

P: ¿Por qué la ciencia ficción no es considerada alta cultura?

R: Como argentino tengo la suerte de que la gran tradición de la literatura argentina pasó por el género fantástico, Borges, Cortázar, Bioy Casares… e incluso autores más recientes como Piglia o como Aira… La idea de lo fantástico siempre esta presente y no nos hace sentir ningún pudor en ese sentido.

P: Sin embargo en otros ámbitos sí  que se margina o se la hace de menos…

R: Me parece que la  realidad está sobrevalorada, y por realidad me refiero al realismo mal entendido. Se tiende a pensar que la emulación de la realidad es algo mucho más noble que ponerse a volar y a dar vueltas por ahí… También es cierto que en la ciencia ficción hay mucho “infraproducto” y mucha materia bastarda y poco noble, pero también pasa con la novela realista…

P: Pero hay grandes obras que se pueden asimilar a las novelas más reconocidas…

 

R: Sí que hay grandes estilistas… Ballard, sin ir más lejos, me parece una de las prosas privilegiadas del siglo XX. Única y exclusivamente como escritor me parece uno de los grandes. Por todas las razones correctas. Philip K. Dick, en cambio, me parece un gran escritor por todas las razones incorrectas.

P: ¿El encanto de la realidad es que no se sabe donde empieza y dónde acaba?

R: Sí, pero de todas formas yo no aspiro a llevar la vida de Philip K. Dick, no me gustaría estar en sus zapatos. Me parece que aunque yo me divierto bastante haciéndolo, él lo pasó realmente mal escribiendo determinado tipo de cosas...

P: ¿Quiere decir que no se ha visto a sí mismo como un profeta del siglo I d.C?

R: ¡No! Y no me interesa en absoluto (risas). Si las tengo iré directamente al médico.

P: ¿Se ha sentido observado por ellos, los trafalmadorianos o los habitantes de Urkh 24?

R: Los escritores llevan por lo menos cuatro vidas simultáneamente: la vida doméstica, la vida privada, la de los libros que leen y la de los libros que escriben… Es normal que se crucen y te pasen más o menos cosas, pero no hay que dejarse llevar por la fascinación de la rareza…

P: En la novela comenta que se sintió impresionado por “2001: Una Odisea del espacio” porque estaba harto de las historias donde el futuro se pasaba el tiempo “actuando de futuro”.

R: Me parece que es uno de los grandes defectos de la ciencia ficción. Cuando alguien desenfunda un arma futurista y el otro se muestra asombrado. Debería estar acostumbrado ¿no? Cuando vi “Una Odisea del espacio” sentí que se podían contar las cosas de otra manera. Me recuerdo a mí saliendo del cine y diciéndome a mí mismo: “Ah, también se puede contar de este modo…”

P: Como Vonnegut, usted gusta hacer aparecer lo extraordinario en escenarios donde uno no lo espera.

R: La lectura de “Matadero 5” fue de las cosas que más me ha marcado en términos de cómo se podía narrar, se podía contar, como el autor podía aparecer entrando y saliendo de sus ficciones, interrumpiendo… Buena parte del tono monologal de mis libros viene de Vonnegut y más tarde de otros escritores, como Nabokov.

P: Con “El fondo del cielo”… ¿ha ajustado las cuentas pendientes con sus obsesiones?

R: Sí… Bueno, la verdad es que no tengo una conciencia muy clara de lo que ocurre entre uno y otro de mis libros… Me gusta sentirlos como partes de una misma cosa, de un gran mecano o habitaciones de una casa.

P: Dice en los agradecimientos que en el camino se dejó una parte de la novela…

R: En la versión larga del libro estaba todo lo que estaba en este libro y nada más, pero con un tono que no es el de este libro. No me dejé ninguna clave fuera… Pero una de las cosas que no me gusta de la ciencia ficción es esa voluntad de explicarlo todo para que todo parezca verosímil. Me gustaba la idea de un libro de ciencia ficción que tuviera agujeros negros y zonas un poco crepusculares…

P: En sus novelas siempre hay agujeros que el lector tiene que llenar.

R: Sí, me gusta la idea de un lector que trabaje, la verdad… (risas).

P.: ¿Se sintió fascinado por el fenómeno OVNI?

R: Bueno, yo viví buena parte de mi vida en Argentina donde un momento muy OVNI, con avistamientos casi diarios, y participé y fui irradiado por la moda ésta de von Däniken, que me causaba bastante gracia…

P: Pero ¿lo echa de menos?

R: No, pero era divertido… Si me das a elegir entre las historias de Dan Brown y las de von Däniken, me quedo con las de este último.

P: ¿En su próximo libro vuelve al mundo obsesivo de las últimas novelas?

R: Cada libro tiene sus propias reglas. Sólo te puedo decir que se llama “La parte inventada” y después de haber tocado de forma ortodoxa diferentes géneros, con “Mantra” o “Jardines de Kensington”, me da la impresión de que lo que está asomando la cabeza es un libro que propone un género nuevo.

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