Ruales, el ecuatoriano al que la escritura le "salvó" la vida

  • El placer de escribir, que cada cual lo ejerce por su particular motivo, fue hace más de medio siglo para el ecuatoriano Huilo Ruales una tabla de salvación cuando la vida le enseñó una de sus peores caras y ahora no podría entender su existencia sin su diaria compañía.

Susana Madera

Quito, 30 mar.- El placer de escribir, que cada cual lo ejerce por su particular motivo, fue hace más de medio siglo para el ecuatoriano Huilo Ruales una tabla de salvación cuando la vida le enseñó una de sus peores caras y ahora no podría entender su existencia sin su diaria compañía.

"Descubrí que la escritura era una posibilidad de salvarme cuando era muy muchacho y la vida se hizo demasiado adversa", dijo quien, a los once años, sufrió la muerte de su padre en un accidente de tráfico.

Una pérdida que le supuso también una "ruptura terrible" sobre todos sus "ídolos" y el derrumbe de todo lo que le soportaba.

"Me quedé como en el vacío. Para asirme de algo, en cierto modo me inventé un interlocutor, que era yo mismo, y eso fue a través de la escritura", relató.

Así, la escritura fue "un refugio para poder entender el mundo, desacralizarlo, ajusticiarlo", apropiarse de él, comentó Ruales en entrevista con Efe al confesar que en el inicio, escribir fue, a la par, un escondite y una ventana al mundo, para después convertirse en un "oficio" y, ahora, en una "guerra".

Quizá por ello, a su más reciente publicación "El alero de las palomas sucias", Ruales le ha subtitulado "crónicas de mi guerra crónica" y en ésta invita a ver el mundo a través de su mirada y a sentirlo a través de su escritura a la que llama "acto vital", "camino, "razón de ser".

Probablemente por eso, se siente incapaz de cifrar su trabajo: "Nunca he averiguado, no he preguntado ni me he enterado de cuántos libros he escrito. Eso, para mí no tiene ninguna trascendencia", aseguró.

Tampoco tiene claro cuántos textos ha recopilado la editorial Eskeletra en los dos tomos de "El alero de las palomas sucias" que presentará el próximo jueves en Quito.

"Son textos marginales que tienen un poco de cuento, ensayos", aunque la mayoría son crónicas, indicó.

Uno de ellos relata su primer encuentro con un silabario, cuando descubrió que unir tres letras y pronunciarlas, con la dificultad que representaba para sus escasos cinco años, no sólo formaban una palabra: Al pronunciar mar "se hizo la magia de que apareció el mar delante mío", indicó con la emoción, aún ahora, de un preescolar.

"Hasta entonces, yo había sido un feliz analfabeto, a quien la vida le entraba a raudales por los ojos. La palabra me llegaba por el oído y me salía por la boca", narra en el libro al hablar del Silabario, un folleto del que "de signos prodigiosos brotaban las palabras y de estas brotaba milagrosamente el mundo", según dice.

Ruales cuenta que el silabario le enseñó que el mundo "solamente es un planeta lleno de rumores, sin la escritura. Que sin ella las cosas, los seres y los sueños carecen del derecho a la memoria".

Ferviente devoto de la palabra, el escritor ecuatoriano cree que "así como el amor le vence a la muerte, la soledad puede ser superada -al menos relativamente- gracias a la palabra, y es un puente de aproximación entre los seres humanos".

Pero para él, ha sido, además, cimiento del puente que ha construido entre su natal Ecuador y su auto exilio en Francia, donde vive hace 24 años. Se ha acostumbrado ya a nutrirse de la organización, la soledad, la aventura, los colores, inventiva e improvisación que le ofrecen las dos naciones, cada cual lo suyo.

Con 67 años recién cumplidos, el escritor, nacido en Ibarra (norte), no se siente capaz de decantarse por alguna de esas dos fuentes de inspiración. Francia y Ecuador lo complementan y le ofrecen las herramientas para afrontar su "guerra crónica" contra el silencio.

"Entender al mundo o abarcarlo a través del arte, siempre es un acto heroico y de frustración. Desde ese punto de vista es crónica la lucha que llevo, es consuetudinaria, permanente, perpetua", explicó.

Poseedor de varios premios, entre ellos, el hispanoamericano Rodolfo Walsh (París), Ruales, que vive en el hervidero de las palabras, parece no concebir el mundo sin la escritura y su tintero ya alimenta la segunda parte de la trilogía "Los Kitos infiernos", después de "Edén y Eva", que publicó en 2013.

Ruales ha aprendido que "la escritura puede vencer a la muerte. Que, a su vez, la muerte puede vencer a la escritura, si no existe y se multiplica ese dios llamado Lector", enfatizó.

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