Ruidoblanco pone voz al desencanto juvenil con un disco agónico y envolvente

  • Javier Herrero.

Javier Herrero.

Madrid, 24 abr.- La banda catalana Ruidoblanco ha puesto voz al desencanto de una juventud que vive sin seguridades, a través de las letras agónicas y atmósferas envolventes de un disco de cinco canciones producido por Suso Saiz, que a punto estuvo de llamarse "Involución", dicen, por "el camino erróneo que sigue la humanidad".

"Los temas hablan un poco de esa desesperación por no saber hacia dónde tirar. Es el punto en el que nos encontramos nosotros y toda nuestra generación. Todo lo que tienes alrededor cojea por algún lado. No hay nada claro ni confianza en las instituciones, ni lugar donde agarrarse", cuentan en una entrevista con Efe hoy en Madrid, un día antes de su actuación en la sala Sol.

Finalmente este trabajo, que surge como un paréntesis en su relación contractual con Warner Music, se tituló "El hombre que habita el mundo" (Precipicio), tras tomar prestados unos versos de la canción de Nacho Vegas "El hombre que casi conoció a Michi Panero".

"Fracasé una vez, fracasé diez mil y aun así alzo mi copa hacia el cielo en un brindis por el hombre de hoy y por lo bien que habita el mundo", dicen esas líneas cargadas de ironía y cinismo que han inspirado al quinteto barcelonés en su segunda experiencia discográfica tras "Midiendo el tiempo en canciones" (2010).

Si en aquel defendían una justificada evasión "en tiempos en los que no faltaban motivos para esconderse", tres años después y con las cosas aún peor, Salva Codinach (voz, guitarra y piano), Cris Carreño (voz y teclados), Dani Fernández (guitarra), Chano Sánchez-Gómez (bajo) y Cristian Cuesta (batería) apuestan directamente por "desaparecer".

Así se llama su primer single, que llega acompañado de un críptico y sugerente videoclip de la prestigiosa productora Canadá, que se grabó con un plano secuencia en un monumental escenario -una piscina abandonada de Rubí (Barcelona)- y se inspira en la película "Nostalgia" (1983) de Andrei Tarkovski.

En él, un hombre moribundo pone todo su esfuerzo y fe en atravesar una piscina con una vela encendida hasta un altar para reclamar su deseo y salvar al mundo a costa de su sacrificio.

En este trabajo se encuentra ese mismo carácter "contundente, épico y envolvente", impregnado de la música de Bon Iver y Sigur Ros, apuntan ellos, que siguen "midiendo el tiempo en canciones".

En septiembre, después de la larga gira anterior, se dieron cuenta de que necesitaban oxigenar su repertorio, que llevaba compuesto cinco años, con temas inéditos que presentar en su vuelta a los escenarios.

No querían lanzar un LP, cuyos procesos son más largos, así que pidieron permiso a Warner y, por su cuenta y riesgo, lanzaron una iniciativa de mecenazgo colectivo a la que respondieron "209 personas" para materializar este disco de duración más breve.

Del esfuerzo de todos y de su tenaz persistencia por vivir algún día solo de la música, surgió este álbum en el que buscan nuevas fórmulas musicales, aunque la influencia de Los Piratas sigue presente.

Así, con letras más duras y un tono más épico, presentan temas redondos como la sentimental "Semanas", en la que Cadinach da la réplica vocal a su compañera Cris Carreño, y "Frágiles", en el que ponen en solfa la supuesta evolución del ser humano.

"Tanta evolución tecnológica, en lugar de acercarnos, nos ha alejado del que tenemos al lado", opinan ellos, que cantan en esa canción: "Escondemos las miserias camuflándolas en la mejor historia que jamás escucharás, todo éxitos y avances tecnológicos que ponen por las nubes nuestra gran capacidad".

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