Steve Pincus: La Revolución inglesa de 1688 fue la primera revolución moderna

  • Jose Oliva.

Jose Oliva.

Barcelona, 5 may.- El historiador norteamericano Steve Pincus rompe en su último libro, "1688", realidades hasta ahora aceptadas como la que la Revolución inglesa de 1688 fue incruenta, consensuada y aristocrática y demuestra que fue, por encima de la francesa, la primera revolución moderna.

Durante trescientos años, académicos e intelectuales identificaron la revolución inglesa de 1688-1689 como un momento crucial en la excepcional historia de Inglaterra; los filósofos políticos la asociaron a los orígenes del liberalismo, y los sociólogos la compararon con la Revolución francesa, la rusa y la china.

Todas estas interpretaciones se basaban, sostiene el autor de "1688" (Acantilado), en un relato de la revolución inglesa "profundamente arraigado y muy difundido, pero por desgracia, erróneo".

El autor llegó a esta conclusión tras más de una década de investigación en archivos de Norteamérica, del Reino Unido y del resto de Europa.

Frente a la versión que afirmaba que 1688-1689 es el momento en el que los ingleses defendieron su particular forma de vida, Pincus sostiene que "los revolucionarios ingleses crearon un nuevo tipo de Estado moderno", que posteriormente "ejerció una gran influencia en la conformación del mundo moderno".

El relato de los libros de texto escolares ingleses y norteamericanos parte de la "History of England", que escribió el historiador victoriano Thomas Babington Macaulay, donde fijó esa idea de que "fue una revolución no revolucionaria, incruenta, consensuada, aristocrática y, sobre todo, prudente".

En ella, presentaba a los ingleses como un pueblo "comprometido con una monarquía limitada, que permitía la medida justa de atemperada libertad popular".

Según explica Pincus en su ensayo, Macaulay construyó su relato a partir de una gran cantidad de pruebas; pero "en este siglo y medio hay mucho material nuevo disponible, y las nuevas técnicas bibliográficas han facilitado su localización".

Uno a uno, refuta los asertos de Macaulay y demuestra que el pueblo inglés tenía un destacado interés por los asuntos europeos, basado en el considerable número de efímeras publicaciones que trataban sobre la política del poder continental.

Y también en que las aspiraciones y las actividades de las comunidades comerciales de Inglaterra estaban vinculadas a las políticas de finales del XVII.

En opinión del historiador, "la Revolución de 1688-1689 es importante no porque reafirmara el excepcional carácter nacional inglés, sino porque constituyó un hito en la emergencia del Estado moderno".

Huyendo de la historiografía maniqueísta, Pincus sostiene que la llamada Revolución Gloriosa "no fue el triunfo de un grupo de modernizadores sobre los defensores de la sociedad tradicional", sino más bien "el enfrentamiento entre dos grupos de modernizadores".

Contesta, asimismo, al supuesto carácter incruento y consensuado de la Revolución Gloriosa: la Revolución de 1688-1689 fue, por supuesto, menos sangrienta que las violentas revoluciones del siglo XX, pero los ingleses soportaron un grado de violencia contra la propiedad y las personas semejante al de la Revolución francesa de 1789.

"Durante el período revolucionario y por todo el país, hombres y mujeres se amenazaban entre sí, destrozaban sus propiedades y se mataban y mutilaban los unos a los otros. De Londres a Newcastle, de Plymouth a Norwich", dice.

En la batalla de diciembre de 1688 en Reading, recuerda Pincus, murieron más hombres de las tropas leales a Jacobo II y de los seguidores de Guillermo de Orange y María que en la masacre del Campo de Marte, en 1791, uno de los acontecimientos más cruentos de la Revolución francesa.

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