Care Santos: "En mis novelas hago arqueología de las emociones"

  • Irene Dalmases.

Irene Dalmases.

Barcelona, 15 mar.- Mientras sorbe un espeso chocolate azteca en taza, Care Santos, autora de la novela "Desig de xocolata" (Deseo de chocolate) con la que obtuvo el premio Ramon Llull y que se publica estos días, reflexiona sobre su oficio y asevera que en todas sus obras hace "arqueología de las emociones".

Entiende la autora catalana que aunque se documente mucho para sus creaciones literarias y se complique la vida con tramas cruzadas, siempre hace "arqueología de las emociones, porque ya puede cambiar el mundo, que las personas siempre sentimos lo mismo".

A modo de ejemplo, señala que si trata sobre la bomba en el Gran Teatro del Liceo en el siglo XIX, no le interesa tanto el atentado, "como lo que despierta el hecho de ver llegar a una persona manchada de sangre y como eso puede cambiar la vida de otra".

En "Desig de xocolata" (Planeta), que próximamente se publicará en castellano y francés, incluye tres historias diferentes, que transcurren en tres momentos históricos distintos -la actualidad y los siglos XIX y XVIII- y que tienen como hilo conductor una chocolatera de porcelana blanca, que una noche se rompe para desazón de su propietaria.

Es asimismo la reivindicación de Barcelona como capital chocolatera desde el siglo XVIII, aunque no tenga el renombre de otras, como Bruselas, París o Viena.

Care Santos (Mataró, 1970) comenta que documentándose para otro libro conoció la identidad de un chocolatero de finales de 1700, denominado Fernándes, quien desde su obrador de la ciudad condal inventó una máquina que convertía el chocolate líquido en sólido, lo que provocó que una comisión de parisienses se acercara hasta el lugar para comprobar su funcionamiento.

A partir de este hecho, la novelista empieza a tirar hilos y acaba armando este artificio literario, con tres mujeres protagonistas, Sara, Aurora y Mariana, muy distintas entre ellas, pero que sienten un especial apego por un objeto que tiene forma de chocolatera.

Y es que, igual que Santos, son personas que dan una gran importancia a artículos de la vida cotidiana y a las historias que pueden esconder.

"Acabo de recibir como regalo -apunta- la vajilla de una bisabuela e inmediatamente este hecho ha despertado en mi las ganas de explicar su historia, porque esos platos han contenido infinidad de ágapes de la familia, incluido cuando mis padres se prometieron".

Respecto a si ha contado con ayuda de expertos para la obra, no esconde la escritora que chocolateros como Enric Rovira, Claudi Uñó o los descendientes de Simón Coll la han guiado en algunos momentos y le han descubierto algunas técnicas relacionadas con el cacao.

Por otra parte, reconoce que en estos "tres libros en uno" muestra la Barcelona que considera más suya, la del barrio de la Ribera, en la que recaló desde su Mataró natal antes de la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992, cuando "todo era prosperidad, todo estaba por hacer".

Mientras Care Santos desarrolla sus reflexiones sobre este oficio y sobre la novela en un establecimiento dedicado al chocolate, uno de sus lectores, Francesc, sentado en una mesa cercana se presenta y le pide que le firme un libro para regalarlo a su mujer Sílvia, a la que quiere sorprender el día de su cumpleaños.

"Es la primera vez que me ocurre -resalta- que en medio de una entrevista alguien venga con el libro del que estoy hablando. Me encanta el contacto con los lectores", apostilla.

A su juicio, es un "privilegio" poder participar en clubes de lectura y un "lujo" conocer qué piensa cada uno de ellos sobre sus diferentes personajes.

Y no obvia que ahora, gracias a internet, puede vivir "en un club de lectura permanente, donde disfruto mucho".

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