Triunfan Manzanares y Leal, y Morante borda el toreo en Dax

  • Los diestros José María Manzanares y Juan Leal salieron triunfadores, con tres y dos orejas, respectivamente, del festejo matinal celebrado hoy en la ciudad francesa de Dax, en el que lo más artístico y puro brotó de las telas de Morante de la Puebla, que bordó el toreo.

André Viard

Dax (Francia), 15 ago.- Los diestros José María Manzanares y Juan Leal salieron triunfadores, con tres y dos orejas, respectivamente, del festejo matinal celebrado hoy en la ciudad francesa de Dax, en el que lo más artístico y puro brotó de las telas de Morante de la Puebla, que bordó el toreo.

FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Domingo Hernández, bien presentados y bravos en conjunto, con mención al gran tercero, de embestida brava y honda, justamente premiado con una la vuelta al ruedo. Al primero le faltó ritmo; el segundo tuvo buen pitón derecho; el cuarto humilló pero sin emoción; el quinto fue otro gran toro; y el sexto fue un buen toro aunque se vino a menos al final de la faena.

José Antonio "Morante de la Puebla", ovación y gran ovación tras dos avisos.

José María Manzanares, oreja y dos orejas.

Juan Leal, oreja tras aviso y oreja.

La plaza se llenó en mañana soleada y con chubascos tibios.

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TOREO ETERNO, DE ENSUEÑO

Esta mañana en Dax Morante ha dibujado el toreo eterno, tanto con el capote como con la muleta. Faenas de irrepetible belleza, llenas de muletazos encajados, pulseados y sentidos, aunque no siempre ligados entre ellos por las condiciones de los toros.

Frente al primero, toro de embestida algo brusca y falto de ritmo, Morante regaló un puñado de lances y un principio de faena a dos manos para enseñarlos en las escuelas de tauromaquia. Lo mismo frente al cuarto, toro serio que no rompió del todo y acabó descompuesto.

Con muchas ganas siempre, Morante ofreció otra faena llena de belleza y majestad. Al final, el toro, muy descompuesto, no se dejó cuadrar para la muerte, por lo cual Morante escuchó dos avisos sin pinchar.

A los muletazos de gran calado y hondura de Morante, Manzanares replicó con su técnica perfecta y su toreo ligado: donde Morante busca la belleza y la pureza en cada muletazo de principio a fin, Manzanares intenta, y lo consigue, que un muletazo le dure una serie entera, lo que da al conjunto el mismo ritmo que el de una noria.

Frente al segundo, un toro que transmitió mucho por el pitón derecho, ofreció una faena larga, no siempre honda, pero sí vistosa y cortó la oreja después de un espadazo letal.

El quinto fue el otro gran toro de la corrida, pegajoso de salida y discreto en el caballo, donde cumplió sin más; sin embargo, pronto se vislumbró su capacidad de seguir los engaños por abajo, lo cual se confirmó nada más empezar la faena.

Repetidor, boyante y humillado, embistió como un vendaval, hasta el punto de pasarse a veces de velocidad y poner al torero en aprietos. Faena larga otra vez, que culminó con el toreo mal llamado accesorio, a dos manos, andando con mucha improvisación y enorme calado en los tendidos. Una gran estocada recibiendo desató el entusiasmo y las dos orejas cayeron de golpe.

No hay mal mayor, decían los antiguos, que toparse con un toro verdaderamente bravo. Y si encima es noble, peor. Así fue el tercero, bravo en dos varas fuertes y de embestida honda y humillada. Un toro de lío gordo, o de petardo rotundo. Juan Leal anduvo buen rato entre ambas orillas por querer imponer antes de tiempo el toreo de cercanías que tanto le gusta.

Entre querer y querer demasiado está el punto de equilibrio y poco a poco el gran "Centenero" le enseñó al torero donde encontrarlo, castigándolo a veces con alguna colada y hasta una voltereta en un descuido, pero perdonándole después. Y poco a poco, Leal se centró para hilvanar muletazos largos y templados, antes de dejar una gran estocada que le valió la oreja.

Otra cortó del sexto, y lo más importante fue comprobar que el joven torero había aprendido la lección de "Centenero". Menos atascado, mejor colocado, con menos precipitaciones, pulseó las buenas embestidas hasta que el toro se descompuso, buscando la salida en cada muletazo. Otra gran estocada y otra oreja, sinónima de puerta grande.

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