Triunfo de Rafael Cerro y buen toreo de Sergio Flores

  • Algemesí (Valencia), 29 Sep. El extremeño Rafael Cerro abrió la puerta grande en Algemesí tras cortar una oreja de cada uno de los novillos de su buen lote de Javier Molina.

Algemesí (Valencia), 29 Sep. El extremeño Rafael Cerro abrió la puerta grande en Algemesí tras cortar una oreja de cada uno de los novillos de su buen lote de Javier Molina.

Sin embargo, el toreo de más entidad de la tarde llevó la firma de Sergio Flores ante el primer ejemplar del festejo, al que cortó una oreja.

FICHA:

Se lidiaron cinco novillos de Javier Molina, el tercero para rejones, bien presentados y de juego variado. Destacó el segundo, por su entrega, movilidad y clase y el cuarto por su casta.

Sergio Flores, oreja y ovación.

Rafael Cerro, oreja y oreja.

El rejoneador José Antonio Mancebo, ovación.

Lleno en la plaza cuadrada de Algemesí.

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Dos de los novilleros con más renombre del escalafón llegaban a Algemesí en un festejo que se celebró sin problemas pese a la incesante lluvia caída durante toda la jornada.

La organización cubrió el albero de la plaza y puso todo de su parte para que la Semana Taurina no se detuviera.

El mexicano Sergio Flores demostró poseer valor y ganas de ser torero, unas cualidades que transmitió con fuerza a los tendidos. Toreó muy bien a su primero sobre ambas manos, con muletazos, enganchándolo delante y rematando detrás de la cadera. Lo tumbó de un gran espadazo y cortó una oreja.

Con su segundo, que tuvo buena condición pero se acabó pronto, se desenvolvió sin problemas entre los pitones, aunque se le complicaron las cosas para matar, llegando incluso a echarse. Reicibió una ovación.

Rafael Cerro fue sin duda el más beneficiado en el sorteo. A su excelente primero, que tuvo clase, calidad y recorrido, lo recibió con cuatro faroles de rodillas. En la muleta cuajó una faena larga, en ocasiones demasiado despegada, que no estuvo a la altura de las condiciones del animal. Lo mató rápido y bien y paseó una oreja.

A su segundo, un ejemplar que se movió mucho, hilvanó una labor efectista y de cara a la galería, que fue recompensada también con una oreja.

A caballo cumplió el rejoneador José Antonio Mancebo, que clavó banderillas con acierto, pero que no supo rematar su labor con el rejón de muerte.

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