Rusia es un país fascinante bajo todos los puntos de vista. El paisaje, el arte, el idioma, la gastronomía y sobre todo esta insoportable y omnipresente pesadez del ser que es propia de cada uno de sus habitantes hacen que cada viaje a este país se convierta en una experiencia “pegajosa”, de la que es imposible desprenderse durante mucho tiempo.
Aunque, digámoslo, viajar a Rusia no es algo que se pueda organizar rápidamente y en cualquier momento: hacen falta visados y dinero y esto muchas veces implica que sea más fácil ponerse en manos de una agencia de viajes y tenerlo todo planeado hasta el último detalle: esta es la Plaza Roja, esto es el Hermitage y esta es la tienda de Gucci. Pero ¿dónde están los rusos?
Es decir ¿dónde están los nuevos rusos, los que viven y sobreviven después del derrumbe de la Unión Soviética? Siempre admitiendo que sean diferentes de los “antiguos” rusos, están todos en el delicioso libro Nuevo Alfabeto Ruso de Katia Metelizza, periodista y escritora moscovita, recientemente publicado por la editorial Demipage.
Una edición exquisita que luce las bonitas ilustraciones de Jean François Martin y que reúne veintiséis pequeños retratos de la sociedad rusa – la de ayer y la de hoy – cada uno asociado a una letra del alfabeto cirílico.
Retratos que son por la mayoría recuerdos o experiencias directas de la misma Katia Metelizza, que hunde las manos en su actividad de periodista radiofónica, ensayista, escritora satírica y sobre todo columnista de estilos de vida para varias publicaciones.
De hecho, Nuevo Alfabeto Ruso es el resultado de una selección de textos hecha a partir de dos publicaciones anteriores de la Metelizza, Abecedario de la vida y Amor, donde fueron publicadas algunas de las crónicas escritas para la sección de estilos de vida del periódico ruso Nezavisimaya Gazeta.
Efectivamente lo que tienen en común estos brillantes mini-ensayos en orden alfabético es que todos arrancan con una imagen o un acontecimiento aparentemente intranscendente – como la subida del precio de un helado de cucurucho o la llegada del foie gras y de los caracoles a los supermercados de Moscú – para luego acabar en un retrato de la gente rusa que un historiador o un economista sería capaz de hacer.
Y es que a veces no hay nada mejor que ocuparse de algo como los estilos de vida para tener claro adónde va un país. “Cada vez que contemplo unos fuegos artificiales en Moscú lo primero que pienso es la ensalada de arenque en gabardina”. Y en las veces en las que era lo único que se comía en los apartamentos comunitarios de la época soviética. Con patatas, zanahoria y remolacha.
Las páginas de Nuevo Alfabeto Ruso están repletas de frases como ésta, que desencadenan al más puro estilo barthesiano unas imágenes con un alto contenido semiótico, imágenes es decir que lo dicen todo y más de la cultura que las ha producido y a la que pertenecen. Un libro que obvia los límites de cualquier diccionario de ruso.
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