Un buen día me levanté y el del espejo no era yo

  • La sensación de despertarse una mañana cualquiera, mirarse en el espejo y que la imagen que devuelva sea la de otro debe de ser de lo más desconcertante. El cine se lo toma a broma y usa el intercambio de cuerpos como un argumento cómico recurrente. En 'El cambiazo' –estrenada esta semana– Jason Bateman y Ryan Reynolds intercambian los suyos siguiendo la estela de todos aquellos que lo hicieron antes por accidente, deseo o lección cósmica.
Reynolds y Bateman intercambian sus vidas y cuerpos en El cambiazo
Reynolds y Bateman intercambian sus vidas y cuerpos en El cambiazo
lainformacion.com
M. J. Arias

Levantarse una mañana habitando un cuerpo que no es el propio es un accidente que el cine ha retratado en más de una ocasión. La última, en El cambiazo, comedia protagonizada por Ryan Reynolds y Jason Bateman en la que ambos intercambian sus vidas y cuerpos. No es un caso aislado. Lo de encontrarse en traje ajeno les ha pasado antes a otros como Jamie Lee Curtis, Rachel McAdams, Matthew Perry y hasta a Tom Hanks (por supuesto). Las razones de estos intercambios cuya posibilidad no está demostrada científicamente tienen mucho que ver con el sempiterno deseo humano de cambiarse por otro. No hay más que ver los casos registrados por el cine hasta hoy.

Mitch (Ryan Reynolds) es un crápula que no ha madurado. Dave (Jason Bateman), un abogado de éxito con una mujer preciosa y tres hijos. Ambos son dos antiguos amigos de la infancia que se rencuentran y se ponen al día de sus respectivas vidas borrachera mediante. Cuando despiertan al día siguiente se dan cuenta de que están en el cuerpo equivocado. Mitch tienen la pinta de Dave. Y Dave, la de Mitch. ¿Por qué? Pues porque en algún momento de la noche envidiaron la vida del otro y ahora tendrán que disfrutarla/padecerla. Este es el argumento de El cambiazo, estrenada esta semana y que recupera el clásico intercambio de cuerpos que tanto juego ha dado a lo largo de las últimas décadas.

La ahora conocidísima y aplaudida Rachel McAdams tuvo que pasar por ello en Este cuerpo no es el mío (2002). De chica popular del instituto con novio espectacular pasó a verse convertida en una especie de camionero peludo con la facha de Rob Scheneider. Todo porque eran tan chic y tan pija que un día lo trató mal y el cosmos decidió darle una lección. Aún más raro si cabe era el caso de Guy Pearce y Claudia Karvan en Ponte en mi lugar… pero no tanto(1997). Eran una pareja que no dejaba de reprocharse que el otro no se pusiese en su lugar y entendiese su punto de vista. Tanto se quejaron que un día amanecieron con los cuerpos cambiados.

En España el caso más famoso registrado hasta ahora es el que vivieron Toni Cantó y Cristina Marcos en Pon un hombre en tu vida (1996). Un choque fortuito en una piscina hacía que sus personalidades se intercambiasen. Descubierto el desaguisado, no tenían más remedio que colaborar para que las cosas saliesen bien y, de paso, enamorarse.

Cuando seas padre…

En esto de los cambios de cuerpos la moraleja siempre suele ser la misma: confórmate con lo que tienes porque hay otros peor que tú. Eso y cuidado con lo que deseas que a veces se cumple. Un clásico en esto de verse habitando un cuerpo ajeno por carambolas cósmicas es el transvase padre e hijo. Nada mejor para entender la dificultad de ser adolescente que tener que volver al instituto en la edad adulta. La lección también funciona a la inversa. ¿Entienden mejor los hijos la dificultad de ser padre si de repente se ven en sus zapatos? El cine opina que sí. Al menos Jamie Lee Curtis y Lidsay Lohan aprendieron la lección enPonte en mi lugar (2003). Les costó, eso sí. Porque volver a tener 15 años o lidiar con una boda en ciernes no es nada sencillo cuando la edad mental es otra distinta a la física.

En los ochenta, el ídolo de adolescentes Kirk Cameron vivió una situación parecida en De tal astilla, tal palo (1987). Empieza la película siendo Chris Hammond, un chaval que vive agobiado intentando cumplir las expectativas de su padre. Pero un día, cambian las tornas y se convierte en su padre, el doctor Hammond (Dudley Moore), estirado y desquiciante. En esta lo del intercambio corporal es accidental, ya que ocurre después de que se beban sin saberlo un brebaje indio un tanto misterioso. El caso de Vice Versa (1988) tiene que ver también con padres e hijos. Charlie (Fred Savaje) es un niño que quiere cambiarse por su padre (Judge Reinhold), que trabaja como ejecutivo en una juguetera. El deseo se cumple y se da la curiosa circunstancia de ver a un niño comportarse como un adulto y al revés.

De chaval a adulto en una noche y al revés

Algo remotamente similar es lo que le ocurría a Tom Hanks en Big (1988), el mejor ejemplo en esto de levantarse un día y gritar "este cuerpo no es el mío". Aunque en realidad, el de Josh Baskin sí era el mismo. Lo que había ocurrido es que se había convertido en adulto de golpe y porrazo tras pedir el deseo en una atracción de feria llamada Zoltar. De los 12 años pasa a los 35 y debe enfrentarse a la vida de adulto con la mentalidad de un preadolescente. Como no podía ser de otra forma, encuentra su trabajo ideal en una empresa dedicada a la fabricación de juguetes y es un crack en lo suyo. Pero echa de menos ser un niño. Sin duda, Big es la película mítica y de referencia en esto de cambios de cuerpo y evolución física repentina.

Después de Big se han visto otros casos parecidos (nunca ni iguales ni a la altura) como El sueño de mi vida (2004), en el que la versión mini de Jennifer Garner quería crecer para ahorrarse la humillación de haber sido encerrada en un armario el día de su cumpleaños y de que el niño que le gusta la ignore. El problema es que cuando de repente se convierte en una mujer adulta de éxito se da cuenta de que echa de menos a su amigo de la infancia, al que perdió en el camino y que en su versión adulta es Mark Ruffalo. A Matthew Perry le ocurría justo lo contrario en 17 otra vez (2007). En lugar de convertirse en un adulto de pronto, volvía a la adolescencia y al instituto para disfrutar de una segunda oportunidad. Su yo adolescente era Zac Efron.

Cambiar de cuerpo para evitar la muerte

Segundas oportunidades, aprender a ponerse en el lugar del otro, vivir otra vida… cualquier excusa es válida para justificar un cambio de cuerpo. Hasta dar esquinazo a la muerte. Ese era el recurso de la protagonista de Dos veces yo (1984). La actriz Lily Tomlin interpretaba a Edwina Cutwater, una millonaria enferma que para no morir busca a una mujer dispuesta a alojar su alma. Algo va mal en el paso de un cuerpo a otro y acaba dentro de Roger Cobb (Steve Martin).

En El cielo puede esperar (1978) lo que le ocurría a Warren Beatty es que un ángel con muchas prisas se lo llevaba al cielo pensando que había muerto en un accidente de tráfico. Cuando desde el cielo intentan arreglar el desaguisado el cuerpo de Joe (así se llamaba el personaje) no puede volver a alojar su alma. Como compensación y apaño, lo instalan en el de un millonario que acaba de morir.

Lo del abuelo Jack (George Burns) es un auténtico Plantón al cielo (1988). Este sufre un accidente de coche junto a su nieto (Charlie Schlaterr) después de celebrar su 81 cumpleaños y haber pedido como deseo al soplar las velas volver a tener 18. Al despertar se da cuenta de que ahora vive en el cuerpo de su nieto. Pero el cambio solo durará unos pocos días, así que debe aprovecharlo.


El triple mortal de los intercambios corporales

En esto de los cambios de cuerpo a veces se dan casos tan extraños que harían que Mulder y Scully enloqueciesen, sobre todo porque en ellos no parece haber rastros de magia. En Cómo ser John Malkovich (1999) John Cusack encontraba una misteriosa puerta en su oficina que le llevaba directamente a la mente de John Malkovich. Raro, ¿no? Más aún que el intercambio de rostros al que sometían a John Travolta y Nicolas Cage en Cara a cara (1997). Esto sí está demostrado que es posible. Aunque los resultados ni son tan óptimos ni tan rápidos como en la película de John Woo.

Una mención aparte merece Código Fuente (2011). Dirigida por Duncan Jones –director de culto desde que regalase a los amantes de la ciencia ficción Moon–, en esta película lo de menos es el intercambio de cuerpos, pero existe. En medio de una complicada teoría de física cuántica y viajes en el especio-tiempo gracias a los fragmentos de memoria de un sujeto, el capitán Stevens (Jake Gyllenhaal) es enviado al lugar y momento exactos en el que se produjo un atentado. Su misión es descubrir quién lo hizo para evitar el siguiente. En cada ida ocupa el cuerpo de un viajero que presenció lo ocurrido.

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