México, 19 abr.- Novecientos cráneos de papel, madera y metal conforman la obra del artista Manuel Marín inaugurada hoy en la capital mexicana, en un homenaje a los antiguos mexicas y a su manera de rendir culto y adoración a la muerte.
La muestra, denominada "Tzompantli Mayor" y expuesta en la sede de la Fundación Sebastián, hace referencia al altar hecho de cabezas humanas que acostumbraban realizar los mexicas, cuya finalidad era conducir a los mártires a reunirse con los dioses.
"El Tzompantli era un altar donde se colocaban los cráneos de los guerreros sacrificados, con el fin de honrar a los dioses, y era la manifestación más evidente del control político-religioso que ejercían los mexicas" sobre otros grupos mesoamericanos, explicó a Efe el autor.
Cada una de las calaveras que Marín ha presentado en esta obra es "única, propia e irrepetible" y, según él mismo dijo, le mantuvieron "obsesionado" durante cerca de tres años de trabajo.
Para conseguir que cada pieza fuera diferente, el artista creó 25 estructuras básicas para moldear el volumen y el espacio, y de ellas obtuvo numerosas variaciones.
"Mi propuesta fue tomar la calavera y tratar de hacer con ella una interpretación de lo que es una persona o una cara, pues aunque la calavera no tiene expresión, uno puede jugar con las emociones de felicidad o tristeza", indicó Marín.
La muestra tiene dos elementos básicos: los cráneos a base de recortes o relieves en la pared, ensartadas en palos de madera, y otras de metal o papel sobre una plataforma en el suelo, que reproduce el lugar donde se hacían los sacrificios.
Con esta obra el artista pretende ahondar en la idea de la muerte y recordó que para los mexicas prehispánicos el concepto era muy distinto al que se tiene actualmente en el cristianismo. "Para ellos la muerte era continuidad, un paso a otro estado o a otra vida; no había casi escisión entre vivos y muertos", acotó.
"En la cultura popular mexicana hay una referencia casi constante a la muerte, diría más bien cotidiana, y a mí desde que estaba en la escuela me llamaba la atención el motivo de la calavera", explicó.
Marín, quien además de escultor es pintor, dibujante, corredor de arte y profesor, indicó que la diversidad de materiales empleados en la obra se explica porque en un principio tuvo la intención de realizar sólo esculturas, pero cambió de opinión para incluir elementos de otro tipo como piezas de papel y madera planas o en relieve.
"Intenté trabajar con diferentes materiales porque en un primer momento quise que fueran todas esculturas, pero me di cuenta de que cada material funcionaba por sí mismo", apuntó.
En el texto "Tzompantli, expresión múltiple de la muerte" que acompaña el catálogo de esta muestra abierta hasta el próximo 18 de mayo, el antropólogo Eduardo Matos escribió que "el mundo antiguo tenía su propia comprensión del devenir del hombre. El sacrificio realizado era la unión entre el ser y la divinidad".
"Marín es ahora el responsable de darnos el rostro de la muerte. Muchos siglos han pasado y sin embargo aquí están (...). Es simplemente el poder que tiene el artista de recrear con sus manos cientos de expresiones para, finalmente, darle vida a lo muerto", concluyó.
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