Vicent: "El dinero sucio y embarrado se ha llevado por delante la democracia"

  • Carmen Sigüenza.

Carmen Sigüenza.

Madrid, 23 ene.- La fotografía del Rey y Suárez de espaldas paseando por un jardín en julio de 2008, cuando el monarca le fue a entregar el Toisón de Oro a un expresidente ya sin memoria, le ha servido a Manuel Vicent para evocar la historia de la Transición en un juego literario del que surge la figura de Carmen Díez de Rivera.

"El azar de la mujer rubia" es el título de esta ficción, que publica Alfaguara y en donde el escritor valenciano, a partir del triángulo formado por el Rey, entonces Príncipe, Adolfo Suárez y Carmen Díez de Rivera (la mujer rubia), relata los inicios de la democracia, a la que hoy, dice a Efe, "se la ha llevado por delante el dinero sucio y embarrado".

Y para ello, Vicent se ha embarcado en un viaje por la memoria perdida de Suárez, por "el bosque lácteo de la memoria", para volver a poner en pie un cuadro de personajes que, junto a los tres protagonistas, transformaron desde diferentes ámbitos la sociedad española, como Enrique Tierno Galván, Lola Flores, Tejero, la Pasionaria, Carrillo, Felipe González, Fraga... y la propia gente de a pie.

Pero la lupa y la palabra azul y transparente de Manuel Vicent se posa en Suárez, al que considera "un héroe que pensó la Transición española como una aventura", en la que "el viento -dice- sopló bien". "Un héroe que ha perdido la memoria pero al que el azar llevó a echar unos dados que le salieron bien".

Y en ese azar Vicent sitúa también al Rey y a Carmen Díez de Rivera, un triángulo de amistad. Díez de Rivera, conocida como "musa de la Transición", fue una política y eurodiputada que trabajó en varias ocasiones con Adolfo Suárez; primero, cuando éste era director de RTVE, y después en el partido del CDS. Antes había militado en el PSP de Enrique Tierno Galván.

Díez de Rivera, de gran belleza -"algo extraordinaria en ese momento, porque era una belleza muy distinta a la española: tenía unos ojos verdes y un pelo rubio natural casi transparente", añade Vicent-, murió de cáncer en 1999, pero su vida personal estuvo marcada por un hecho trágico que la persiguió siempre, recuerda el autor.

Cuando tenía 17 años Diez de Rivera estaba muy enamorada de un joven, hijo de Serrano Súñer, con el que tuvo que romper porque se enteró de que era su propio hermano, ya que ella era hija natural de Serrano Súñer, cuñado de Franco y ministro de éste.

Así, el narrador del relato, que es un narrador omnisciente que entra y sale de la niebla de Suárez, pone en negro sobre blanco la amistad de los tres protagonistas y revolotea con la idea de que Díaz de Rivera influyó en el Rey para que escogiera a Suárez y éste fuera quien pilotara el camino hacia la libertad del país.

"La madre de Carmen, María Sonsoles de Icaza y León, era una mujer muy famosa, musa de Balenciaga y junto con Ava Gardner la mujer más guapa de los años 50 en España, pero tuvo una relación compleja con la hija, porque Carmen, una mujer muy religiosa, siempre pensó que su madre era una adultera pecadora y ella, la hija de ese pecado. Este apartado podría ser un novelón del siglo XIX, pero yo lo resuelvo en muy pocas páginas", añade con humor.

La memoria que recupera Vicent en el libro llega hasta hoy, cuando el autor reinventa el diálogo que mantuvo el Rey con Suárez en el jardín. Entonces el Rey le recuerda a Suárez que fue el presidente de España, y que lo fue gracias al empeño personal de aquella chica rubia que él le recomendó.

Después de hablar de varias cosas, el que fuera presidente del Gobierno observa al Rey que cojea, y éste le dice: "He hecho tantas animaladas en mi vida, querido Adolfo, que tengo los huesos hechos polvo", y, tras charlar un rato más, Suárez le dice: "No te conozco, no se quién eres, pero creo que te quiero".

Hoy, dice Vicent, autor de "Tranvía a la Malvarrosa", "La novia de Matisse" o "Nadie muere la víspera", la democracia puede estallar por la situación económica y social con la corrupción, "que es lo peor para la moral de la gente".

"Pero hay que tener cuidado -advierte-, porque detrás del cóctel molotov o de quemar doscientos coches lo único que hay, lo único que está, es la policía, y, tras una debacle moral y una sociedad desintegrada, la revolución ya solo se hace uno a uno con navajas en las esquinas".

Sobre la evolución de la monarquía, Vicent hace un paralelismo entre ésta y un matrimonio que, tras muchos años casado, se da cuenta de que uno de ellos tiene una verruga en la nariz que antes no había visto, aunque la tenía igual: "Pues eso es lo mismo, ahora se le ve la verruga a la monarquía".

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