¿Música o política internacional? Lo que esconden las votaciones en Eurovisión

  • El certamen musical es un fiel reflejo de cómo son las relaciones de los países de la UE en un momento determinado.
Eurovisión
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EFE
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El Festival tiene diversas implicaciones geopolíticas / Cordon Press

¿Cuántas veces hemos escuchado eso de que Eurovisión es realmente política? La teoría conspiratoria que habla de que los países del Este siempre se votan entre ellos, o que Andorra siempre vota a España y ésta lo hace igual con su vecina Portugal son leyendas urbanas que, de tanto repetirlas se han convertido en verdad. Lo que viene siendo una posverdad en toda regla, si bien es cierto que el Festival es una buena manera de testar cómo son las relaciones diplomáticas en un determinado momento de la historia.

Tanto es así, que en muchas universidades internacionales se estudian estos repartos de puntos eurovisivos, ya que dicen mucho de lo que está ocurriendo en el terreno geopolítico. De hecho, en España los alumnos del grado de Relaciones Internacionales de la Universidad de Comillas ICADE tienen una asignatura que versa sobre Eurovisión, impartida por uno de los mayores expertos en el certamen de nuestro país, el profesor de Derecho Antonio Obregón, quien estará esta noche en Lisboa para vivir en persona una nueva muestra de política internacional por medio de la música. 

En primer lugar, el experto deja claro que "el principal factor para conseguir votos es el estrictamente musical". Si bien añade que "es cierto que otros aspectos de índole política, regional o migratoria que influyen en el resultado de las votaciones". De hecho, los votos de cada país pueden ser analizados y determinar cómo es su relación con sus vecinos o la forma en que está integrado en la UE.

Sobre todo, Obregón destaca que la afinidad cultura "beneficia a la hora de obtener votos", de ahí que los países más cercanos, tanto geográfica como culturalmente, se voten entre ellos. Además, algo que no ocurre en España y que suele beneficiar a los países del norte es que allí la tradición eurovisiva es más fuerte que en España. Esto supone que meses antes del Festival la gente escucha las canciones de sus vecinos, lo que vuelve a pesar en las votaciones finales.

"En términos políticos pesa más la enemistad"

Aunque es habitual ver cómo Chipre da cada año los 12 puntos a Grecia y viceversa o España y Portugal hacen lo propio, Antonio Obregón resalta que más que la afinidad, "en términos políticos pesa más la enemistad a la hora de votar". "Un caso paradigmático es el de Azerbaiyán y Armenia, que nunca se dan un voto y se sitúan respectivamente en el último lugar tanto en el voto popular como en el del jurado", remarca el experto. Igualmente, las difíciles relaciones entre Rusia y Ucrania han quedado patentes en Eurovisión, con canciones que supuestamente hacían referencia al presidente ruso, Vladimir Putin o el sonado boicot del año pasado por parte de Rusia a Ucrania. Una rivalidad que no veremos este año, pues Rusia ha quedado fuera de la final.

"Es ahí dónde reside el verdadero interés del Festival de Eurovisión para las relaciones internacionales. Más que determinar posiciones de voto, constituye un reflejo del estado de las relaciones de los países", indica. Igualmente, también muestra un mayor deseo de integración, como fue el caso de Turquía, que durante el tiempo que estuvo más cercano a unirse a la UE hizo todos los esfuerzos posibles por ganar Eurovisión. "Por el contrario, en los últimos años que se ha producido una mayor distanciamiento con la política de Erdogan, se han salido del certamen y preparan uno propio alternativo", remarca Obregón.

Por otra parte, el Festival también es una forma de dar rienda suelta a los sentimientos nacionalistas, "al igual que las victorias de las selecciones nacionales en el deporte". Además, añade que suponen una inyección económica para el país ganador, pues supone un gran escaparate que atrae turistas y su fama se suele prolongar en el tiempo. De este modo, en muchos países, sobre todo los nórdicos, Eurovisión se ha convertido en una potente industria.

De ahí el gran interés que levanta este certamen fundado en 1956, que cosecha cuotas de pantalla en los países participantes que no suelen bajar del 30%, subiendo al 80% en algunos países nórdicos, señala el experto. En España, Rosa fue la protagonista de la edición más vista de la historia, precisamente con un 80% de share. Una cifra que puede que Amaia y Alfred repitan este año, donde de nuevo la política internacional tomará la palabra. Pero después de la música.

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