"Muchos de ustedes pertenecen a Iglesias que asisten cotidianamente al ensañamiento de la violencia y a actos terribles, perpetrados por el extremismo fundamentalista", ha recordado el Pontífice.
Además, ha precisado que este sufrimiento "se arraiga con mayor facilidad en contextos de pobreza, injusticia y exclusión social, debidas también a la inestabilidad generada por intereses a menudo externos, y por conflictos precedentes, que han producido condiciones de vida miserables y desiertos culturales y espirituales, en los cuales es fácil manipular e instigar al odio".
En este contexto, el Papa ha indicado que las Iglesias cristianas están llamadas a "sembrar concordia y reconstruir pacientemente la esperanza, confortando con la paz que viene del Señor". "Una paz que juntos tenemos que ofrecer a un mundo herido y lacerado", ha subrayado.
Francisco ha asegurado que todos los sufrimientos que padecen los cristianos de las Iglesias orientales son también sus sufrimientos y se ha unido a ellos en la oración invocando el fin de los conflictos y la cercanía de Dios a las poblaciones víctimas de la violencia, en especial, a los niños, enfermos y ancianos.
También ha indicado que lleva en su corazón a los obispos, sacerdotes, consagrados y fieles, víctimas de secuestros crueles, y a todos aquellos que han sido tomados como rehenes o "reducidos a la esclavitud".
Ante estas situaciones, el Papa ha recordado el ejemplo de los mártires y santos. "Allí donde la violencia llama a más violencia y donde la violencia siembra la muerte, nuestra respuesta es el fermento puro del Evangelio, que, sin prestarse a lógicas de fuerza, hace surgir frutos de vida también en la tierra árida y auroras de esperanza después de las noches de terror", ha enfatizado.
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