LA COOPERACIÓN AMBIENTAL EN LOS AÑOS 70 ALIVIÓ LAS TENSIONES DE LA GUERRA FRÍA

La cooperación científica para abordar las preocupaciones de la lluvia ácida sobre el medio ambiente ayudó a fomentar la distensión entre Estados Unidos y la Unión Soviética en plena Guerra Fría durante la década de 1970.
Así lo afirma un estudio dirigido por Rachel Rothschild, profesora de la Universidad de Nueva York (Estados Unidos), y publicado en la revista ‘Technology and Culture’, donde destaca el papel que la cooperación científica puede desempeñar para aliviar las tensas relaciones entre los gobiernos.
"Las alianzas científicas encabezadas por Noruega con el bloque comunista de Europa oriental en los años 70 sirvieron como base para la cooperación internacional en la contaminación ambiental, a pesar de las fricciones en curso de la Guerra Fría", asegura Rothschild.
El análisis de Rothschild se centra en el Programa Europeo para Monitorización y Evaluación (EMEP, en sus siglas en inglés), concebido para investigar los contaminantes que causan la lluvia ácida y que comenzó a funcionar en 1977 bajo la responsabilidad de la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas (CEPE).
En su trabajo, Rothschild indica que el ímpetu para cooperar a través del ‘telón de acero’ en la supervisión de la contaminación del aire no vino del líder soviético Leonid Brézhnev, como otros historiadores han señalado, sino de un grupo de científicos y funcionarios ambientales de Noruega que trabajaban sobre la lluvia ácida en la primera mitad de los años 70.
A pesar de las preocupaciones de seguridad sobre la divulgación de las ubicaciones de las centrales eléctricas y la resistencia a colocar estaciones de monitoreo de la contaminación dentro de la Unión Soviética, los científicos escandinavos pudieron finalmente asegurar el compromiso del bloque comunista con un programa de investigación ambiental europeo.
Esta colaboración ayudó a fomentar las relaciones políticas futuras. "Noruega aprovechó las aperturas en el ‘telón de acero’ proporcionadas por la cooperación tecnológica con el bloque del este para comenzar a ganar su ayuda para las negociaciones de la ONU sobre la lluvia ácida", afirma.
Rothschild explica que "Noruega pudo generar suficiente capital político para llevar a los contaminadores occidentales a la mesa de negociaciones a finales de los años 70”, lo que culminó en el Convenio de las Naciones Unidas sobre Contaminación Atmosférica Transfronteriza a Larga Distancia de 1979.
Rothschild señala que la creación del EMEP es una prueba de cómo abordar las preocupaciones ambientales globales puede allanar el camino para aliviar los conflictos geopolíticos.

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